DOLOR Y GLORIA. España, 2019. Un film escrito y dirigido por Pedro Almodóvar.
Ésta es una excelente obra artística en la que a través de un retrato parcialmente autobiográfico el realizador hispano Pedro Almodóvar refleja los sentimientos que se anidan en su alma.
Aunque no logró la Palma de Oro en el último festival de Cannes, pese a la predicción de la mayor parte de los críticos asistentes, el jurado oficial distinguió a Antonio Banderas como mejor actor en su personificación del alter ego de Almodóvar, exponiendo con profundidad los avatares de un cineasta después de varias décadas de haber logrado una exitosa labor profesional.
El título del film, Dolor y Gloria, no puede ser más elocuente en la medida que a lo largo del relato conviven los momentos de pena y dolor de su protagonista con aquellos otros plenos de gloria y felicidad vividos en otras instancias de su existencia.
Salvador Mallo (Banderas) es un cineasta que hace años ha dejado de filmar y al no hacerlo, según propia confesión, su vida no tiene mayor sentido. Ubicado en su departamento madrileño se lo ve cansado y afectado de dolores físicos, además de haber atravesado no mucho tiempo atrás por una cirugía cardíaca; consecuentemente, su bajo estado anímico le impide como autor concebir nuevas ideas. En su soledad, las únicas personas que tienen acceso a él son su empleada mexicana y su devota agente Mercedes (Nora Navas)
Acudiendo a sus recuerdos, Salvador pasa revista a su infancia transcurrida en un humilde pueblo rural; en ese medio de gran pobreza, con su padre que brilla por su ausencia, será su abnegada madre lavandera Jacinta (Penélope Cruz) quien realiza lo imposible para darle a su hijito de 9 años (Asier Flores) una buena educación. Es allí donde el talentoso niño, instruyendo a un joven analfabeto albañil (César Vicente), recibe las primeras señales de atracción sexual.
Su vida actual cobra un aliento inusitado cuando se impone que la Cinemateca de España le comunica que ha restaurado “Sabor”, una de sus películas filmada hace 32 años y que significó un punto de inflexión en su carrera; para ello él es invitado a presentar el film junto con su protagonista Alberto Crespo (Asier Etxeandia); eso implica que Salvador deberá contactar a Alberto con quien se distanció desde que concluyó el rodaje de dicho film por desavenencias sobre la forma en que el actor encaró su personaje.
Con todo, más importante será para Salvador el reencuentro con Federico (Leonardo Sbaraglia), quien habiendo sido en el pasado su gran amante, decidió radicarse en Argentina donde se casó y formó una familia. Al retornar por primera vez a Madrid para una breve estadía, la visita que le hace a Salvador, origina uno de los momentos más conmovedores y tiernos del relato.
En esta sublime historia de autoficción Almodóvar ofrece uno de los trabajos más memorables de su carrera con algunas escenas inolvidables donde la emoción brota a flor de piel. El film se encuentra reforzado con un magnífico elenco donde sobresale la antológica actuación de Banderas, quien como gran conocedor del cineasta al haber trabajado en 8 películas suyas, logra una extraordinaria compenetración de Salvador; así, este remarcable intérprete deja de ser quien es para transmutarse brillantemente en Almodóvar. La actuación de Banderas no desmerece al resto del competente elenco donde sobresalen entre otros nombres Penélope Cruz, la artista fetiche de Almodóvar, como así también Etxeandia, Sbaraglia y Julieta Serrano animando a la anciana Jacinta.
Como es habitual en su filmografía, Almodóvar aquí incluye referencias cinéfilas que seguramente contentarán a sus seguidores, así como un hermoso homenaje a la Filmoteca Española.
En esencia, con este hermoso film, Almodóvar con sus 70 años recién cumplidos demuestra que a diferencia de Salvador Mallo, él no se siente bloqueado y aún tiene mucho más para ofrecer y regocijar a los amantes de cine. Jorge Gutman