Crónica de Jorge Gutman
DISPARU.E.S. (August: Osage County) – Texto: Tracy Letts – Traducción: Frédéric Blanchette — Adaptación y Dirección: René Richard Cyr – Elenco: Sophie Cadieux, Chantal Baril, Yves Bélanger, Alice Dorval, Hugo Dubé, Antoine Durand, Renaud Lacelle-Bourdon, Roger Léger, Christiane Pasquier, Kathia Rock, Évelyne Rompré, Marie-Hélène Thibault - Escenografía: Jean Bard. — Vestuario: Cynthia St.Gelais – Iluminación: Alexandre Pilon-Guay – Música: Alalin Dauphinais. Duración: 2h30m, incluyendo un entreacto. Representaciones: Hasta el 23 de noviembre de 2019 en el Théâtre Duceppe
Algunas veces se presenta el caso de obras que resultan fáciles de admirar pero difíciles de amar. Eso es lo que precisamente sucede con Disparu.e.s. título en francés de la pieza “August: Osage County” de Tracy Letts galardonada con el Premio Pullitzer además de haber obtenido en Broadway 5 premios Tony, incluyendo la de la mejor obra dramática de 2007.
Afortunadamente la efectiva traducción al francés de Frédéric Blanchette y la adaptación efectuada por el director René Richard Cyr abreviando el extenso texto original, ha permitido conservar la esencia de la pieza escrita en inglés.
El autor retrata minuciosamente a una familia americana completamente desestructurada donde la mayoría de sus miembros padece de una gran miseria corrosiva sin que quede espacio alguno para la lástima o conmiseración. A pesar de que otros dramaturgos, entre ellos Eugene O’ Neill en su obra maestra autobiográfica “Largo Viaje de un Día hacia la Noche”, han abordado una temática parecida dejando un margen para que el espectador se apiada de sus personajes, aquí eso no ocurre porque el desesperado resentimiento expuesto por sus principales protagonistas termina sensiblemente incomodando al público que los está observando.
La acción tiene lugar en la época actual durante el caluroso mes de Agosto en el Condado de Osage ubicado en los suburbios de Pawhuska, Oklahoma, que en cierto modo representa un paraje tan desolado como los integrantes de la disfuncional familia Weston.
La primera imagen presenta a Beverly Weston (Guy Mignault), un poeta alcohólico septuagenario quien manifiesta que “la vida es demasiado larga”; esas palabras dejan entrever que algo no marcha bien y definirán el tono de lo que sobrevendrá posteriormente. En la segunda escena asoma su mujer Violet (Christiane Pasquier) a quien vemos ironizando y despreciando a la nativa empleada doméstica (Kathia Rock) que Beverly había contratado para que la cuidara al estar afectada de un cáncer oral. Cuando a los pocos minutos, él desaparece de la escena porque decidió suicidarse, según lo informa el sheriff local (Yves Bélanger), Violet convoca a sus tres hijas adultas que no conviven con ella para el funeral. Así el espectador entra en contacto con Barbara (Marie-Helène Thibault), la hija mayor que vive en Colorado y que llega acompañada de su distanciado marido Bill Fordham (Antoine Durand) y de su hija adolescente Jean (Alice Dorval); también llega a la residencia Ivy (Évelyne Rompré), la segunda hija soltera de Violet que vive no muy lejos del lugar y que hasta el presente es quien más ha velado por sus padres, así como Karen (Sophie Cadieux), la frívola hija menor que vive en Florida, llega con su novio Steve Heidebrecht (Hugo Dubé) quien ciertamente no es una persona muy confiable. El núcleo familiar se completa con Mattie Fae Aiken (Chantal Baril), la hermana menor de Violet, su marido Charlie Aiken (Roger Léger) y el tímido e inseguro hijo de ellos apodado “pequeño Charles” (Renaud Lacelle-Bourdon).
La reunión familiar que tiene lugar después del sepelio conduce a que Violet recurra a sus instintos más perversos de humillación y violencia verbal hacia los otros miembros de su familia, evidenciando sentimientos represivos que no tuvieron oportunidad de manifestarse en anteriores ocasiones.
Por lo que se observa, no hay motivos para regocijarse con los personajes de esta incomunicada familia que habiendo atravesado profundas insatisfacciones y heridas emocionales ha debido guardar perturbadores secretos que finalmente se van revelando, donde no queda excluido el adulterio y la posibilidad de un amor incestuoso.
La puesta escénica de Cyr es impecable al haber sabido equilibrar el drama emergente de esta sólida pieza con los momentos de hilaridad generados por sus mordaces diálogos y réplicas. Para ello ha sabido convocar a un elenco de primera magnitud donde cada uno de los actores se ha compenetrado por completo en la psicología de su respectivo personaje. Dado que el autor centra más su atención en el de Violet para que la acción avance, cabe destacar el histrionismo demostrado por Pasquier quien confirmando su gran talento interpretativo descuella en la composición que realiza a través de sus diferentes manifestaciones anímicas que varían desde raros momentos tranquilos a explosiones de furia y paranoia generadas por su adicción al cóctel de drogas medicinales consumidas a causa del cáncer que la aqueja.
Queda para el espectador juzgar hasta qué punto esta obra nihilista puede ser representativa de los problemas que aquejan el alma de la familia americana donde pareciera que los sólidos lazos de afecto y solidaridad de antaño son reemplazados por un marcado individualismo egoísta que impera en la época actual.
Más allá de la reflexión que suscita la visión de esta notable e inquietante pieza, el público tiene oportunidad de apreciar una excelente representación teatral.