Un Con­su­ma­do Estafador

THE GOOD LIAR. Esta­dos Uni­dos, 2019. Un film de Bill Condon

Con­tem­plar a dos mons­truos sagra­dos del cine bri­tá­ni­co como Helen Mirren y Ian McKe­llen sería sufi­cien­te moti­vo para sen­tir­se atraí­do en ver The Good Liar; si bien ellos siguen demos­tran­do que son acto­res de raza capa­ces de mara­vi­llar al públi­co, des­afor­tu­na­da­men­te sus remar­ca­bles con­di­cio­nes artís­ti­cas están ver­ti­das al ser­vi­cio de una come­dia dra­má­ti­ca com­ple­ta­men­te implau­si­ble. Una vez más vie­ne aque­llo de que si se está fren­te a un dra­ma rea­lis­ta lo más impor­tan­te es que más allá de que­rer depa­rar sor­pre­sas man­ten­ga una míni­ma con­sis­ten­cia entre lo plan­tea­do y su reso­lu­ción; eso es pre­ci­sa­men­te lo que aquí está ausente.

Ian McKe­llen y Helen Mirren

El guión de Jef­frey Hat­cher basa­do en la nove­la homó­ni­ma de Nicho­las Sear­le, ubi­ca la acción en Lon­dres en 2009. A tra­vés del inter­net Betty (Mirren), una soli­ta­ria viu­da de muy bue­na posi­ción eco­nó­mi­ca, enta­bla rela­ción con Roy (McKe­llen), un viu­do sep­tua­ge­na­rio. En el pri­mer encuen­tro que man­tie­nen se reve­la que exis­te una natu­ral sim­pa­tía entre ambos con­fi­gu­ran­do así la posi­bi­li­dad de nue­vos encuen­tros. Rápi­da­men­te se des­cu­bre que Roy habien­do dado la fal­sa apa­rien­cia de cojear un poco se reve­la como un hábil esta­fa­dor actuan­do con un gru­po de secua­ces a fin de atraer a poten­cia­les inver­so­res para esquil­mar­los. A medi­da que la rela­ción de Betty y Roy pro­si­gue, ella igno­ran­do la ver­da­de­ra per­so­na­li­dad de Roy lo invi­ta a que con­vi­va en su amplia mora­da sin sos­pe­char que el pro­pó­si­to final de su cor­te­jan­te es lograr apro­piar­se de su for­tu­na; a pesar de que su nie­to Stephen (Rus­sell Tovey) es rece­lo­so de Roy supo­nien­do que tras su apa­rien­cia de ino­cen­te hay algo tur­bio por detrás, Betty no duda en abso­lu­to de las bue­nas inten­cio­nes del anciano y se sien­te amplia­men­te gus­to­sa con su compañía.

Tal como está expues­to en el rela­to resul­ta inad­mi­si­ble acep­tar la con­duc­ta de una mujer inte­li­gen­te como Betty en entre­gar­se a las manio­bras per­fec­ta­men­te orques­ta­das por Roy para des­po­jar­la de su for­tu­na. Con todo resul­ta intri­gan­te en saber cómo habrá de desem­bo­car está rela­ción. Es allí que el guión intro­du­ce una vuel­ta de giro com­ple­ta­men­te inacep­ta­ble don­de evi­den­te­men­te resul­ta­ría inade­cua­do reve­lar su desa­rro­llo; bas­ta anti­ci­par que el des­en­la­ce ade­más de ser incon­gruen­te e inve­ro­sí­mil enga­ña al espec­ta­dor al tra­tar de hacer­le ver que nadie debe fiar­se de las apariencias.

A pesar de la enor­me frus­tra­ción que pro­du­ce este medio­cre film, cons­ti­tu­ye un gran pla­cer con­tem­plar a Mirren y McKe­llen quie­nes por pri­me­ra vez actúan con­jun­ta­men­te reve­lan­do la bue­na quí­mi­ca exis­ten­te entre ambos. Es de aguar­dar que pron­to se los vuel­va a apre­ciar en un pro­yec­to más ambi­cio­so que esté a la altu­ra de sus talentos.
Jor­ge Gutman