Trau­má­ti­ca Experiencia

HONEY BOY. Esta­dos Uni­dos, 2019. Un film de Alma Har’el

Este film de la cineas­ta israe­lí Alma Har’el, más bien per­te­ne­ce a Shia LaBeouf, quien es el autor del guión. El cono­ci­do actor, que igual­men­te inter­pre­ta a uno de los per­so­na­jes cla­ves del rela­to, vuel­ca aspec­tos per­so­na­les de su vida refe­ri­dos a la difi­cul­to­sa rela­ción man­te­ni­da con su padre duran­te su infan­cia. Honey Boy cons­ti­tu­ye para LaBeouf una mane­ra de poder expul­sar sus demo­nios inte­rio­res a fin de lograr su anhe­la­da paz interior.

El rela­to que comien­za en 2005 intro­du­ce a Otis (Lucas Hed­ges), un actor de 22 años con una vida per­tur­ba­da fue­ra del set; allí, des­pués de uno de sus fre­cuen­tes acci­den­tes de auto­mó­vil es envia­do a un cen­tro de reha­bi­li­ta­ción en la medi­da que expe­ri­men­ta un tras­torno de estrés post traumático.

Noah Jupe

A tra­vés de su memo­ria, el joven pasa revis­ta a trau­mas vivi­dos en 1995. En ese enton­ces Otis (Noah Jupe) es un novi­cio actor de 12 años quien vive con su padre James (LaBeouf) en un des­me­jo­ra­do motel del valle de San Fer­nan­do en el área metro­po­li­ta­na de Los Ánge­les. Con una madre ausen­te del rela­to, el víncu­lo paterno-filial es asfi­xian­te; James es un divor­cia­do alcohó­li­co recu­pe­ra­do que ade­más de vete­rano mili­tar había sido un ex paya­so de rodeo así como un ex con­vic­to; con fre­cuen­tes arran­ques vio­len­tos, adop­ta un com­por­ta­mien­to abu­si­vo con Otis ade­más de humi­llar­lo en más de una oca­sión. Curio­sa­men­te este pará­si­to tem­pe­ra­men­tal que apo­da a su hijo con el sobre­nom­bre de Honey Boy, indu­da­ble­men­te lo quie­re y tra­ta de pro­te­ger­lo, pero como bien expre­sa el dicho “hay amo­res que matan” y eso suce­de con Otis cuya tris­te expe­rien­cia lo deja traumatizado.

A tra­vés de esa tera­pia con­fe­sio­nal efec­tua­da por el guio­nis­ta, la direc­to­ra en su pri­me­ra expe­rien­cia detrás de la cáma­ra tra­ta de trans­mi­tir la angus­tia exis­ten­cial de LaBo­euf pero a pesar de un hones­to tra­ta­mien­to su des­igual narra­ti­va no per­mi­te que uno se invo­lu­cre total­men­te en el pro­ble­ma de Otis/LaBoeuf. Con todo, lo que resul­ta enco­mia­ble es que el actor, que en el rol de su padre brin­da una remar­ca­ble carac­te­ri­za­ción, haya logra­do a tra­vés de la escri­tu­ra una tera­pia ten­dien­te a tra­tar de eli­mi­nar sus heri­das emo­cio­na­les y bus­car de con­ci­liar, en el sen­ti­mien­to ambi­guo de resen­ti­mien­to y per­dón que lo embar­ga, una mejor comu­ni­ca­ción con su pro­ge­ni­tor. Jor­ge Gutman