Inge­nio­so Rela­to de Animación

J’AI PER­DU MON CORPS.  Fran­cia, 2019. Un film de Jérémy Cla­pin dis­tri­bui­do por Netflix.

Con la con­vic­ción de seguir ofre­cien­do fil­mes de nota­ble cali­dad, Net­flix se hace pre­sen­te con J’ai per­du mon corps que habien­do teni­do su pri­me­ra exhi­bi­ción en la Sema­na de la Crí­ti­ca de Can­nes 2019 obtu­vo mere­ci­da­men­te el pre­mio al mejor film de dicha sección.

Una ese­na del film de animación

El direc­tor y guio­nis­ta Jérémy Cla­pin ofre­ce un sóli­do tra­ba­jo de ani­ma­ción basa­do en la nove­la Happy Hand de Gui­llau­me Lau­rent quien igual­men­te par­ti­ci­pa aquí como co-guio­nis­ta. Dicho en pala­bras resul­ta difí­cil ima­gi­nar que el tema de una mano que por un acci­den­te se sepa­ra del bra­zo de una per­so­na pue­da ori­gi­nar un rela­to cine­ma­to­grá­fi­co; sin embar­go, el resul­ta­do es inme­jo­ra­ble tenien­do en cuen­ta la inte­li­gen­te for­ma en que Cla­pin narra esta deli­cio­sa fantasía.

El rela­to abar­ca dos his­to­rias que se van desa­rro­llan­do para­le­la­men­te. Una de ellas enfo­ca a Naou­fel (voz de Hakim Faris), un joven que gozó de una feliz infan­cia rodea­do de sus afec­tuo­sos padres en el nor­te de Áfri­ca; cuan­do ellos pier­den la vida en un acci­den­te auto­mo­vi­lís­ti­co, el des­afor­tu­na­do huér­fano es envia­do a París para vivir con su tío. En la actua­li­dad, sin una cla­ra orien­ta­ción fija y vivien­do el trau­ma de un des­afor­tu­na­do inci­den­te don­de pier­de una de sus manos, Naouel se encuen­tra un tan­to per­di­do en la gran ciu­dad don­de tra­ba­ja como repar­ti­dor de piz­zas a domicilio.

Simul­tá­nea­men­te se apre­cia cómo la disec­cio­na­da mano esca­pa del labo­ra­to­rio de refri­ge­ra­ción don­de se halla para reco­rrer la ciu­dad en pro­cu­ra de encon­trar el cuer­po de Nahuel a fin de vol­ver a inser­tar­se en el mis­mo. A tra­vés de ese peri­plo calle­je­ro encon­tra­rá algu­nos obs­tácu­los enfren­tan­do a un mun­do hos­til don­de debe bata­llar con palo­mas y ratas como tam­bién esca­par de un camión basurero.

Todo cam­bia para nues­tro anti­hé­roe cuan­do un día le toca entre­gar una piz­za a Gabrie­lle (voz de Vic­toi­re Du Bois) que vive en el depar­ta­men­to de un edi­fi­cio. Al comu­ni­car­se con ella a tra­vés del inter­com, sin haber vis­to su ros­tro él se sien­te atraí­do por dicha joven; en con­se­cuen­cia tra­ta de inge­niar­se para que se pro­duz­ca el encuen­tro físi­co. Para ello logra encon­trar un tra­ba­jo en una car­pin­te­ría cuyo due­ño (voz de Patrick D’As­su­mçao) es pre­ci­sa­men­te el tío de Gabrie­lle. La rela­ción que man­tie­ne con ella le ser­vi­rá de ins­pi­ra­ción para reen­con­trar la dicha per­di­da y un nue­vo sen­ti­do a su existencia.

En este moderno cuen­to urbano que habla de las vuel­tas del des­tino de un hom­bre y su mano, la narra­ción de Cla­pin adquie­re el viso de un rom­pe­ca­be­zas siguien­do los veri­cue­tos de un miem­bro del cuer­po y de la per­so­na al cual per­te­ne­ce. Gran par­te de la exce­len­cia de esta ori­gi­nal fábu­la se debe a la bue­na adap­ta­ción del libro ori­gi­nal don­de no debe olvi­dar­se que su autor ha sido igual­men­te el guio­nis­ta del recor­da­do film Le fabu­leux des­tin d’A­mé­lie Pou­lain (2001); esa mis­ma magia impe­ra aquí a tra­vés de un rela­to poé­ti­ca­men­te emo­ti­vo que des­ti­la un sen­ti­mien­to de con­ta­gio­sa melan­co­lía. Con­cre­ta­men­te, el espec­ta­dor con­tem­pla un her­mo­so film ani­ma­do con una his­to­ria ori­gi­nal resuel­ta talen­to­sa­men­te. Jor­ge Gutman