CLEMENCY. Estados Unidos, 2019. Un film dirigido y escrito por Chinonye Chukwu
Habiendo obtenido el Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance de 2019 además de haber sido aclamada Alfre Woodard, la protagonista de Clemency, resulta extraño que en la época de las nominaciones y premios este film haya pasado desapercibido. En todo caso, lo importante es que la directora y guionista Chinonye Chukwu ha realizado un sólido drama acerca de la pena de muerte.
El tema, muy parecido al que se apreció en Just Mercy, una vez más cuestiona seriamente las consecuencias de un sistema legal injusto; pero aquí el guión de la cineasta concentra su atención en las vicisitudes que atraviesa Bernadine Williams (Woodard), una mujer que ocupa el cargo de directora del pabellón de una cárcel que aloja a quienes han sido condenados a la pena capital.
Desde la primera imagen se la observa recorriendo los pasillos del tétrico corredor de la muerte, próxima a intervenir en los preparativos finales de una ejecución que se efectuará a través de la inyección letal a uno de los inculpados, el latino Victor Giménez (Alex Castillo); después de varios intentos fracasados por parte del enfermero para encontrarle la vena apropiada en donde inyectar la aguja letal, su muerte finalmente se produce con gritos desesperados del ajusticiado.
Aunque Bernadine mantiene un rostro de acero frente a lo que acontece, ese hecho así como las ejecuciones presenciadas en anteriores oportunidades están lejos de resultarle indiferente. Casada con Jonathan (WendellPierce), un hombre muy enamorado de ella, la relación conyugal se vuelve cada vez más distante dado que él no puede identificarse con Bernadine en la medida que ella persiste trabajar en una profesión que emocionalmente la lleva a padecer de insomnio y desagradables pesadillas durante la noche. Sin embargo para la directora su trabajo es primordial tratando de cumplirlo con máxima responsabilidad; para atenuar su tensión interior después de la jornada habitual acude a un bar acompañada de uno de sus colegas de la prisión (Wendell Pierce).
Su siguiente caso es el del condenado Anthony Woods (Aldis Hodge), un afroamericano que injustamente ha sido sentenciado por haber matado 15 años atrás a un oficial de policía durante un robo perpetrado en un almacén de comestibles; su abnegado abogado defensor Marty Lumetta (Richard Schiff), convencido de su inocencia en la medida que durante su juicio faltaron pruebas que evidentemente demostrasen su culpabilidad, trata de insuflarle esperanzas.
Bernadine cumple con el burocrático protocolo de anticiparle a Woods el procedimiento de su ejecución explicándole que será objeto de tres dosis sucesivas de líquidos inyectables; además le señala que puede elegir el tipo de comida que desee para su última cena, como así también le pregunta si tiene familiares que dispongan de su cadáver. Cuando llega la hora final, desde el exterior de la prisión se escuchan las manifestaciones de protesta vociferando “Yo soy Anthony Woods”, aunque en nada ayuda a modificar la situación. En el interior de la sala de la muerte se ve al condenado postrado en la camilla suficientemente sujeto para su inmovilización, rodeado de la directora y del capellán de la prisión (Michael O’Neill) aguardando hasta el último minuto el milagro de la llamada telefónica de la oficina del gobernador otorgando clemencia y así poder condonarle la pena capital.
https://www.youtube.com/watch?v=O5pF-bHgtEM
La actuación de Woodard es excepcional teniendo en cuenta que se trata de un rol complejo y difícil de componer. En un excelente estudio de personalidad, ella es la fiel encarnación de una mujer estoica que lucha para preservar su compostura y calma exterior pero que llegado un momento no puede evitar que su rostro trasunte el remordimiento y dolor emocional en el cumplimiento de una misión que desgarra su alma. Los restantes integrantes del elenco cumplen idóneamente sus respectivos roles.
Chukwu que tuvo experiencia trabajando como voluntaria en varios casos de apelación de clemencia, brinda un sólido documento que destila profunda humanidad y compasión permitiendo la plena identificación con sus personajes, especialmente los de Bernadine y Woods.
Un reparo menor es la extremada minuciosidad de las alternativas que tienen lugar en la sala de ejecución produciendo una sensación de inquietud e incomodidad para quienes contemplan su desarrollo. Si bien la realizadora ha deseado con ello denunciar vivamente el cruel castigo de la pena de muerte, esas escenas podrían haber sido acortadas sin menoscabar su espíritu. En todo caso, esa objeción no desmerece a este remarcable y profundo drama, decididamente recomendable. Jorge Gutman