VIVIR DOS VECES. España, 2019. Un film de María Ripoll.
Esta comedia dramática, estrenada en España en 2019 y ahora disponible en Netflix, puede que no aporte algo nuevo; sin embargo, ese aspecto poco importa debido al afecto que la directora María Ripoll siente por sus muy bien descriptos personajes en un tema que aborda el mal de Alzheimer.
El guión de María Minguez presenta a Emilio (Oscar Martínez), un viejo cascarrabias que en sus años activos ha sido un brillante matemático y profesor universitario. Experimentando el comienzo del Alzheimer, en la primera escena una doctora lo interroga a través de ciertas pruebas para comprobar en qué estado de la enfermedad se encuentra. Viviendo solo en Valencia después de que su querida esposa falleció, quiere seguir gozando de su independencia y se resiste a aceptar la propuesta de su hija Julia (Inma Cuesta) para que se aloje con ella, su marido (Nacho López) y su pequeña hija Blanca (Mafalda Carbonell). Dentro de ese entorno familiar donde las relaciones no son siempre muy diáfanas, se destaca el vínculo especial entre el abuelo y su nieta; a pesar de que ella se muestra díscola viviendo el mundo actual de la era digital con su celular a mano permanentemente del cual el anciano se encuentra completamente apartado, gradualmente se va estableciendo un vínculo amistoso.
Como es bien sabido, los que sufren de esta cruel dolencia, en sus primeros estadios van lentamente desapareciendo los recuerdos cercanos pero no así los del lejano pasado; en consecuencia, Emilio a pesar de haber querido a su mujer relata a su nieta sobre el sentimiento amoroso que experimentó en su adolescencia hacia una chica llamada Margarita pero que nunca llegó a concretarse. Por lo tanto, en el ocaso de su existencia quisiera reencontrar al gran amor de su vida y para ello acude al auxilio de Julia y de Blanca para que le ayuden a localizarla antes de que sea demasiado tarde.
Tan sencilla como emotiva resulta esta historia en la que Ripoll ha sabido equilibrar el trasfondo dramático, como lo es el gradual deterioro cognitivo de Emilio, con situaciones de humor que nunca desentonan. A todo ello, lo más importante del film son las interpretaciones; así el veterano Martínez en el rol protagónico transmite con total convicción el progresivo extravío mental de su personaje; por su parte la debutante Carbonell descuella como la preadolescente imbuida de sorprendente espontaneidad, en tanto que Cuesta sale airosa como la hija que protegiendo a su padre trata de no querer aceptar la enfermedad de la cual él padece.
En esencia, Ripoll ofrece un film muy humano que llega directamente al alma con personajes de asequible identificación. Jorge Gutman