Efi­caz Entretenimiento

DAN­GE­ROUS LIES. Esta­dos Uni­dos, 2020. Un film de Michael M. Scott. Dis­po­ni­ble en Netflix

Com­bi­nan­do dra­ma y sus­pen­so el direc­tor Michael M. Scott logra man­te­ner en Dan­ge­rous Lies una satis­fac­to­ria intri­ga que con­ten­ta­rá a los aman­tes del género.

Jes­sie T. Usher y Cami­la Mendes

La acción que trans­cu­rre en Chica­go intro­du­ce al joven matri­mo­nio inte­gra­do por Katie (Cami­la Men­des) y Adam (Jes­sie T. Usher); si bien ambos se quie­ren lo sufi­cien­te­men­te como pare­ja la úni­ca preo­cu­pa­ción es la difí­cil situa­ción finan­cie­ra que atra­vie­san. Afor­tu­na­da­men­te, a tra­vés de una agen­cia de empleo Katie ha logra­do una ocu­pa­ción como cui­da­do­ra de Leo­nard (Elliott Gould), un anciano millo­na­rio sin fami­lia algu­na vivien­do en una con­for­ta­ble resi­den­cia de dos pisos ubi­ca­da en los subur­bios de la ciu­dad. Ella se sien­te a gus­to aten­dien­do a su emplea­dor quien a su vez le pro­di­ga un sin­ce­ro afec­to como si se tra­ta­se de un padre hacia su hija. Al saber que Katie está preo­cu­pa­da por­que su mari­do está sin tra­ba­jo, Leo­nard lo con­tra­ta a tiem­po par­cial para que se ocu­pe de las tareas per­ti­nen­tes al jar­dín de su propiedad.

El pun­to de quie­bre del guión de David Gol­den rela­to se pro­du­ce cuan­do un buen día dis­pues­ta a comen­zar su dia­ria labor Katie des­cu­bre que Leo­nard ha muer­to pací­fi­ca­men­te apos­ta­do en el sillón que se encuen­tra en el alti­llo de la casa. Antes de lla­mar a la poli­cía, su mari­do des­cu­bre que en un vie­jo baúl están guar­da­dos 100 mil dóla­res en bille­tes sueltos.

Man­te­nien­do el prin­ci­pio de no dar a cono­cer infor­ma­ción más amplia­da que pue­da resul­tar indis­cre­ta, sobre todo tra­tán­do­se de un rela­to de sus­pen­so, sólo se pue­de ade­lan­tar que la his­to­ria va com­pli­cán­do­se de aquí en más; así súbi­ta­men­te apa­re­ce la abo­ga­da del difun­to (Jamie Chung), un equí­vo­co agen­te de pro­pie­da­des (Cam Gigan­det) repre­sen­tan­do a un intere­sa­do com­pra­dor de la man­sión y una detec­ti­ve poli­cial (Sasha Ale­xan­der) for­mu­lan­do pre­gun­tas incó­mo­das sobre la muer­te de Leonard.

Efi­caz­men­te diri­gi­do y con un elen­co homo­gé­neo, el film cum­ple con su come­ti­do de entre­te­ner sana­men­te a tra­vés de una tra­ma bien urdi­da e inte­gra­da por acon­te­ci­mien­tos difí­cil­men­te pre­vis­tos que con­du­cen a un sor­pre­si­vo y satis­fac­to­rio desenlace.
Jor­ge Gutman

Cáli­do Home­na­je a una Madre

LE CH­TEAU. Cana­da, 2020. Un film de Denys Des­jar­dins. Dis­po­ni­ble en Illico 

El títu­lo de este docu­men­tal se refie­re al hogar de ancia­nos Châ­teau Beau­ri­va­ge ubi­ca­do en la zona nor­te de Mon­treal. Curio­sa­men­te, en momen­tos en que estas resi­den­cias últi­ma­men­te han sido seve­ra­men­te cues­tio­na­das por la lamen­ta­ble admi­nis­tra­ción y des­cui­do por par­te de sus res­pon­sa­bles en el dra­má­ti­co perío­do de la pan­de­mia en que se vive, el film de nin­gún modo alu­de a ello. El pro­pó­si­to del direc­tor Denys Des­jar­dins ha sido ren­dir home­na­je a Made­lei­ne Duchar­me-Des­jar­dins, su octo­ge­na­ria madre recien­te­men­te falle­ci­da que duran­te los últi­mos cin­co años de su vida vivió en la men­cio­na­da residencia.

El docu­men­tal enfo­ca a los ancia­nos en su coti­diano vivir don­de se los ve inter­ac­tuan­do en sus comi­das, jue­gos, cami­na­tas, con­ci­sas char­las man­te­ni­das entre ellos y el des­pla­za­mien­to que rea­li­zan a tra­vés de los espa­cios comu­nes del lugar.

En lo que con­cier­ne a Made­lei­ne, en el momen­to en que ella ingre­só al lugar fue des­ti­na­da a un con­for­ta­ble depar­ta­men­to ubi­ca­do en el ter­cer piso, don­de no se requie­re una asis­ten­cia impor­tan­te del per­so­nal por­que ese lugar está des­ti­na­do a per­so­nas que pue­den mane­jar­se en for­ma inde­pen­dien­te. Con el paso del tiem­po el esta­do físi­co de la ancia­na se vuel­ve más ende­ble así como comien­za a evi­den­ciar la pér­di­da de memo­ria; es ahí que se pro­du­ce el con­flic­to dra­má­ti­co cuan­do ella resis­te a ser des­pla­za­da a un depar­ta­men­to del pri­mer piso don­de en el mis­mo está alo­ja­da la gen­te impo­si­bi­li­ta­da de valer­se por sí mis­ma y que con­se­cuen­te­men­te requie­re reci­bir una aten­ción más personalizada.

El rea­li­za­dor acom­pa­ña­do de su equi­po ha teni­do la opor­tu­ni­dad de pene­trar en el edi­fi­cio para cap­tar la eta­pa cre­pus­cu­lar de sus habi­tan­tes y en espe­cial la de Made­lei­ne. Con gran huma­ni­dad Des­jar­dins fil­ma a su madre has­ta el momen­to en que su esta­do de dete­rio­ro lle­ga a un pun­to de no retorno; en tal sen­ti­do el docu­men­tal tes­ti­mo­nia la huma­ni­dad des­ple­ga­da por el direc­tor hacia su pro­ge­ni­to­ra como así tam­bién la de su her­ma­na Mary­se Des­jar­dins quien a modo de des­pe­di­da le pro­di­ga a Made­lei­ne su inmen­so cari­ño y confort.

No es la pri­me­ra vez que el cine cana­dien­se abor­da este deli­ca­do tema don­de sin ir más lejos se recor­da­rá cómo el nona­ge­na­rio cineas­ta Fer­nand Dan­se­reau retra­tó a la vejez en su mag­ní­fi­co docu­men­tal Le vieil âge et l’espérance (2019). Eso de nin­gún modo des­me­re­ce el hones­to tra­ba­jo de Des­jar­dins abor­da­do con enco­mia­ble serie­dad a tra­vés de una mira­da abso­lu­ta­men­te real sobre el ineluc­ta­ble pro­ce­so del envejecimiento.

Si hay algo impor­tan­te que tras­cien­de del film es la gran impor­tan­cia que adquie­re el calor de la fami­lia cuan­do uno de sus miem­bros se va extin­guien­do; de allí que resul­ta enco­mia­ble la tarea empren­di­da por el rea­li­za­dor en Le châ­teauJor­ge Gutman

Una Madre Difícil

TAMM­Y’S ALWAYS DYING. Cana­dá, 2019. Un film de Amy Jo John­son. Dis­po­ni­ble en las pla­ta­for­mas cana­dien­ses de Rogers, Bell, Telus, Shaw, Sask­tel, Coge­co, iTu­nes, Sony Plays­ta­tion MTS, Micro­soft Video y Goo­gle Play.

La pro­ble­má­ti­ca rela­ción entre una hija y su madre es expues­ta en Tamm­y’s Always Dying sin que su tra­ta­mien­to lo dis­tin­ga de otros que se han vis­to sobre el mis­mo tema. Según se lee en las notas de pren­sa, la rea­li­za­do­ra Amy Jo John­son ha tra­ta­do de trans­mi­tir aquí algu­nas de sus expe­rien­cias per­so­na­les y si bien lo logra en par­te, el resul­ta­do es un tan­to des­igual dado que el dra­ma no logra impac­tar como debiera.

Feli­city Huff­man y Anas­ta­sia Phillips

La acción que trans­cu­rre en la épo­ca actual en una peque­ña ciu­dad de Onta­rio pre­sen­ta a Kathy (Anas­ta­sia Phi­llips), una joven humil­de que tra­ba­ja en un bar local y que car­ga sobre sus hom­bros el tre­men­do peso de tener que tole­rar a su madre Tammy (Feli­city Huff­man), una alcohó­li­ca mujer de edad, nar­ci­sis­ta y tre­men­da­men­te des­agra­da­ble que pare­cie­ra gozar mani­pu­lan­do a su hija; así una de sus tác­ti­cas con­sis­te en simu­lar que se va a sui­ci­dar sal­tan­do des­de un puen­te pea­to­nal al vacío a fin de que Kathy esté lis­ta para venir a socorrerla.

Aun­que gran par­te del film dis­cu­rre entre la ten­sa rela­ción vigen­te entre estas dos muje­res, el guión de Joan­ne Sara­zen brin­da algu­nos deta­lles de la vida de Kathy, quien con su tra­ba­jo obtie­ne magros ingre­sos para sobre­vi­vir y lo que más ansía es dejar el lugar don­de resi­de; en su vida sen­ti­men­tal no hay mayor futu­ro que pue­da alen­tar en los casua­les encuen­tros sexua­les con un pedes­tre hom­bre casa­do (Aaron Ash­mo­re) y social­men­te el úni­co apo­yo lo obtie­ne de Doug (Clark John­son), su patrón gay con quien man­tie­ne un amis­to­so víncu­lo. Del lado de Tammy, poco o nada se sabe de su exis­ten­cia pasa­da dado que el libre­to no escla­re­ce cómo se desa­rro­lló la comu­ni­ca­ción entre ella y su hija cuan­do era más joven cómo tam­po­co se lle­gan a cono­cer las cau­sas de su alcoholismo.

El rela­to alcan­za su pico dra­má­ti­co cuan­do se des­cu­bre que Tammy sufre de un cán­cer ter­mi­nal lo que moti­va a que Kathy se ocu­pe de aten­der­la sin que su acti­tud alte­re la tóxi­ca rela­ción con su madre. De allí en más y a fin de obte­ner un dine­ro extra, a tra­vés de Ila­na (Lau­ren Holly), una cíni­ca agen­te de tele­vi­sión, logra que la invi­ten a par­ti­ci­par en un pro­gra­ma tele­vi­si­vo de entre­vis­tas infor­ma­les a fin de rela­tar su dra­ma per­so­nal. Aun­que este epi­so­dio adop­ta un tono satí­ri­co, su gra­cia es for­za­da y de algún modo des­vía el con­flic­to cen­tral de la historia.

Si bien la direc­ción de John­son es correc­ta, el guión no gra­vi­ta lo nece­sa­rio para tra­tar con más pro­fun­di­dad las carac­te­rís­ti­cas del psi­co­ló­gi­co abu­so mater­nal, en tan­to que los per­so­na­jes secun­da­rios no están lo sufi­cien­te­men­te desa­rro­lla­dos. Lo más impor­tan­te del film se halla en las sóli­das actua­cio­nes de sus dos pro­ta­go­nis­tas. Huff­man carac­te­ri­za con feroz inten­si­dad a la tirá­ni­ca madre inca­paz de mos­trar algún ras­go de reden­ción en tan­to que Phi­llips mag­ní­fi­ca­men­te da vida a la des­co­ra­zo­na­da y ago­bia­da hija suje­ta a los vai­ve­nes de su explo­ta­do­ra pro­ge­ni­to­ra a quien en últi­ma ins­tan­cia desea que la muer­te se la lle­ve lo antes posi­ble. Jor­ge Gutman

Peli­gro­so Tras­torno Mental

SWA­LLOW. Esta­dos Uni­dos, 2019. Un film escri­to y diri­gi­do por Car­lo Mira­be­lla-Davis. Dis­po­ni­ble en la pla­ta­for­ma mk2mile-end,Apple TV, Bell y Telus 

En su pri­me­ra incur­sión como direc­tor y guio­nis­ta Car­lo Mira­be­lla-Davis abor­da el des­or­den men­tal de una joven median­te un rela­to de rela­ti­vo sus­pen­so del cual es nece­sa­rio efec­tuar un con­si­de­ra­ble esfuer­zo para acep­tar su con­vul­sio­na­da premisa.

Haley Ben­nett

Obser­van­do Swa­llow, en su ini­cio uno tie­ne la idea de con­tem­plar un cuen­to de hadas don­de una her­mo­sa prin­ce­sa rodea­da del máxi­mo con­fort y esplen­dor se encuen­tra ence­rra­da en un opu­len­to cas­ti­llo. Ésa sería la situa­ción de Hun­ter (Haley Ben­nett), una joven que ascen­dió social y eco­nó­mi­ca­men­te al haber recien­te­men­te con­traí­do enla­ce con Richie (Aus­tin Sto­well); él es un joven millo­na­rio que está al fren­te de una impor­tan­te com­pa­ñía que per­te­ne­ce a su padre (David Ras­che). A pesar de que en una cena rodea­do de sus padres y ami­gos su mari­do le pro­di­ga flo­ri­dos elo­gios, en las esce­nas suce­si­vas se apre­cia que Hun­ter dis­ta de hallar­se cómo­da en ese ambien­te de lujo don­de nada le fal­ta pero se sien­te como una lin­da muñe­qui­ta lle­va­da de la mano por su espo­so y en algu­nos casos inva­di­da por la inje­ren­cia de sus suegros.

De natu­ra­le­za más bien calla­da, al tener la sen­sa­ción de estar con­fi­na­da en la sun­tuo­sa resi­den­cia en que habi­ta cum­plien­do sola­men­te las fun­cio­nes de un ama de casa, ella ven­ti­la su frus­tra­ción comen­zan­do a tra­gar extra­ños obje­tos pun­zan­tes que encuen­tra a su alre­de­dor, inclu­yen­do peda­zos de már­mol y pie­dras. Refle­jan­do cla­ra­men­te que su con­duc­ta res­pon­de a una seria ano­ma­lía psi­co­ló­gi­ca, lo más extra­ño es que antes de la boda su cón­yu­ge no haya repa­ra­do nada anor­mal en ella. La situa­ción alcan­za un cariz dra­má­ti­co cuan­do al que­dar emba­ra­za­da, una noti­cia que su mari­do cele­bra sin que en ella se deno­te ale­gría, per­sis­te su acti­tud de tra­gar obje­tos no comes­ti­bles. El hecho se deve­la cuan­do en el examen médi­co rela­ti­vo a su emba­ra­zo se evi­den­cia lo que se cobi­ja en el inte­rior de su cuer­po y cómo ello afec­ta al feto que lle­va en sus entra­ñas. Es enton­ces que la acti­tud afa­ble de Richie hacia su espo­sa deja de ser­lo y apo­ya­do por sus padres un tera­peu­ta (Laith Nakli) es con­tra­ta­do para que la esté per­ma­nen­te­men­te vigi­lan­do, lo que moti­va a que Hun­ter se sien­ta en su hogar más pri­sio­ne­ra que nunca.

A esta altu­ra de los acon­te­ci­mien­tos, el rela­to des­pier­ta la intri­ga sobre lo que irá a acon­te­cer tan­to en lo que con­cier­ne al com­por­ta­mien­to de la joven como al desa­rro­llo de su pre­ñez. Sin embar­go lo que sigue defrau­da por com­ple­to las expec­ta­ti­vas del espec­ta­dor en la medi­da que el guión intro­du­ce situa­cio­nes rebus­ca­das caren­tes de cre­di­bi­li­dad que con­du­cen a un ridícu­lo desenlace.

Lejos está el rela­to de ana­li­zar seria­men­te lo que impli­ca “pica”, el nom­bre de la enfer­me­dad que afec­ta a Hun­ter; por otra par­te, el film tam­po­co pue­de ser con­si­de­ra­do como una metá­fo­ra de la mujer que desea con­tro­lar su pro­pio cuer­po si aca­so ese sería el caso de esta joven que a pesar de sen­tir­se pre­sa en su resi­den­cia pre­ten­de demos­trar que al menos con su fobia es due­ña de mane­jar su orga­nis­mo. Por últi­mo, aten­dien­do a la des­crip­ción de los per­so­na­jes, no hay nin­gún moti­vo para infe­rir que Hun­ter esté some­ti­da o domi­na­da por su mari­do o por sus suegros.

El mayor pro­ble­ma de este thri­ller psi­co­ló­gi­co resi­de en el plan­teo de una his­to­ria rea­lis­ta que curio­sa­men­te care­ce de rea­lis­mo. A pesar de la muy bue­na actua­ción de Ben­nett su per­so­na­je poco creí­ble está esbo­za­do sin mayor pro­fun­di­dad y ésa es la razón por la que resul­ta difí­cil de con­mi­se­rar­se con el mis­mo. Jor­ge Gutman

Escla­re­ce­dor Informe

THE REPORT. Esta­dos Uni­dos, 2019. Un film escri­to y diri­gi­do por Scott Z. Burns. Dis­po­ni­ble en la pla­ta­for­ma Amazon

Indu­da­ble­men­te el ata­que terro­ris­ta del 11 de sep­tiem­bre de 2001 fue el más gran­de que Esta­dos Uni­dos haya expe­ri­men­ta­do algu­na vez en su his­to­ria. Como secue­la de este bru­tal aten­ta­do, el novel rea­li­za­dor Scott Z. Burns basa­do en acon­te­ci­mien­tos reales enfo­ca en The Report la tarea empren­di­da por la sena­do­ra demó­cra­ta Dian­ne Feins­tein (Annet­te Bening).

Adam Dri­ver

La con­gre­sis­ta de Cali­for­nia tra­ta de escla­re­cer los dis­cu­ti­bles méto­dos de tor­tu­ra apli­ca­dos por la CIA duran­te el gobierno del pre­si­den­te Bush a fin de obte­ner infor­ma­ción de los dete­ni­dos polí­ti­cos que direc­ta o indi­rec­ta­men­te estu­vie­ron invo­lu­cra­dos con los res­pon­sa­bles del devas­ta­dor ata­que. Para lograr su pro­pó­si­to en 2009 Feins­tein enco­mien­da a Daniel J. Jones (Adam Dri­ver), en su carác­ter de miem­bro del comi­té del sena­do, para que tome a su car­go la inves­ti­ga­ción del tema.

A tra­vés de los flash­backs que­da cla­ro cómo los pri­sio­ne­ros musul­ma­nes, de los cua­les muchos de ellos no tenían vin­cu­la­ción algu­na con Al-Qae­da, fue­ron for­za­dos a con­fe­sar median­te el empleo de téc­ni­cas de inte­rro­ga­ción que com­pren­dían tan­to la tor­tu­ra psi­co­ló­gi­ca así como la físi­ca inclu­yen­do el aho­ga­mien­to simu­la­do (water­boar­ding) y la pri­va­ción del sue­ño; aun­que esas cru­das esce­nas pro­du­cen un sen­ti­mien­to de males­tar de nin­gún modo exis­te la inten­ción de ape­lar a gol­pes bajos para atraer al espectador.

Median­te un guión muy bien ela­bo­ra­do se siguen los esfuer­zos de Jones en el come­ti­do de su misión, don­de no están ausen­tes los obs­tácu­los inter­pues­tos por jerar­cas de la CIA, como así tam­bién los intere­ses par­ti­da­rios con­tra­pues­tos de demó­cra­tas y repu­bli­ca­nos en las esfe­ras del Con­gre­so. Más aún, cuan­do des­pués de cin­co años de exhaus­ti­va dedi­ca­ción Jones fina­li­za su repor­te, encuen­tra inter­fe­ren­cias por par­te del gobierno para que éste sea publi­ca­do; eso es debi­do a que el pre­si­den­te Oba­ma con­si­de­ra­ba con­ve­nien­te “dar vuel­ta la pági­na” para no dañar la repu­tación de la CIA en la medi­da que este orga­nis­mo había eli­mi­na­do a Osa­ma Bin Laden. Con todo, la obs­ti­na­ción y deter­mi­na­ción de Jones per­mi­tió que el volu­mi­no­so infor­me no haya que­da­do sepul­ta­do a tra­vés de la difu­sión de sus con­clu­sio­nes por medio de la prensa.

Con un rit­mo ágil, Burns ofre­ce un thri­ller polí­ti­co con­cien­zu­do y pre­ci­so demos­tran­do cómo la demo­cra­cia pue­de correr el peli­gro de ser soca­va­da cuan­do la trans­pa­ren­cia de los actos públi­cos que­da limi­ta­da y reem­pla­za­da por enga­ños, hipo­cre­sías y abu­sos per­pe­tra­dos median­te el uso dis­cre­cio­nal del poder; en todo caso, que­da final­men­te refle­ja­do que a pesar de todo la ver­dad de lo acon­te­ci­do ter­mi­nó por imponerse.

Curio­sa­men­te, en los cré­di­tos fina­les se men­cio­na que nin­guno de los fun­cio­na­rios que han teni­do par­ti­ci­pa­ción en la apli­ca­ción de los pro­ce­di­mien­tos de tor­tu­ra reve­la­dos en el repor­te fue­ron juz­ga­dos o acu­sa­dos; más aún, algu­nos de los mis­mos ocu­pa­ron pos­te­rior­men­te ele­va­dos car­gos en la Agen­cia. Jor­ge Gutman