UN DIVAN À TUNIS / ARAB BLUES. Francia-Túnez, 2019. Un film escrito y dirigido por Manèle Labidi. 88 minutos
Indagando sobre algunas de las modalidades adoptadas por Túnez con motivo de los cambios que se produjeron durante el período de la “Primavera Árabe”, la directora franco-tunecina Manèle Labidi ofrece una liviana comedia costumbrista que transcurre en la capital de Túnez.
A través del guión de la realizadora se siguen las peripecias de Selma (Golshifteh Farahani) una inteligente psicoanalista que en 2012 retorna de Francia donde estaba residiendo desde los 10 años de edad para afincarse en su ciudad natal y practicar su profesión.
A pesar de dejar entrever algunos aspectos de una sociedad machista y la influencia ejercida por radicales religiosos islámicos, el relato nunca adquiere un cariz dramático; por el contario, Labidi ha preferido adoptar un tono liviano ilustrando las peripecias que atraviesa esta mujer en un medio cultural diferente al que transcurrió gran parte de su vida.
Residiendo con sus tíos, su adolescente prima Olfa (Aïcha Ben Miled) le pregunta porqué regresó de París cuando por el contrario ella lo que más anhela es vivir en la bella capital de Francia; la razón es que Selma desea brindar apoyo psicológico a su gente como consecuencia de los drásticos cambios políticos que afectan al país.
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De manera risueña el relato expone las vicisitudes de Selma estableciendo una especie de protocolo sobre la manera en que se realizarán las consultas, la reserva previa de las mismas y el estricto horario que se debe respetar; dentro de la variedad de casos que atiende, sus pacientes se sorprenden cuando la terapia requiere que deban acostarse en el diván del consultorio, situación que se presta a graciosos equívocos.
El nudo conflictivo del relato se produce cuando Naïm (Majd Mastoura), el policía local, a pesar de sentirse atraído por Selma, le comunica que no puede continuar su práctica sin poseer el permiso pertinente. Este inconveniente sirve como excusa para ilustrar todas las complicaciones burocráticas que la psicoanalista debe atravesar a fin de obtener la licencia profesional.
Un Divan à Tunis se apoya en las interacciones que Selma mantiene con sus pintorescos pacientes así como en la buena ilustración que efectúa Labidi de las tradiciones religiosas del país que en su implementación se traducen en comportamientos disímiles. De todos modos lo que más trasciende es la muy buena caracterización que Farahani logra de su personaje en el marco de esta comedia satírica que a pesar de ciertos estereotipos consigue entretener gratamente a la audiencia. Jorge Gutman