Deli­rios de Grandeza

THE NEST. Gran Bre­ta­ña-Cana­dá, 2019. Un film escri­to y diri­gi­do por Sean Dur­kin 107 minutos

Des­pués de varios años de ausen­cia en el que Sean Dur­kin impre­sio­nó con su ópe­ra pri­ma Martha Marcy May Mar­le­ne (2011) abor­dan­do un buen dra­ma de horror psi­co­ló­gi­co, aho­ra retor­na con The Nest en el que con­si­de­ra la desin­te­gra­ción de una rela­ción conyugal.

Jude Law y Carrie Coon

La acción que comien­za en Esta­dos Uni­dos se desa­rro­lla a media­dos de la déca­da del 80, un perío­do en el que se exal­tan las ven­ta­jas del sis­te­ma capi­ta­lis­ta. Den­tro de ese mar­co se sale al encuen­tro de Rory O’Ha­ra (Jude Law), un bri­tá­ni­co de media­na edad que se des­en­vuel­ve como ope­ra­dor en el mer­ca­do finan­cie­ro de Nue­va York. Es en esa ciu­dad don­de vive con­for­ta­ble­men­te con su espo­sa ame­ri­ca­na Alli­son (Carrie Coon) que es entre­na­do­ra de caba­llos, su hijo Ben (Char­lie Shot­well) y su hijas­tra Sam (Oona Roche). Todo cam­bia para esta fami­lia cuan­do Rory expre­sa su deseo de retor­nar a Ingla­te­rra por­que reci­bió una ten­ta­do­ra ofer­ta de tra­ba­jo pro­fe­sio­nal con muy bue­na remu­ne­ra­ción. En la medi­da que la fami­lia se ha des­pla­za­do en varias opor­tu­ni­da­des duran­te los últi­mos años, Alli­son se encuen­tra reluc­tan­te de vol­ver a hacer­lo pero final­men­te acep­ta la deci­sión de su espo­so y es así que el núcleo fami­liar se muda a una amplia man­sión góti­ca ubi­ca­da en Surrey, no muy lejos de Londres.

Los pro­ble­mas con­yu­ga­les comien­zan a sur­gir a par­tir del momen­to en que Alli­son se ente­ra que el moti­vo por el que su mari­do deci­dió tras­la­dar­se a Ingla­te­rra no res­pon­dió exac­ta­men­te a lo que él le había dicho. A ello se agre­ga que Rory en su pues­to de ase­sor finan­cie­ro man­tie­ne serias dife­ren­cias con su jefe (Michael Cul­kin) quien no quie­re acep­tar las medi­das por él sugeridas.

Len­ta­men­te se van reve­lan­do los deli­rios de gran­de­za de Rory don­de sus ima­gi­na­ti­vos sue­ños de un futu­ro bri­llan­te comien­zan a tam­ba­lear, los ingre­sos dis­mi­nu­yen y las deu­das se van acu­mu­lan­do; asi­mis­mo la rela­ción matri­mo­nial se vuel­ve más ten­sa dado que Alli­son se ve afec­ta­da por las men­ti­ras de su espo­so y ade­más se sien­te ago­bia­da den­tro de los muros de una resi­den­cia pala­cie­ga a todas luces lúgu­bre; el úni­co solaz de esta mujer es un muy que­ri­do caba­llo que ha traí­do de Esta­dos Uni­dos pero cuya repen­ti­na muer­te le pro­du­ce un gran des­con­sue­lo. A medi­da que el tiem­po trans­cu­rre el cli­ma de ani­mo­si­dad entre mari­do y mujer se va inten­si­fi­can­do y esa des­ar­mo­nía reper­cu­te sen­si­ble­men­te en sus hijos quie­nes ade­más no logran ajus­tar­se por com­ple­to al nue­vo ambien­te cultural.

Dur­kin logra una bue­na pues­ta escé­ni­ca aun­que su guión no alcan­za con­for­mar sufi­cien­te­men­te. Si bien se pue­de infe­rir que él ha que­ri­do efec­tuar una crí­ti­ca sobre el mate­ria­lis­mo cul­tu­ral impe­ran­te en la épo­ca como cau­sa de la dis­gre­ga­ción con­yu­gal, el desa­rro­llo dra­má­ti­co de su rela­to no resul­ta muy con­vin­cen­te, sobre todo por un final deci­di­da­men­te incon­clu­so don­de se igno­ra cuál será el futu­ro de esta fami­lia. Lo mejor del film des­can­sa en su elen­co en don­de Law se desem­pe­ña cabal­men­te como el insa­cia­ble tre­pa­dor que final­men­te se topa con la cru­da reali­dad, en tan­to que Coon carac­te­ri­za impe­ca­ble­men­te a la mujer que len­ta­men­te se des­es­ta­bi­li­za emo­cio­nal­men­te al enfren­tar la des­com­po­si­ción del núcleo fami­liar.  Jor­ge Gutman