El Via­je Final

SUPER­NO­VA. Gran Bre­ta­ña, 2020. Un film escri­to y diri­gi­do por Harry Mac­queen. 94 minu­tos. Dis­po­ni­ble en varias pla­ta­for­mas, inclu­yen­do  Apple TV/iTunes

A pocas sema­nas del lan­za­mien­to de Deux, el públi­co tie­ne nue­va­men­te la posi­bi­li­dad de con­tem­plar otra her­mo­sa his­to­ria de amor en Super­no­va, el segun­do tra­ba­jo del guio­nis­ta y rea­li­za­dor Harry Mac­queen. Abor­dan­do el deli­ca­do tema de la demen­cia en sus pri­me­ros esta­dios, con espe­cial sen­si­bi­li­dad el cineas­ta ilus­tra la for­ma en que esa ano­ma­lía afec­ta a una entra­ña­ble pareja.

Stan­ley Tuc­ci y Colin Firth

Este docu­dra­ma pre­sen­ta a Tus­ker (Stan­ley Tuc­ci) y Sam (Colin Firth), ambos de edad madu­ra quie­nes des­de hace dos déca­das han com­par­ti­do un pro­fun­do víncu­lo sen­ti­men­tal sin que el trans­cur­so de los años pudie­ra haber­lo des­gas­ta­do. Con todo hay una oscu­ra nube que se cier­ne sobre ellos por­que hace dos años Tus­ker ha sido diag­nos­ti­ca­do de demen­cia pre­ma­tu­ra; él que es escri­tor pro­si­gue con sus apun­tes aun­que cada vez más le resul­ta difi­cul­to­so expre­sar sus ideas; por su par­te, Sam sien­do un renom­bra­do pia­nis­ta ha deja­do un poco de lado su pro­fe­sión para dedi­car más su aten­ción a su que­ri­do compañero.

Tenien­do en cuen­ta lo que ante­ce­de, a comien­zos del oto­ño ambos han deci­di­do empren­der un via­je en su fur­go­ne­ta rum­bo al noroes­te de Ingla­te­rra a lo lar­go de Lake Dis­trict (Dis­tri­to de los Lagos) para vol­ver a visi­tar algu­nos de los luga­res en que expe­ri­men­ta­ron la dicha de estar juntos.

En las pri­me­ras esce­nas se obser­va a Sam mane­jan­do el vehícu­lo y a Tus­ker como acom­pa­ñan­te, inter­cam­bian­do ani­ma­da­men­te con­ver­sa­cio­nes cir­cuns­tan­cia­les sal­pi­ca­das de humor. Eso no impi­de a Sam mani­fes­tar­se preo­cu­pa­do cuan­do Tus­ker le comu­ni­ca no haber traí­do sus reme­dios por­que los encuen­tra inú­ti­les y por­qué ade­más en un alto del camino su ros­tro deno­ta cier­ta con­fu­sión. Una para­da en la gran­ja fami­liar don­de vive la her­ma­na de Sam (Pip­pa Hey­wood) y en don­de los visi­tan­tes son obje­to de una gra­ta reu­nión sor­pre­si­va rodea­da de parien­tes y de vie­jos ami­gos, cons­ti­tu­ye uno de los feli­ces momen­tos del tra­yec­to. Al reanu­dar el reco­rri­do el rela­to va adqui­rien­do mayor dramatismo.

Es real­men­te enco­mia­ble cómo Mac­queen ha des­crip­to a estos dos per­so­na­jes y el modo en que ha sido carac­te­ri­za­do por dos excep­cio­na­les acto­res. Tuc­ci mara­vi­lla tras­lu­cien­do el sen­ti­mien­to de una per­so­na que aún lúci­da no desea ser una car­ga para su ama­do; es así que pre­fie­re poner fin a su exis­ten­cia antes que su enfer­me­dad pro­gre­se al pun­to en que lle­gue a per­der su capa­ci­dad cog­ni­ti­va y se con­vier­ta en un tris­te recuer­do para él. De su lado, Firth com­po­nien­do al alma del rela­to es insu­pe­ra­ble como el hom­bre que de nin­gu­na mane­ra quie­re ver par­tir a alguien que le ha dado sen­ti­do a su vida; las expre­sio­nes facia­les de Sam ‑cap­ta­das en pri­me­ros pla­nos por la cáma­ra del rea­li­za­dor- trans­mi­ten esa gran pena y angus­tia que lle­ga pro­fun­da­men­te al espec­ta­dor. Ambos intér­pre­tes logran una extra­or­di­na­ria sim­bio­sis refle­jan­do con excep­cio­nal auten­ti­ci­dad los dife­ren­tes mati­ces de inti­mi­dad que viven sus per­so­na­jes tan­to a tra­vés de las pala­bras como de los silen­cios mantenidos.

Cabe aplau­dir el bri­llan­te ofi­cio del cineas­ta quien ape­lan­do a una sobria y flui­da narra­ción ha obte­ni­do un estu­pen­do dra­ma román­ti­co don­de sus per­so­na­jes deben con­fron­tar la ineluc­ta­ble mor­ta­li­dad y avi­zo­rar el futu­ro del uno sin el otro.

Un deta­lle para des­ta­car es que el rea­li­za­dor en su con­di­ción de guio­nis­ta pre­fi­rió que sus pro­ta­go­nis­tas no fue­sen hete­ro­se­xua­les; pro­ba­ble­men­te su pro­pó­si­to haya sido el de demos­trar que cual­quie­ra sea la orien­ta­ción sexual de los miem­bros de una pare­ja lo que pre­do­mi­na es la nece­si­dad vital de amar y ser ama­do no obs­tan­te cual­quier obs­tácu­lo que se inter­pon­ga en el camino. Jor­ge Gutman