Mi Año con Salinger

MY SALIN­GER YEAR. Cana­dá-Irlan­da, 2020. Un film escri­to y diri­gi­do por Phi­lip­pe Falar­deau. 101 minutos.

En su últi­ma incur­sión cine­ma­to­grá­fi­ca, el des­ta­ca­do rea­li­za­dor Phi­lip­pe Falar­deau enfo­ca la expe­rien­cia neo­yor­ki­na de la escri­to­ra, nove­lis­ta y poe­ta ame­ri­ca­na Joan­na Rakoff vol­ca­da en su exi­to­so libro My Salin­ger Year publi­ca­do en 2014. En la adap­ta­ción rea­li­za­da Falar­deau logra un rela­to intere­san­te aun­que con cier­tos des­ni­ve­les que impi­den a que el resul­ta­do final resul­te com­ple­ta­men­te satis­fac­to­rio. Dado que se tra­ta de un rela­to de fic­ción, el cineas­ta intro­du­jo en el guión algu­nas licen­cias sin afec­tar el con­te­ni­do original.

Mar­ga­ret Qualley

Mar­ga­ret Qua­lley ani­ma a la bohe­mia Joan­na quien a media­dos de la déca­da del 90 deja sus estu­dios de Ber­ke­ley y a su ami­go músi­co (Ham­za Haq) detrás para tras­la­dar­se a la ciu­dad de New York dado que como aspi­ran­te escri­to­ra cree que es el lugar ideal para poder con­cre­tar su pro­pó­si­to. Es allí que logra emplear­se en una de las prin­ci­pa­les agen­cias lite­ra­rias que se ocu­pa de repre­sen­tar a los más pres­ti­gio­sos auto­res de habla ingle­sa. Como asis­ten­te de la direc­to­ra Mar­ga­ret (Sigour­ney Wea­ver), entre otras tareas que se le enco­mien­da es la de leer la nutri­da corres­pon­den­cia que los faná­ti­cos de Jero­me David Salin­ger (1919 – 2010) diri­gie­ron a la agen­cia para que le fue­se entre­ga­da y que no han sido res­pon­di­das. Para quie­nes no estén fami­lia­ri­za­dos con Salin­ger, bas­ta seña­lar que ha sido un escri­tor esta­dou­ni­den­se de gran noto­rie­dad por su nove­la The Cat­cher in the Rye publi­ca­da en 1951, que se con­vir­tió en un clá­si­co de la lite­ra­tu­ra moderna.

A medi­da que Joan­na va rea­li­zan­do su tra­ba­jo en el que le impri­me un par­ti­cu­lar esti­lo apar­tán­do­se de las reglas pro­to­co­la­res, ella va refle­jan­do su poten­cial talen­to que a la pos­tre le per­mi­ti­rá lograr la meta per­se­gui­da. Ade­más de ilus­trar el mun­do lite­ra­rio de la épo­ca en que trans­cu­rre, Falar­deau ofre­ce un muy buen retra­to de Joan­na en el pro­ce­so de madu­rez que expe­ri­men­ta tan­to en el plano pro­fe­sio­nal como asi­mis­mo en su rela­ción amo­ro­sa man­te­ni­da con Don (Dou­glas Booth), quien tam­bién es un aspi­ran­te nove­lis­ta. Con todo, lo que más tras­cien­de en el rela­to es el víncu­lo esta­ble­ci­do entre Joan­na y Mar­ga­ret que si bien al prin­ci­pio pare­ce­ría suge­rir la exis­ten­cia de un dis­tan­cia­mien­to entre ambas, el buen desem­pe­ño de la futu­ra escri­to­ra per­mi­te que se gane el res­pe­to de su inti­mi­dan­te jefa.

No todo el rela­to man­tie­ne un nivel uni­for­me­men­te pare­jo en la medi­da que hay temas sub­ya­cen­tes sin ser explo­ra­dos sufi­cien­te­men­te, como es el caso del víncu­lo que Joan­na esta­ble­ce con algu­nos de los admi­ra­do­res del autor (Théo­do­re Pelle­rin); asi­mis­mo tam­po­co está muy desa­rro­lla­do el inten­to de la joven de nego­ciar los tér­mi­nos de una bre­ve his­to­ria que el reclui­do Salin­ger (Tim Post) había escri­to para el New Yor­ker en 1965, a fin de con­ver­tir­lo en un libro.

No obs­tan­te que el títu­lo del film alu­de al nexo de Joan­na con Salin­ger, esa aso­cia­ción es muy exigua sin que por ello afec­te al rela­to. A nivel inter­pre­ta­ti­vo Qua­lley per­sua­de como la dócil apren­diz lite­ra­ria que a medi­da que va evo­lu­cio­nan­do se va abrien­do el camino en un mun­do com­pe­ti­ti­vo en el que lle­ga­rá a con­ver­tir­se en des­ta­ca­da escri­to­ra; asi­mis­mo, la vete­ra­na Wea­ver impre­sio­na como la inte­li­gen­te a la vez que sar­cás­ti­ca e iró­ni­ca agen­te literaria.

Con una bue­na repro­duc­ción de épo­ca de New York, aun­que el film fue roda­do en Mon­treal, Falar­deau logra una come­dia dra­má­ti­ca que sin pro­cu­rar mayor emo­ción de todos modos per­mi­te que su visión resul­te pla­cen­te­ra. Jor­ge Gutman