Una Que­ri­da Artis­ta de Finlandia

TOVE. Fin­lan­dia-Sue­cia, 2020. Un film de Zai­da Ber­groth. 103 minutos

Pue­de que para quie­nes no viven en Fin­lan­dia o en los paí­ses escan­di­na­vos el nom­bre de Tove Jans­son (1914 – 2001) no resul­te fami­liar; no obs­tan­te ha sido una de las artis­tas fin­lan­de­sas más impor­tan­tes del siglo pasa­do en su con­di­ción de pin­to­ra, escri­to­ra, dibu­jan­te e ilus­tra­do­ra. De allí que resul­te más que bien­ve­ni­do este film de Zai­da Ber­groth abor­dan­do a esta crea­do­ra duran­te un bre­ve y fruc­tí­fe­ro perío­do de su vida.

Alma Poys­ti

El guión de Eeva Putro comien­za en Hel­sin­ki en 1944 don­de se con­tem­pla una ciu­dad arra­sa­da por los bom­bar­deos béli­cos. Allí, tra­ba­jan­do en su taller Tove (Alma Poys­ti) enfo­ca su aten­ción en la pin­tu­ra ade­más de ilus­trar como dibu­jan­te a los Mum­mins, per­so­na­jes que repre­sen­tan unos hipo­pó­ta­mos blan­cos que cons­ti­tu­yen un esla­bón esen­cial en su carác­ter de escri­to­ra de cuen­tos infan­ti­les. Con todo, la tarea que rea­li­za no es apre­cia­da por su padre (Robert Enc­kel), un renom­bra­do escul­tor, que juz­ga a las cari­ca­tu­ras esbo­za­das por su hija como algo sin mayor tras­cen­den­cia. Si bien en un prin­ci­pio el tra­ba­jo de Tove no lle­ga a reper­cu­tir, pocos años más tar­de alcan­za una extra­or­di­na­ria popu­la­ri­dad gra­cias a los Mum­mins y a otros per­so­na­jes de su crea­ción que cobra­ron vida en las tiras de his­to­rie­tas cómi­cas ade­más de haber sido tras­la­da­dos al tea­tro con gran éxi­to; eso se com­ple­men­ta con el váli­do reco­no­ci­mien­to obte­ni­do como talen­to­sa pintora.

Pese a que el rela­to no deja de con­si­de­rar el pro­ce­so de crea­ción artís­ti­ca de Tove y su bús­que­da de com­ple­ta inde­pen­den­cia como tal, la tra­ma cen­tra­li­za la aten­ción en el estu­dio carac­te­ro­ló­gi­co de su per­so­na. Con­si­de­ran­do que la vida es una aven­tu­ra nutri­da de giros y vuel­tas, su natu­ra­le­za bohe­mia y de libre espí­ri­tu gra­vi­ta alre­de­dor de dos per­so­nas que tras­cen­die­ron en su vida. Una de ellas es el polí­ti­co izquier­dis­ta Atos Wir­ta­nen (Shan­ti Roney), con quien enta­bla­rá una rela­ción amo­ro­sa a pesar de que él es un hom­bre casa­do; pero el vuel­co emo­cio­nal de Tove será mayor cuan­do cono­ce a Vivi­ca Ban­der (Kris­ta Koso­nen), una direc­to­ra tea­tral de la alta socie­dad fin­lan­de­sa e hija del alcal­de de la ciu­dad, con quien man­ten­drá un apa­sio­na­do roman­ce. Sin embar­go, Tove no pue­de ocul­tar su frus­tra­ción al ver que su amor no es corres­pon­di­do por su aman­te quien no tie­ne repa­ro alguno en man­te­ner aven­tu­ras amo­ro­sas con otras muje­res. Aun­que en prin­ci­pio la artis­ta rehú­sa la pro­pues­ta matri­mo­nial de Atos al haber­se divor­cia­do de su mujer, final­men­te acce­de unir su vida a él pero el matri­mo­nio es de cor­to alcan­ce por­que ella no pue­de des­pren­der­se del fuer­te sen­ti­mien­to hacia Vivi­ca. Aun­que el desa­rro­llo del rela­to se detie­ne a media­dos de la déca­da del 50, des­pués de su des­ilu­sión amo­ro­sa la atri­bu­la­da Tove encuen­tra su defi­ni­ti­vo des­tino sen­ti­men­tal en Tuu­lik­ki Pie­ti­lä (Joan­na Haart­ti), una artis­ta grá­fi­ca que será su com­pa­ñe­ra has­ta el final de su existencia.

Den­tro del esque­ma tra­di­cio­nal del rela­to bio­grá­fi­co, la direc­to­ra ha logra­do una meticu­losa pues­ta escé­ni­ca man­te­nien­do un flui­do rit­mo en su narra­ción. De todos modos, la soli­dez del film resi­de en la estu­pen­da carac­te­ri­za­ción de Poys­ti quien sumer­gién­do­se en la per­so­na­li­dad de la pin­to­ra, a pesar de haber lle­ga­do a ser reco­no­ci­da como una pres­ti­gio­sa artis­ta demues­tra su fra­gi­li­dad al ver que su ansia­da liber­tad de actuar se ve refre­na­da al que­dar atra­pa­da por una fogo­si­dad amo­ro­sa sin futu­ro alguno. La inter­pre­ta­ción de Poys­ti no ensom­bre­ce la de Koso­nen quien con­vin­cen­te­men­te trans­mi­te la per­so­na­li­dad ego­cén­tri­ca y egoís­ta de una mujer en pro­cu­ra de satis­fac­ción sexual pero des­pro­vis­ta de amor. Igual­men­te impe­ca­ble es la com­po­si­ción de Roney como el afa­ble indi­vi­duo ena­mo­ra­do de Tove pero que encuen­tra en Vivi­ca una fuer­te com­pe­ti­do­ra en los sen­ti­mien­tos de su ama­da a la que no pue­de vencer.

En esen­cia, este es un tierno rela­to sen­ti­men­tal agra­cia­do por un buen elen­co y nota­bles valo­res de pro­duc­ción. Men­ción espe­cial mere­ce la ban­da sono­ra incor­po­ran­do agra­da­bles temas, entre otros, de Edith Piaf (C’est Mer­vei­lleux), Benny Good­man (Sing, Sing, Sing), Josephi­ne Baker (De temps en temps), Glenn Miller (In the Mood) y el famo­so tan­go de Car­los Gar­del inter­pre­tan­do “Por una Cabe­za”. Jor­ge Gutman