ANNETTE. Francia-Alemania-Bélgica-Japón-México, 2021. Un film de Leos Carax. 140 mins.
Después de haber realizado Holy Motors en 2012, Leos Carax retorna con Annette, una ambiciosa producción musical que adopta la forma de una ópera rock. La colaboración conjunta del realizador con los hermanos Ron y Russell Mael ‑los líderes de la banda musical Sparks– quienes igualmente han participado en el guión, genera una película casi totalmente cantada, grandiosa en su forma pero desconcertante en su contenido.
Antes que aparezca la primera imagen, el director solicita al público que preste la máxima atención y que contenga la respiración durante su desarrollo como también otras cosas más. En consecuencia esa advertencia permite estar precavido de que se estará presenciando algo completamente diferente. Inmediatamente, se lo ve a Carax a cargo de una sesión de grabación y en la próxima secuencia él junto con los Mael, los protagonistas del film y otros cantantes desfilan por la calle al compás de la animada obertura musical So May We Start.
De allí en más el relato presenta a Henry (Adam Driver) un comediante que monologa en una sala de espectáculos; arropado en el escenario con un traje de baño; mientras actúa se deleita burlándose a sí mismo empleando un humor provocativo no exento de contenido machista. Sentimentalmente está enamorado de Ann (Marion Cotillard), una cantante de ópera de fama internacional, donde el apasionado amor que los une queda reflejado en la atractiva canción We love each other. La vida de la pareja habrá de cambiar con el nacimiento de Annette (representada por una marioneta de madera), quien a los dos años de edad demuestra notables condiciones artísticas. Henry aprovecha su talento para que la pequeña actúe en público con la dirección musical de su gran amigo (Simon Helberg) cuyo nombre se desconoce.
A partir de la muerte de Ann, la historia va adquiriendo un tono sombrío en la medida que Henry inicia un descenso a los infiernos autodestruyéndose. Es allí que Annette ya más grandecita y adquiriendo la figura de un ser humano le cantará a su padre algunas verdades que él no pudo o no quiso ver.
La película no está exenta de ideas que acontecen en la vida real, como la tóxica masculinidad, la violencia que implícitamente destila en los monólogos de Henry así como esporádicamente alude al movimiento #MeToo cuando solapadamente el comediante es acusado de haber abusado a varias mujeres; pero en el fondo esta extraña tragedia cantada no alcanza a generar auténtica emoción. De todos modos cabe apreciar la extraordinaria prestación de Driver como el misántropo y torturado psicópata, así como la participación de la siempre eficiente Cotillard aunque su personaje no esté suficientemente desarrollado.
Dicho lo que antecede, la atracción de esta perpleja odisea musical reside en su alucinante riqueza visual. En tal sentido, el diseño de producción de Florian Sanson, la fotografía de Caroline Champetier y la escenografía de Marion Mitchel son nada menos que excepcionales. A todo ello, distinción especial merecen Romauld Collinet por el diseño técnico de la marioneta y Estelle Chalier por su contribución estética al permitir que la Annette de madera transmita una inigualable expresividad como si se tratara de una verdadera criatura de carne y hueso. Jorge Gutman