Una Entra­ña­ble Amistad

MI MEJOR AMI­GA ANNE FRANK. Holan­da, 2021. Un film de Ben Som­bo­gaart 103 minu­tos. Dis­po­ni­ble en Netflix

Nume­ro­sos films han revi­vi­do la tra­ge­dia del Holo­caus­to como así tam­bién las vici­si­tu­des de Anne Frank a tra­vés de su emble­má­ti­co dia­rio. Sin embar­go lo que no ha sido muy difun­di­do es la rela­ción man­te­ni­da entre Anne y Han­nah Gos­lar; esta emo­ti­va pelí­cu­la del rea­li­za­dor Ben Som­bo­gaart la expo­ne adop­tan­do el pun­to de vis­ta de Hannah.

Josephi­ne Arend­sen y Aiko Beemsterboer

El guión de Marian Bata­vier y Paul Ruven, basa­do en el libro Memo­ries of Anne Frank: Reflec­tions of a Chilldhood Friend de la escri­to­ra ame­ri­ca­na Ali­son Les­lie Gold, cro­no­ló­gi­ca­men­te comien­za en 1942 cuan­do la capi­tal de Holan­da está com­ple­ta­men­te ocu­pa­da por el ejér­ci­to nazi. En ese entorno, la joven judía Han­nah (Josephi­ne Arend­sen) de 12 años y Anne (Aiko Beems­ter­boer) de simi­lar edad han lle­ga­do a ser ínti­mas ami­gas y ven trans­cu­rrir sus vidas plá­ci­da­men­te; cada una mani­fies­ta sus sue­ños, inquie­tu­des, el comien­zo de la atrac­ción hacia los chi­cos y otros aspec­tos carac­te­rís­ti­cos de quie­nes tran­si­tan la ado­les­cen­cia. La situa­ción se alte­ra cuan­do obser­van­do el atroz tra­to que los ale­ma­nes dis­pen­san a los que son judíos ellas cobran total con­cien­cia de la gra­ve­dad de vivir en un ambien­te inva­di­do de vio­len­cia y muer­te. Cuan­do un buen día Anne des­apa­re­ce, Han­nah cree que pudo esca­par con su fami­lia a Sui­za, igno­ran­do que en reali­dad ella y su fami­lia logra­ron escon­der­se en el áti­co del edi­fi­cio de la com­pa­ñía de su padre.

Entre­tan­to, debi­do a que la per­se­cu­ción de los judíos adquie­re mayor inten­si­dad, Vader Gos­lar (Roe­land Fernhout) ‑el padre de Han­nah- espe­ra obte­ner los pasa­por­tes que le per­mi­tan a él, su seño­ra Mut­ti (Lot­te Helling­man), pró­xi­ma a dar a luz, la bebi­ta Gabi y Han­nah para tras­la­dar­se a Ingla­te­rra en pro­cu­ra de poder estar a sal­vo de la atro­ci­dad nazi. Sin embar­go esa inten­ción se malo­gra cuan­do los sol­da­dos del ejér­ci­to ale­mán irrum­pen en su hogar des­pués de que Mut­ti falle­ce por ausen­cia de asis­ten­cia sani­ta­ria en el momen­to del par­to. Es así como Vader, Han­nah y su her­ma­ni­ta ter­mi­nan sien­do depor­ta­dos al cam­po de con­cen­tra­ción de Ber­gen-Bel­sen; en ese tétri­co lugar de exter­mi­nio Han­nah reme­mo­ra los momen­tos de feli­ci­dad vivi­dos con su gran ami­ga del alma. Quie­re el des­tino que en el mis­mo cam­po, pero en luga­res dife­ren­tes se encuen­tren tam­bién Anne con su her­ma­na Mar­got malnu­tri­das y pade­cien­do de hambre.

Uno de los logros del film se debe a la muy bue­na des­crip­ción de sus prin­ci­pa­les per­so­na­jes y la carac­te­ri­za­ción logra­da por las jóve­nes actri­ces exis­tien­do entre ellas una sin­gu­lar com­pli­ci­dad. Beems­ter­boer da con el jus­to tono de la Anne vívi­da y de espí­ri­tu rebel­de con­tras­tan­do en per­so­na­li­dad con la más sose­ga­da, tími­da y tran­qui­la Han­nah que Arend­sen carac­te­ri­za mara­vi­llo­sa­men­te. Cuan­do la his­to­ria se apro­xi­ma hacia su des­en­la­ce se pro­du­ce una esce­na de pro­fun­da emo­ción que es pre­fe­ri­ble no comentarla.

La direc­ción de Som­bo­gaart es correc­ta no obs­tan­te que en su pri­me­ra par­te la narra­ción no alcan­za la sufi­cien­te flui­dez para evi­tar que el rit­mo ami­no­re; sin embar­go, esta obser­va­ción no lle­ga a afec­tar el resul­ta­do posi­ti­vo de este buen dra­ma resal­tan­do la entra­ña­ble amis­tad y el des­per­tar de la ino­cen­cia de Han­nah y Anne.

Como es bien sabi­do, Anne mue­re en 1945 pocos meses antes de que la gue­rra con­clu­ye­ra; afor­tu­na­da­men­te Han­nah y su her­ma­na logra­ron sobre­vi­vir el Holo­caus­to. Los cré­di­tos fina­les apun­tan que Han­nah emi­gró a Pales­ti­na para tra­ba­jar de enfer­me­ra; en la actua­li­dad con sus 93 años de edad vive en Jeru­sa­lén, el lugar don­de pudo recons­truir su vida con su mari­do médi­co, sus 3 hijos, 11 nie­tos y 20 bis­nie­tos. Jor­ge Gutman