Crónica de Jorge Gutman
UN ENNEMI DU PEUPLE. Autor: Henrik Ibsen – Traducción y Adaptación: Sarah Berthiaume — Dirección: Édith Patenaude – Elenco: Emmanuel Bédard, Steve Gagnon, Eve Landry, Éric Leblanc, Marianne Marceau, Kevin McCoy, Noémie O’Farrell, Jean-Sébastien Ouellette y Dominique Pétin – Escenografía: Odile Gamache — Vestuario: Cynthia St-Gelais – Iluminación: Jean-François Labbé – Música Original: Josué Beaucage — Asistente de Dirección: Caroline Boucher-Boudreault — Coproducción: Théâtre du Nouveau Monde y Théâtre Du Trident. Duración: 2 horas con un intervalo de 20 minutos. Representaciones: Hasta el 9 de abril de 2022 en el Théâtre du Nouveau Monde (www.tnm.qc.ca)
Esta excelente obra de Ibsen que ha sido representada mundialmente cobra nueva vida en la adaptación realizada por Sarah Berthiaume con la puesta en escena de Édith Patenaude. No cabe duda que la riqueza de un clásico como lo es Un Enemigo del Pueblo reside en que puede adaptarse a través de diferentes enfoques y de acuerdo a las circunstancias reinantes, con todo, la versión ofrecida por el TNM abre paso a la discusión por diversas razones.
Comenzando por un aspecto formal que de ningún modo afecta a la esencia de la obra, la directora decidió feminizar el personaje protagónico. Eso se debe a que Patenaude considera que generalmente las piezas son escritas por hombres otorgando al género masculino mayor relevancia. Sin embargo, eso no es el caso de Ibsen quien precisamente resaltó a la mujer en varias de sus creaciones como La Dama del Mar (1888), Hedda Gabler (1890) y sobre todo a la emblemática Nora de Casa de Muñecas (1879).
Para quienes aún no estén familiarizados con el argumento de la obra, he aquí una breve reseña. Katrine Stockman es una íntegra doctora trabajando en un establecimiento termal de Noruega que vitaliza la economía local. Cuando ella sospecha que las aguas termales están contaminadas, sus temores se confirman después de haber efectuado los análisis químicos pertinentes; eso la induce a preparar un informe alerttando que el empleo del agua es nocivo para la salud de la población; eso provoca la contundente reacción negativa de su hermano Peter quien como alcalde del municipio, trata de disuadir a Katrine de su propósito. No tardará mucho en producirse una reacción en cadena en donde la doctora finalmente será considerada “una enemiga del pueblo”.
Aunque escrita en 1882, la pieza de Ibsen adquiere completa vigencia. Así queda claro como el magnetismo del dinero es más importante que la vida humana; tergiversando la verdad de lo que acontece por parte de la clase dirigente, poco importa manipular la opinión pública bastardeando de este modo el legítimo objetivo de la democracia. Al propio tiempo, tal como lo expresara Balzac en su magistral libro Illusions Perdues, el autor noruego ilustra cómo la prensa libre se desnaturaliza al tener que avenirse a pactar con la autoridad local.
La obra presenciada no se aparta de su esencia fundamental pero en opinión de quien escribe estas líneas es su implementación la que la vuelve desconcertante. Así el drama realista de Ibsen se convierte por momentos en un franco vodevil y a medida que progresa cede lugar a una dudosa sátira que impide compenetrarse con la profunda frustración y amargura que su protagonista atraviesa. Por ejemplo, las alocuciones entre Katrine y el alcalde adquieren el carácter de un frenético griterío cuyo diálogo a veces se vuelve dificultoso de seguir. Igualmente inaudita resulta la escena de la asamblea pública que iniciándose con la marcha de La Marsellesa (?) adquiere el carácter de un espectáculo típicamente circense. A todo ello igualmente cuestionable es que mientras algunos actores están en el escenario representando sus roles, hay otros que aguardan el momento de entrar ubicándose detrás de la escena a la vista del espectador.
¿Qué decir de la interpretación? Dentro de las limitaciones impuestas por las observaciones realizadas a la discutible puesta escénica, el elenco integrado por consagrados artistas de Quebec hacen lo posible por defender sus respectivos roles. Como protagonista de esta historia, Eve Landry transmite satisfactoriamente las aristas de la valiente mujer resuelta a denunciar la contaminación de las aguas termales; Steve Gagnon se luce como el idealista periodista que ilusionado de imprimir el informe de Katrina, a la postre se corrompe; Jean-Sébastien Ouellette expresa convincentemente las maliciosas maniobras del alcalde, en tanto que en un breve papel de apoyo Dominique Pétin se desempeña airosamente como la presidenta de la Cámara de Comercio.
Dicho lo que antecede es la audiencia la que en última instancia juzgará los méritos de esta versión del drama ibseniano, que a manera de innovación recurre a dudosos golpes de efecto teatral.