NORBOURG. Canadá, 2022. Un film de Maxime Giroux. 119 minutos
El mayor escándalo financiero acontecido en la provincia de Quebec y uno de los más significativos de Canadá es recreado magnficamente por el realizador Maxime Giroux y el guionista Simon Lavoie en Norbourg.
Giroux que impresionó gratamente con sus previas entregas en Jo pour Jonathan (2010) Felix et Meira (2014) y La grande noirceur (2018) ha efectuado una labor minuciosa de investigación para exponer lo más fidedignamente posible las acciones de un gran embaucador y su secuaz, al apropiarse de los fondos de miles de inversores.
En principio es necesario aclarar que Norbourg ha sido una compañía de fondos fiduciarios fundada en 1998 por Vincent Lacroix (François Arnaud). El relato comienza en 2001 donde las primeras imágenes muestran a un asesor financiero convenciendo a un hombre de edad madura (Guy Thauvette) para que deje de lado su propósito de invertir sus ahorrros en bienes inmuebles para en cambio destinarlos a Norbourg; esa escena excelentemente lograda es representativa de miles de personas que no dudando de la buena fe de sus consejeros, sin experiencia alguna en materia financiera caen en la trampa.
De allí en más la historia se centra en las actividades desarrolladas por el ambicioso Lacroix quien asistido por su personal vuelca sus esfuerzos para que su compañía se agrande. El momento crucial se produce cuando recibe la visita de Éric Asselin (Vincent-Guillaume Otis), el verificador de la Comisión de Valores Mobiliarios de Quebec; es allí que se produce una significativa complicidad entre ambos, cuando el funcionario está dispuesto a pasar por alto ciertas maniobras non sanctas de la compañía, mediante una considerable compensación monetaria. Es así que en 2002 Asselin renuncia a su puesto oficial para aceptar el cargo de vicepresidente de finanzas de Norbourg tentado por la alta remuneración que habrá de percibir.. De este modo queda configurado que Lacroix se ocupa de la expansión de Norbourg pero es Asselin el verdadero cerebro estratégico de la compañía; así, dada su gran experiencia adquirida en el puesto que había detentado, logra implementar un mecanismo contable relativo a la gestión de los activos a fin de que el desvío de fondos de los inversionistas de Norbourg para la adquisición de nuevas compañías queden encubierto para futuras investigaciones de las autoridades financieras de la provincia.
La situación comienza a complicarse con la visita a Norbourg de una antigua colega (Christine Beaulieu) de Éric quien como inspectora de la Comisión de Valores comienza a sospechar que hay algo que no cuadra en los reportes de la empresa. En todo caso, las maniobras fraudulentas llegan a estallar el 25 de agosto de 2005 después de que las autoridades financieras se imponen fehacientemente de la falsa y engañosa información suministrada por la compañía al apropiarse de los fondos mutuos de sus inversores que fueron utilizados por Lacroix para fines personales.
Aunque para quienes no estén involucrados en el mundo de las finanzas resulte complicado seguir el mecanismo empleado por Norbourg en sus operaciones financieras, eso no desmerece la seriedad de este intrigante drama que consigue concentrar permanentemente la atención en parte debido a la excelente puesta escénica de Giroux y al sólido libreto de Lavoie.
Giroux ha tenido el muy buen olfato de confiar a dos magníficos actores los roles protagónicos. La actuación de Arnaud como presidente de la compañía es inobjetable al haber sabido imprimir vivamente la imagen del Lacroix carismático, manipulador y ambicioso que como buen estafador de guante blanco sabe muy bien cómo conquistar a sus clientes. Similares elogios amerita Otis quien fascina dando vida al brazo derecho del presidente de Norbourg y que a pesar de la lealtad aparentemente indisoluble hacia él, al comprobar que la estantería se está derrumbando no tiene empacho en denunciar las sucias maniobras de la empresa a cambio de lograr inmunidad judicial. Además de la buena entrega de Beaulieu, igualmente se destacan Alexandre Goyette, Alex Godbout y Guy Thauvette en roles secundarios.
En los créditos finales se lee que habiendo embaucado los ahorros de 9200 vulnerables inversores al haberse apropiado de 130 millones de dólares, Lacroix es condenado a 18 años de prilsión, aunque a los tres años queda en libertad condicional; por su parte, Asselin queda libertado de culpa y cargo aunque en 2013.es inculpado a tres años de cárcel por haber orquestado en 2007 una quiebra fraudulenta de aproximadamente un millón de dólares.
La reflexión final de esta triste historia amoral es que resulta lamentable que el sistema judicial imperante sentencie levemente al victimario comparado con el enorme daño experimentado por la víctima. Asimismo nada asegura que a pesar de que hoy día las transacciones financieras se realizan virtualmente, bandidos de la talla de Lacroix y Asselin puedan utilizar nuevas artimañas fraudulentas; por eso es muy importante por parte de los inversionistas el utilizar la máxima precaución para saber fehacientemente con qué instituciones están tratando. Jorge Gutman