Peque­ña Mamita

PETI­TE MAMAN. Fran­cia, 2021. Un film escri­to y diri­gi­do por Céli­ne Sciam­ma. 72 minutos.

Céli­ne Sciam­ma, la rea­li­za­do­ra de Por­trait de la jeu­ne fille en feu que en 2019 fue calu­ro­sa­men­te aco­gi­da en el Fes­ti­val de Can­nes 2019 retor­na con Peti­te Maman, una bella his­to­ria que explo­ra el encan­ta­dor mun­do de la infan­cia. Si como el refrán lo seña­la que “lo bre­ve si bueno, dos veces bueno” eso bien pue­de apli­car­se aquí don­de en esca­sos 72 minu­tos la direc­to­ra que es asi­mis­mo auto­ra del guión nos entre­ga una exce­len­te película.

Joséphi­ne Sanz y Gabrie­lle Sanz

Todo comien­za en un geriá­tri­co don­de resi­día la que­ri­da abue­la de Nelly (Joséphi­ne Sanz) de 8 años de edad que aca­ba de morir y que lamen­ta­ble­men­te la niña no tuvo la oca­sión haber podi­do des­pe­dir­se de ella como era su deseo. De allí acom­pa­ña a su madre Marion (Nina Meu­ris­se) a la casa de la difun­ta ubi­ca­da en una zona bos­co­sa a fin de vaciar los mue­bles y estan­tes don­de su padre (Stépha­ne Varu­pen­ne) las está aguar­dan­do. Angus­tia­da por el dolor, Marion aban­do­na el lugar en tan­to que su mari­do se ocu­pa de con­cluir la tarea de emba­la­je acom­pa­ña­do de su hiji­ta. En ese lap­so Nelly cono­ce a Marion (Gabrie­lle Sanz), una niña de su mis­ma edad que está a pun­to de ser ope­ra­da. Entre ambas se for­ja una gran amis­tad don­de una pare­ce ser el espe­jo de la otra como si fue­ran her­ma­nas geme­las, hecho que no es extra­ño por­que lo son en la vida real.

En el trans­cur­so del par de días que se fre­cuen­tan, a tra­vés de sus ima­gi­na­cio­nes las niñi­tas con­vi­ven en un mun­do mági­co; así van arman­do una caba­ña en el bos­que, simu­lan inter­pre­tar una obra de tea­tro que ellas crea­ron don­de una de ellas es la peque­ña mami­ta de la otra y asi­mis­mo demues­tran sus habi­li­da­des culi­na­rias coci­nan­do panqueques.

La des­crip­ción que efec­túa Sciam­ma es real­men­te enco­mia­ble. Su rea­lis­ta narra­ción cobra abso­lu­ta auten­ti­ci­dad gra­cias a las excep­cio­na­les inter­pre­ta­cio­nes logra­das de las her­ma­ni­tas Joséphi­ne y Gabrie­lle; lle­van­do sobre sus hom­bros todo el peso de la pelí­cu­la ellas trans­mi­ten con inmen­sa ter­nu­ra el uni­ver­so infan­til. Este genui­na­men­te con­mo­ve­dor y nos­tál­gi­co cuen­to de hadas tie­ne el méri­to de lle­gar a todo tipo de audien­cia y por su alto nivel de cali­dad es deci­di­da­men­te reco­men­da­ble. Jor­ge Gutman