GOD’S CREATURES. Irlanda-Gran Bretaña, 2022. Un film de Saela Davis y Anna Rose Holmer. 100 minutos.
El dilema de una madre protegiendo a su hijo por haber cometido un delito es lo que se enfoca en God’s Creatures, segundo largometraje de las realizadoras Saela Davis y Anna Rose Holmer.
El guión de Shane Crowley y Fodhla Cronin O’Reilly Fod ubica la acción en una pequeña aldea de pescadores situada en la costa del noroeste de Irlanda. Es allí donde funciona una planta procesadora de productos marítimos provistos por las aguas del océano y que constituyen la principal fuente de subsistencia de la humilde comunidad. En la misma se desempeña como supervisora Aileen (Emily Watson) quien mantiene una muy buena relación con sus colegas de trabajo.
Esta mujer que acaba de ser abuela por parte de su hija Erin (Toni O’Rourke), recibe inesperadamente la visita de su otro hijo Brian (Paul Mescal) quien retorna tras un largo tiempo de haber permanecido en Australia. Se ignora el motivo por el que Brian se ausentó aunque la poca animosidad de su padre Con (Declan Conlan) hacia él sugiere que hubo algo extraño en el pasado; de todos modos eso no empaña la alegría de Aileen de tener nuevamente a su vástago integrando la familia.
El elemento que impulsa el relato es cuando Sarah (Aisling Franciosi), una de las trabajadoras de la fábrica que en su juventud mantuvo un romance con Brian, lo acusa a las autoridades por haber sido violada en ocasión de haber salido de un bar en horas de la noche regresando a su hogar. Cuando la policía aborda el hogar de Aileen, ella falta a la verdad manifestando abiertamente que Brian había estado en la casa al producirse la agresión sexual denunciada.
Las realizadoras ofrecen una muy buena pintura de ese pequeño pueblo regido patriarcalmente, donde sus integrantes rechazan abiertamente cualquier indicio de violencia por lo cual prefieren ignorar que la misma pueda existir, marginalizando de este modo a Sarah. Por esa razón el problema de conciencia afecta profundamente a Aileen al saber que habiendo mentido se ha convertido en cómplice de su hijo; por su parte Erin más consciente del daño provocado por su hermano, de manera severa no tolera la actitud adoptada por su madre defendiéndolo.
El film no ofrece en momento alguno muestras de la violación mencionada y además el personaje de Sarah permanece ausente en gran parte del metraje, amortiguando de ese modo el impacto dramático del grave incidente; a ello cabe agregar la incorporación de personajes secundarios en situaciones esquemáticas que no contribuyen al tema central planteado.
El gran sostén de este drama rural reside en la notable interpretación brindada por Emily Watson quien se la recuerda por su remarcable debut de 1996 en Breaking the Waves. En esta oportunidad gratamente impresiona caracterizando a una devota madre que sabe que su acción colisiona con los valores morales que han regido su vida; en tal sentido en una de las escenas culminantes del relato la actriz transmite con plenitud el estado emocional de tristeza que la embarga.
Aunque el guión se muestra oscilante en ciertas partes del relato atenuando su desarrollo, la buena puesta escénica de las realizadoras y el calificado elenco, además de Watson como así también la convincente interpretación de Paul Mescal, permiten apreciar un drama rural que sin apasionar no obstante concita interés, especialmente por su connotación moral. Jorge Gutman