Crónica de Jorge Gutman
A continuación se ofrece una reseña de cuatro filmes presentados en el Festival du Nouveau Cinéma
Aftersun (Gran Bretaña)
En su ópera prima la directora Charlotte Wells enfoca la especial relación establecida entre un padre y su hija. En un guión que le pertenece Wells presenta a la adulta Sophie (Celia Rowlson-Hall) mirando videos grabados en una mini cámara DV; ahí revive su etapa preadolescente con su padre divorciado de 31 años en ocasión de haber efectuado un viaje de vacaciones.
A través de flashbacks la acción retrocede a 1990 donde Sofía (Frankie Corio) de 11 años viviendo en Edimburgo con su madre, acepta la invitación de su padre Callum (Paul Mescal) radicado en Londres para pasar un par de semanas en un pequeño resorte ubicado en Turquía.
Prácticamente la mayor parte del metraje transcurre en ese balneario donde se puede apreciar la cálida amistad que surge entre ambos personajes. A pesar de que Callum está separado de su esposa desde hace varios años, la ex pareja mantiene una actitud cordial que se vislumbra en un llamado telefónico que él le efectúa desde Turquía. Durante esas jornadas, los días transcurren viendo a padre e hija bañarse en la piscina, sumergiéndose en el mar, jugar a las cartas, asistir a algunos espectáculos que se ofrecen, compartir los almuerzos y cenas, así como las restantes actividades propias de un viaje de placer.
La narrativa es muy escueta sin que ofrezca grandes sobresaltos o mayores excitaciones. Sin embargo, en este melancólico relato sobresalen algunos rasgos tanto de Sophie, observando y vinculándose con la gente de su edad que le salen al paso, así como por parte de Callum impregnando en todo momento inmenso cariño a la pequeña. De todos modos, sin ofrecer detalles sobre el pasado de este individuo hay un instante en el que vuelca su llanto, presumiendo que hay algo serio que lo aflige aunque se ignora la causa.
Con buenos intérpretes, la novel realizadora demuestra una especial sensibilidad y delicadeza exponiendo una nostálgica historia bien construida que a pesar de no existir un conflicto dramático de todos modos resulta emotiva.
A Piece of Sky (Suiza-Alemania)
En su segunda película el director Michael Koch narra un íntimo drama romántico que transcurre en los Alpes de Suiza en donde la naturaleza ejerce especial influencia en el desarrollo del relato.
El guión del realizador ilustra a una comunidad rural que aunque aislada y aferrada a sus tradiciones funciona armoniosamente. Es allí donde se sale al encuentro de Anna (Michèle Brand), que trabaja en un café local a la vez que también se desempeña como empleada de correo y es madre monoparental de Julia (Elin Zgraggen). En el bar ella conoce a Marco (Simon Wisler), un musculoso granjero de naturaleza poco comunicativa con quien establece inmediata sintonía; es así que en las primeras escenas queda expuesto el apasionado amor que los une traducido en manifiesta carnalidad.
Exponiendo satisfactoriamente escenas de la vida cotidiana en ese ámbito campesino, el realizador enfatiza el comportamiento errático de Marco que podría deberse al serio tumor cerebral que le está afectando. Esa angustiosa situación repercute intensamente en Anna, sobre todo cuando lo observa adoptando una conducta ambigua frente a su hijita.
Adquiriendo el relato un carácter fragmentario e intercalando un cambio de tono con la filmación en el lugar de un Bollywood musical, la película pierde vitalidad y su tema central va diluyéndose. Eso conspira aún más debido a que el film transcurre con pasmosa lentitud y su duración de más de dos horas y media resulta extremadamente excesiva, pudiendo haberse reducido en por lo menos 45 minutos. Aunque la interpretación es correcta y es remarcable la fotografía de Armin Dierolf, a pesar de sus buenas intenciones, el film no llega a trascender.
The Novelist’s Film (Corea del Sur)
El prolífico realizador surcoreano Hong Sangsoo vuelve a deleitar con esta agradabilísima comedia en donde con una minimalista narración enfoca las vicisitudes de una veterana novelista durante el transcurso de una jornada.
La película comienza con la visita que la escritora mencionada Junhee (Lee Hyeyoung) efectúa a una librería en los suburbios de Seúl en donde su dueña Sweon (Seo Younghwa) es una antigua amiga con quien había perdido contacto; es allí que en ese encuentro y compartiendo posteriormente una taza de té Junhee le manifiesta que después de muchos años de trabajo se siente un tanto bloqueada en su condición de novelista; en el lugar igualmente se encuentra la joven asistente de la dueña a quien la visitante le solicita que le enseñe a utilizar el lenguaje de los signos para apreciar la belleza de un poema..
Posteriormente Junhee decide efectuar un paseo en donde encuentra a Hyojin (Kwon Haehyo), un director de cine acompañado de su esposa, a quien ella conoce desde hace tiempo y en cierto modo le resiente por no haber filmado ninguna de sus novelas; mientras los tres siguen caminando por un parque se topan con Kilsoo (Kim Minheey), una reconocida actriz que tiene la intención de dejar su profesión; inmediatamente surge una comunicación especial entre Junhee y Kilsoo, en donde ambas deciden que van a hacer un cortometraje con Gyeongwoo (Ha Seongguk), un estudiante de cine sobrino del marido de Kilsoo, en donde la actriz volverá a actuar basado en un libreto concebido por la novelista. ¿Pero en que estará basado el guión? ¿Es necesarioi saberlo de antemano o mejor comenzar a rodar reflejando en ese momento lo que está ocurriendo?
Cada uno de estos personajes parece atravesar momentos decisivos en su respectiva carrera y a ello se agrega la presencia de Mansoo (Ki Joobong), un viejo poeta con quien Junhee mantuvo en el pasado un vínculo sentimental y que indirectamente influirá en el film de la novelista.
Con meridiana claridad y sin sofisticación alguna, el director deja planteada algunas preguntas sobre la reafirmación del proceso de creatividad pero lo importante es que a través de agradables y filosóficas conversaciones mantenidas entre los personajes de esta historia, el director va hilvanando el espontáneo guión imaginado por Junhee. En esencia, he aquí una chispeante historia filmada en blanco y negro por el realizador que el espectador selectivo sabrá apreciar así como lo consideró el jurado del Festival de Berlín de este año adjudicándole el Gran Premio.
Tchaikovsky’s Wife (Rusia-Francia-Suiza)
El renombrado cineasta ruso Kiril Serebrennikov aborda en este film un ambicioso proyecto en el que como su título lo anticipa se refiere a la mujer que el célebre compositor ruso esposó durante un breve lapso de su vida.
La acción comienza en Moscú en noviembre de 1893 en donde Antonina Miliukova (Alyona Mikhailova), la viuda de Tchaikovsky, acude a su funeral. De inmediato el relato basado en el guión del realizador retrocede a 1871 en donde en una reunión social la joven Antonina conoce al emblemático compositor (Odin Biron) y como joven aspirante a pianista le hace saber la profunda admiración que siente por él y su deseo de ingresar al Conservatorio de Música en donde Tchaikovsky es docente. No pasa mucho tiempo en el que ella le expresa su amor y es así que finalmente Tchaikovsky le propone matrimonio el cual habrá de concretarse en 1877. Es evidente que ese arreglo matrimonial constituyó una forma de encubrir la homosexualidad del artista aunque su esposa ignoraba su orientación sexual. La dicha de Antonina es de corto alcance porque su marido hace todo lo posible por evitarla manteniéndose alejado. Llega un momento en que los amigos del compositor le solicitan a Antonina que acepte divorciarse de él, pero ella enceguecida por completo se niega a hacerlo.
De allí en más, el relato transmite el calvario que atraviesa esta mujer para salvar un amor imposible dentro del marco de un desastroso matrimonio, agravado por el hecho de ser despreciada y humillada por un marido que no la desea. El intenso martirio sufrido por su marcada obstinación de seguir siendo a toda costa su mujer la conduce a un estado de completa enajenación que le hace perder el sentido de la razón.
De impecable realización ilustrando muy bien algunos aspectos de la sociedad rusa del siglo 19, el trabajo de Serebrennikov se realza por el excelente diseño de producción de Vlad Ogal reproduciendo fehacientemente los escenarios en que transcurre el relato. Con todo, el único bemol es la excesiva duración del metraje que puede llegar a exasperar contemplando en forma casi permanente la desesperante alienación de la trágica Antonina, idealmente interpretada por Mikhailova. En todo caso la objeción apuntada no desmedra la calidad de este sensible drama conyugal.