La Inol­vi­da­ble Rubia

BLON­DE. Esta­dos Uni­dos, 2022. Un film escri­to y diri­gi­do por Andrew Domi­nik. 165 minu­tos. Dis­tri­bui­do por Netflix

Aún per­du­ra en la memo­ria colec­ti­va la muer­te de Marilyn Mon­roe acae­ci­da el 4 de agos­to de 1962 a cau­sa de una sobre­do­sis de bar­bi­tú­ri­cos inge­ri­da y cuyo dece­so ha sido con­si­de­ra­do como pro­ba­ble sui­ci­dio. Intere­sa­do por quien fue­ra una de las estre­llas más des­lum­bran­tes de la déca­da del 50, el direc­tor Andrew Domi­nik deci­dió abor­dar su vida toman­do como refe­ren­cia la bio­gra­fía fic­cio­nal de Joy­ce Carol Oates publi­ca­da en 2000 y que en su momen­to fue muy controvertida.

Más allá de con­si­de­rar si lo que el film refle­ja se adhie­re estric­ta­men­te a la exis­ten­cia de la gla­mo­ro­sa Marilyn, mucho de lo que se pre­sen­cia ha sido bien cono­ci­do a tra­vés de los dife­ren­tes medios de difu­sión. Adop­tan­do el clá­si­co esti­lo de una bio­gra­fía con­ven­cio­nal aun­que con impor­tan­tes sal­tos en su desa­rro­llo, la pri­me­ra ima­gen exhi­be a Nor­ma Jea­ne Baker (Lily Fisher), don­de su madre Gladys (Julian­ne Nichol­son) le fes­te­ja su sép­ti­mo cum­plea­ños. Sin embar­go muy pron­to esta mujer, seria­men­te des­equi­li­bra­da que abu­sa de su hiji­ta al pun­to de inten­tar aho­gar­la en la bañe­ra, es inter­na­da en una clí­ni­ca psi­quiá­tri­ca; así, la niña sin su padre a quien nun­ca ha cono­ci­do es for­za­da a pasar su infan­cia en un orfanato.

Ana de Armas

Des­pués de su tris­te niñez, en su eta­pa adul­ta la joven Nor­ma Jea­ne, ya apo­da­da Marilyn Mon­roe (Ana de Armas), en su aspi­ra­ción de ser actriz sufre la humi­lla­ción de la vio­la­ción ejer­ci­da por un pro­duc­tor de Holly­wood (David Warshofsky) que la entre­vis­ta. De allí en más Marilyn se con­ver­ti­rá pron­ta­men­te en la gran bom­ba sexual del espec­tácu­lo don­de se la ve ase­dia­da y cele­bra­da por el públi­co y los fotó­gra­fos en oca­sión del estreno de Gentle­men Pre­fer Blon­des (1953). Con todo, su cele­bri­dad no lle­ga a com­pen­sar su sen­ti­mien­to de pena fren­te a su madre enfer­ma, al padre que tan­to habría que­ri­do cono­cer y espe­cial­men­te al ver frus­tra­da su voca­ción mater­nal debi­do al abor­to for­za­do al que estu­vo suje­ta por impo­si­ción de los estu­dios de Holly­wood para seguir gozan­do de los bene­fi­cios deri­va­dos de su éxi­to en futu­ros filmes.

De allí en más Domi­ni­ik ilus­tra su tumul­tuo­sa vida sen­ti­men­tal, inclu­yen­do el casa­mien­to con el famo­so beis­bo­lis­ta Joe DiMag­gio (Bobby Can­na­va­le) y su pron­to divor­cio en la medi­da que él no está dis­pues­to a que ella siga con su tra­ba­jo cen­tra­do fun­da­men­tal­men­te en su belle­za sexual. El otro derro­te­ro sen­ti­men­tal será con el gran dra­ma­tur­go Arthur Miller (Adrien Brody) con quien con­trae enla­ce y lle­ga a com­par­tir algu­nos momen­tos de feli­ci­dad, sobre todo al haber que­da­do emba­ra­za­da y con­cre­tar su aspi­ra­ción mater­nal; pero la dicha es de cor­to alcan­ce al pro­du­cir­se un abor­to invo­lun­ta­rio, fac­tor que moti­va a que su sufri­mien­to la ale­je gra­dual­men­te de su marido.

A tra­vés de la exce­len­te carac­te­ri­za­ción de Ana de Armas quien se sumer­ge en cuer­po y alma en su per­so­na­je, se pue­de empa­ti­zar con la vida en últi­ma ins­tan­cia tris­te y deso­la­da de la des­pam­pa­nan­te rubia; la artis­ta trans­mi­te ple­na­men­te la fra­gi­li­dad, des­am­pa­ro y tris­te­za de una cele­bri­dad que nun­ca pudo supe­rar la amar­gu­ra de no ser madre; a ello se agre­ga la pesa­dum­bre de no haber teni­do con­tac­to alguno con su padre en don­de esa figu­ra es reem­pla­za­da en par­te por quie­nes man­tu­vo amo­ríos, lla­mán­do­les “daddy”.

El tra­ta­mien­to brin­da­do por Domi­nik resul­ta un tan­to dis­cu­ti­ble en tan­to que con­ti­nua­men­te la fil­ma­ción en color cede lugar al blan­co y negro a lo lar­go de su desa­rro­llo, sin que exis­ta razón algu­na que lo jus­ti­fi­que. Asi­mis­mo resul­ta inne­ce­sa­rio enfa­ti­zar en el “mena­ge a trois” que Marilyn man­tie­ne con Eddy Robin­son Jr (Evan Williams), el hijo de Edwar Robin­son, y Cass Cha­plin (Xavier Samuel), el vás­ta­go de Char­les Cha­plin; igual­men­te resul­ta de poco gus­to la esce­na en que ella se degra­da prac­ti­can­do el coi­to oral con el pre­si­den­te Ken­nedy (Cas­par Phillipson).

Al mar­gen de las obje­cio­nes seña­la­das y adop­tan­do un tra­ta­mien­to visual impre­sio­nis­ta, cabe pon­de­rar la bue­na pues­ta en esce­na del direc­tor brin­dan­do un rela­to glo­bal­men­te atrac­ti­vo aun­que no excep­cio­nal del emble­má­ti­co ícono sexual. Jor­ge Gutman