TRIANGLE OF SADNESS. Suecia-Francia-Gran Bretaña-Alemania, 2022. Un film escrito y dirigido por Ruben Ostlund. 149 minutos
Habiendo obtenido en 2017 la Palma de Oro por The Square, nuevamente Ruben Ostlund ha logrado con Triangle of Sadness la máxima distinción en el Festival de Cannes de este año. Lo cierto es que considerando otros filmes de muy superior calidad presentados en la competencia oficial resulta extraño que esta misantrópica sátira social haya logrado apasionar al jurado presidido por Vincent Lindon.
Ciertamente Ostlund es un talentoso realizador pero en esta primera película rodada en inglés en la que desea exponer los síntomas maliciosos del sistema capitalista, su propósito no alcanza a fructificar debido fundamentalmente a un guión que a toda costa trata de brindar un humor negro que solamente se manifiesta en escasos momentos.
El realizador estructura su relato en tres partes. Después de un breve prólogo, en el que se muestra a Carl (Harris Dickinson) y a otros jóvenes con su torso desnudo en una audición para actuar como maniquíes en un desfile de modas, comienza el primer episodio (Carl y Yaya). En el mismo se observa a Carl con su novia Yaya (Charibi Dean) que también es modelo, en un suntuoso restaurante, en el que él se irrita porque ella que está en mejor situación económica no paga la adición como habían convenido; durante casi 20 minutos se mantiene la anodina discusión sin que nada especial acontezca.
Sin progresión dramática alguna, se asiste al segundo segmento (El yate), que transcurre en un crucero de lujo en el que Carl y Yaya han sido invitados y en donde los celos de él crean tensión en la pareja. De inmediato queda reflejado el contraste ente el mundo de los millonarios pasajeros sujetos al placer de disfrutar de ese viaje con el del personal empleado menos afortunado que pertenece a una clase social inferior y que debe tolerar los abusos de poder de los privilegiados. Entre algunos de los potentados huéspedes se encuentran un gentil matrimonio británico (Oliver Ford Davies y Amanda Walker) y Dimitry (Zlatko Buric), un poderoso oligarca ruso que amasó su fortuna en el negocio de los fertilizantes y que viaja con su mujer (Sunnyi Melles) y su amante (Carolina Gynning). Prontamente el crucero afronta un grave peligro cuando se desata una poderosa tormenta marítima; es así que varios de los pasajeros comienzan a revolcarse en el suelo y en los baños vomitando y afectados de diarreas, generando escenas escatológicas de dudoso gusto. A pesar de la dramática situación imperante eso no impide a que Dimitry mantenga una prolongada conversación de tinte político con Thomas (Woody Harrelson), el borracho capitán del barco quien se considera un ferviente marxista.
El tercer capítulo (La isla), excesivamente largo, se desarrolla en una desértica isla donde llegan algunos de los sobrevivientes del naufragio, incluyendo entre los mismos a Carl, Yaya y Dimitry. Es allí donde el orden jerárquico es revertido al ser Abigail (Dolly De Leon), la limpiadora de los baños del yate, quien ahora asume el liderazgo impartiendo instrucciones y suministrando la alimentación a los náufragos.
En su crítica a las injusticias que conlleva el exceso del capitalismo, Ostlund no agrega algo diferente de lo que el cine ya ha considerado en numerosas oportunidades con mejor suerte. Aunque bien filmado y encuadrado, lo cierto es que la impiedad del realizador hacia los que ostentan el poder del dinero no cunde como debiera, dando como resultado un film desigual, a pesar de la Palma de Oro obtenida. Jorge Gutman