CRÉPUSCULE POUR UN TUEUR / DUSK FOR A HITMAN. Canadá, 2023. Un film de Raymond St-Jean. 105 minutos
Después de haberse conocido en 2022 el remarcable drama criminal Confessions referido a las andanzas del asesino a sueldo Gérald Gallant que azotó a la provincia de Quebec entre1978 y 2003, el cine canadiense retoma otro caso notorio con Crépuscule pour un Tueur del director Raymond St-Jean quien centra su atención en el homicida Donald Lavoie.
El guión magníficamente escrito por el realizador y Martin Girard ubica la acción en Montreal comenzando en el otoño de 1979 donde Lavoie (Éric Bruneau) es un siniestro sicario y un consumado integrante del mafioso clan liderado por Claude Dubois (Benoît Gouin). Desde el inicio se contempla a Lavoie matando a sangre fría a uno de los enemigos de su jefe, denotando su bestial personalidad. En su vida personal, su mujer Francine (Rose-Marie Perreault), con quien tiene una chiquilla, estoicamente tolera su forma de vida; otro familiar es su hermano menor Carl (Simon Landry-Desy), un delincuente que vive a sus expensas y quisiera también integrar el clan aunque Donald de hecho rechaza esa idea. Después de ejecutar a otro adversario de Dubois, la situación de Lavoie se complica por haber matado a una mujer testigo del hecho. Siendo arrestado por la policía el sicario logra recuperar su libertad gracias a la gestión emprendida por los abogados de Dubois.
Lavoie cae en desgracia cuando su jefe le manda asesinar a alguien de quien desea desligarse y es ahí que él no cumple con la misión asignada; consecuentemente, al haberse enterado que Dubois ha ordenado a sus secuaces de eliminarlo por ese acto de desobediencia, el mercenario huye y tras haber participado en un asalto bancario es nuevamente detenido. Durante su estadía en prisión, es abordado por Burns (Sylvain Marcel), el agente inspector de Montreal, quien logra convencerlo de que actúe como informante para poder arremeter contra la banda de Dubois; a cambio de la información que pueda obtener Burns le asegura que su pena quedará reducida y además su mujer e hijita estarán bien protegidas. Convirtiéndose así en el primer delator que registra la historia policial de Canadá, después de haber cometido 27 asesinatos, al concluir el juicio en 1983 Lavoie es condenado a solo 8 años de prisión en tanto que Dubois a 25 años de cárcel.
Con algunas licencias del conciso libreto, la historia reseñada desde el punto de vista del sicario registra lo que realmente aconteció con Lavoie; en tal sentido la interpretación que logra Bruneau es sencillamente excepcional al haberse sumergido por completo en la psicología del mercenario; es así que con completa naturalidad caracteriza a ese ser frío, sanguinario y casi por completo insensible con la sola excepción demostrada hacia su pequeña hija y en algunos momentos hacia su esposa. Acompañando a Bruneau, se distinguen Gouin como el hipócrita Dubois que en apariencia asume el rol paternal de su súbdito, Perreault como la sufrida compañera del sicario y Marcel como el calmo y persuasivo detective policial.
Con una narración fluida, St-Jean ha obtenido un muy buen drama gansteril nutrido de cierta dosis de suspenso, cuya notable autenticidad permite mantener la completa atención del espectador a lo largo de su desarrollo. Jorge Gutman