Crónica de Jorge Gutman
LE PROJET RIOPELLE. Texto, Concepción y Dirección Escénica: Robert Lepage. Co-Autor, Concepción y Dirección de Creación: Steve Blanchet. Diálogos: Olivier Kemeid. Elenco: Anne-Marie Cadieux, Violette Chaveau, Richard Fréchette, Gabriel Lemire, Étienne Lou, Noémie O’Farrell, Luc Picard, Audrée Southière y Philippe Thibault-Denis. Música Original y Concepción Sonora: Laurier Rajotte. Escenografía: Robert Lepage. Coconcepción de la Escenografía: Ariane Sauvé. Imágenes: Félix Fradet-Faguy. Vestuario: Virginie Leclerc. Iluminación: Lucie Bazzo. Accesorios: Eveline Tanguay. Asistencia de la Dirección Escénica: Félix Dagenais. Duración: 4 horas y 25 minutos incluyendo dos entreactos de 20 minutos cada uno. Representaciones: Hasta el 11 de junio de 2023 en el Théâtre Duceppe (www.duceppe.com)
A todas luces el público asiste a un espectáculo asombroso por su concepción en donde el dramaturgo, director y actor Robert Lepage realiza una labor colosal brindando un bello tributo al inmortal pintor canadiense Jean-Paul Riopelle (1923 – 2002), conmemorando asimismo el centenario de su nacimiento.
Sin duda la tarea emprendida que insumió al autor tres años de intensa investigación sobre Riopelle es muy ambiciosa. Pasando revista a los momentos más trascendentes en la vida del pintor, Lepage adopta un enfoque biográficamente cronológico. Es así que se asiste a los primeros pasos del artista en la década del 40 comenzando a los 17 años sus estudios de arte en la École du Meuble de Montreal bajo la guía del maestro Paul Émile Borduas para pronto distinguirse e integrar el movimiento Les Automatistes. A su vez tiene activa participación en la redacción del célebre manifiesto Refus global concebido por Borduas en 1948, cuyo contenido aboga por la libertad de expresión e independencia artística a la vez que constituye una severa crítica al conservatismo impuesto por la Iglesia en Quebec.
En 1949 Riopelle deja Montreal para trasladarse a París, en donde frecuenta los grandes cultores artísticos incluyendo entre otros a André Breton, Samuel Beckett, Jackson Pollock, Joan Miró, Maurice Richard, Marcelle Ferron y Muriel Guilbault. Gradualmente Riopelle va dejando de lado su estilo surrealista para adoptar un expresionismo abstracto que es muy apreciado por los asistentes a las galerías de la ciudad luz. Es allí donde en una exposición conoce a Joan Mitchell, la pintora expresionista de Estados Unidos, con la que mantiene una tumultuosa relación amorosa durante 24 años hasta que se produce su ruptura. En todo caso la artista ejerció enorme influencia en su vida y es notable la sensación de desasosiego que Riopelle experimenta cuando ya de retorno a Quebec se impone de su muerte acaecida en octubre de 1992; refugiado en su taller de L’Ĩle-aux-Oies, su tristeza lo inspira a realizar su monumental trabajo L’hommage à Rose Luxemburg que consta de 30 paneles.
Desde un punto de vista argumental el relato se vuelve en algunos aspectos repetitivos sin esbozar suficientemente la vida personal del pintor en donde resulta difícil de escrudiñar su psiquis; no obstante su mundo interior puede en parte reflejarse en sus pinturas como así también en las declaraciones efectuadas al ser entrevistado en 1968 en una emisión radial de Radio Canada. Asimismo un aspecto que distrae un poco la atención del espectador es el cambio continuo de decorados a través de varias breves viñetas que se van sucediendo a lo largo de la pieza que no siempre mantienen completa cohesión.
Hay dos factores fundamentales que vigorizan fuertemente a este espectacular recuento biográfico. Uno de ellos es el aspecto visual como pocas veces se ha visto en la escena teatral. Es así que se contempla entre otras escenas, un viaje en auto de Riopelle y Mitchell recorriendo la bella ciudad parisina, así como una placentera travesía en bote a lo largo del Sena: no menos imponente es la escena aérea sobrevolando el glacial norte de Quebec, igualmente resalta la escena de patinaje sobre un lago helado y la que se observa a personajes caminando en la playa al borde del mar. Todo ello crea una sensación de completo realismo mediante la excepcional escenografía de Lepage que merece un fortísimo aplauso.
El otro elemento positivo es la lograda dirección de actores, teniendo en consideración que en la obra hay un centenar de personajes donde los 9 intérpretes que integran el reparto componen a varios de los mismos. Asi Luc Picard anima con mesura al maestro Borduas y también a Riopelle en su edad madura; Gabriel Lemire se destaca como el joven Riopelle en tanto Noémi O’Farrell se impone como la joven Joan Mitchell. Por su parte la veterana Anne-Marie Cadieux brilla como la impetuosa Mitchell a punto de estallar en la etapa posterior de su vida. Distinción especial merece Étienne Lou en el conmovedor monólogo que ofrece caracterizando al pintor quebequense Claude Gauvreau, cuya inestable salud mental lo conduce al suicidio. Completando el reparto, en breves apariciones salen airosos Violette Chauveau, Richard Fréchette, Audrée Southière y Philippe Thibault-Denis.
Globalmente considerado y a pesar de que dramáticamente la obra no alcanza el mismo impacto que su nivel visual, el resultado constituye un nuevo triunfo que se añade a la excelente carrera del gran director de la escena canadiense Robert Lepage.