Crónica de Jorge Gutman
LE RÊVEUR DANS SON BAIN. Creación y Dirección; Hugo Bélanger – Asesoría Dramática: Pierre Yves Lemieux — Elenco: Carl Béchard, Éloi Cousineau, Normand D’Amour, Renaud Lacelle-Bourdon, Carl Poliquin, Sébastien René, Marie-Éve Trudel y Cynthia Wu-Maheux – Escenografía: Jonas Veroff Bouchard — Vestuario: Marie Chantale Vaillancourt – Música Original y Ambientación Sonora: Ludovic Bonnier — Iluminación: Luc Prarie – Video: Thomas Payette / Mirari Studio – Accesorios: Alain Jenkins — Maquillaje: Maryse Gossellin — Música Original y Ambientación Sonora: Ludovic Bonnier - Asistencia a la Puesta Escénica y Dirección: Stéphanie Raymond. Duración: 1 hora y 45 minutos (sin entreacto). Representaciones: Hasta el 27 de mayo de 2023 en el Théâtre du Nouveau Monde (www.tnm.qc.ca)
Soñar constituye un elemento esencial del ser humano y aunque esos sueños puedan no realizarse, lo importante es mantenerlos para seguir adelante porque de lo contrario la vida no tiene mayor aliciente. Eso es lo que ha inspirado a Hugo Bélanger a crear una fantasiosa historia desbordante de imaginación, en donde después de haber brindado en 2015 la excelene producción Le tour du monde en 80 jours en el TNM con Le rêveur dans son bain vuelve a confirmar su condición de remarcable dramaturgo y director escénico.
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Cynthia Wu-Maheux. (Foto: Yves Renaud)
El soñador de esta historia (Normand d’Amour) es un dibujante ermitaño que se encuentra desde hace 20 años enclaustrado en la bañera de su hogar y no está dispuesto a dejarla, a pesar de la insistencia de su hijo (Rénaud Lacelle-Bourdon) de que salga de ese recinto. Al lugar penetra Octave (Sébastien René), un misterioso joven que observa a este hombre en la posición en que se encuentra así como la cantidad de raros accesorios diseminados en esa suerte de gabinete de curiosidades. La gran frustración del anacoreta se debe a su bloqueo como artista y es así que aguarda la aparición de Ondine (Cynthia Wu-Maheux), la mitológica criatura acuática, para que a través de su chispa le incentive su proceso creativo.
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Normand D’Amour y Renaud Lacelle-Bourdon. (Foto: Yves Renaud)
De allí en más, el relato cobra vuelo a través de un viaje onírico en el que Octave, el alter ego del soñador, entra en contacto con emblemáticos precursores del arte quienes a fines del siglo 19 y comienzos del 20 dominaron el espectro cultural. Es así que se sale al cruce de Winsor McDay (Carl Béchard), el historietista americano del comic y pionero del cine de animación. Otro personaje es el francés Georges Méliès (Éloi Cousineau), gran creador del cine de espectáculo y fantasía de quien se aprecia un extracto de su film Viaje a la Luna (1902). No menos importante es la figura de Robert-Houdin (Carl Poliquin), el primer mago contemporáneo en la historia de la magia. En el universo alucinante del soñador igualmente participan eminentes artistas femeninas que lamentablemente han sido olvidadas como es el caso de la alemana Hannah Hoch que trabajó la técnica del fotomontaje con intenciones plásticas y la escultora, pintora y poeta alemana Elsa Von Freytag (Marie-Ève Trudel).
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Normand D’Amour. (Foto: Yves Renaud)
Si bien parte del espectáculo transcurre en ese mundo fantasioso es en su tramo final que la obra adquiere importante relieve dramático. Eso se produce cuando retornando a la realidad circundante el hijo recrimina a su padre su egocentrismo y el haber sido el causante de haber malogrado la carrera de su madre fotógrafa; no obstante ambos llegarán a reconciliarse en una conmovedora escena final.
Bélanger ha reunido un elenco excelente. Entre otros, D’Amour demuestra su solidez actoral animando al personaje protagónico así como Lacelle-Bourdon transmite sensibilidad como su primogénito. A la fineza que Wu-Maheux brinda como la mítica Ondina, se une la remarcable composición de Sébastien René, en tanto que Béchard, Cousineau, Poliquin y Trudel completan con notable soltura a los personajes históricos del relato.
Encomiable ha sido la labor de Bélanger concibiendo un drama en que la realidad armónicamente se funde con la fantasía de manera asombrosa para explicar las dificultades que suele atravesar un artista como creador. Además de haber logrado una maravillosa puesta escénica, como director ha cuidadosamente supervisado los diversos aspectos de la producción incluyendo el fantástico decorado de Jonas Veroff Bouchard, el colorido y variado vestuario de Marie Chantale Vaillancourt, los logrados efectos de iluminación de Luc Prarie y sobre todo el impecable desplazamiento de los actores y actrices en el escenario.
Dicho lo que antecede, el TNM cierra su temporada con un broche de oro a través de una innovadora y seductora obra nutrida de magia que cala hondamente en el ánimo del espectador.