Crónica de Jorge Gutman
JOSEPHINE – A MUSICAL CABARET. Creación: Tymisha Harris, Michael Marinaccio y Tod Kimbro. Actuación: Tymisha Harris Dirección y Coreografía: Sean Cheesman. Dirección Músical: Taurey Butler. Músicos: Taurey Butler, Jennifer Bell, Morgan Moore y Wali Muhammad. Escenografía y Diseño de Video: Bruno-Pierre Houle. Vestuario: Louise Bourret. Iluminación: Stéphanie Ménigot. Duración: 1h40 sin entreacto. Representaciones: Hasta el 18 de junio de 2023 en la sala principal del Segal Centre
Hay espectáculos que quedan grabados por siempre en la memoria de la audiencia. Sin duda alguna esta excepcional producción que obtuvo unánimes elogios en donde fue presentada anteriormente, repercutirá del mismo modo en los espectadores que la verán en el Segal Centre. Dentro de un escenario limitado, esta compañía teatral ofrece un glorioso musical reviviendo en cuerpo y alma a la inolvidable Josephine Baker.(1906 – 1975)
Adoptando un criterio biográfico la actriz Tymisha Harris pasa revista a su azarosa vida donde el relato se intercala magníficamente con la interpretación de las canciones que hicieron famosa a la icónica artista de origen afroamericano. Nacida en St. Louis, Missouri, desde su infancia sumida en la pobreza comienza a sentir su fuerte afición por el baile. Dueña de una personalidad independiente y para dejar a un lado la pobreza y el racismo, deja su hogar a los 13 años para casarse por primera vez en un matrimonio de apenas un año para efectuar un nuevo intento dos años después con William Baker de quien adoptaría su apellido. Anteponiendo su actuación en el mundo del espectáculo, deja a su marido y en 1925 con sus 19 años tiene la oportunidad de poder actuar en Francia. Es así que desde ese momento el cielo es el límite para Josephine donde cautiva al público con sus canciones y bailes. Es allí que conoce a Pepito di Abatino con quien contrae enlace en 1926 y es él quien la convence de retornar a Estados Unidos para montar espectáculos similares; pero su regreso no fue lo que ella aguardó al recibir inmerecidas críticas negativas. De allí regresa a Francia para seguir maravillando al público y durante la Segunda Guerra forma parte de la resistencia francesa contra los nazis; su activismo político la llevará igualmente a retornar a Estados Unidos para participar en 1963 en la marcha sobre Washington liderada por Martin Luther King para garantizar la defensa de los derechos civiles de la población negra.
La actuación de Harris es inolvidable lo que no resulta extraño si se atiende a su currículum de denodada bailarina, cantante, actriz, coreógrafa, diseñadora de vestuario y mucho más. En su interpretación de Josephine confirma una vez más ser una irreprochable interprete en la medida que su actuación deslumbra. Ella transmite fielmente los momentos más sublimes de su existencia como así también los sombríos como cuando ve frustrada su vocación de madre al perder a su hijo al nacer y luego ser sometida a una histerectomía. En tal sentido es conmovedor lo que se muestra a través del video de los 12 niños y niñas multiraciales que ella adoptó, provenientes de Francia, Marruecos, Japón, Colombia, Venezuela, Argelia y Costa de Marfil.
Como bailarina fascina a través de la desinhibida sensualidad exhibida y la acertada manera que interactúa con el público. Igualmente destacable es la rapidez y logro que obtiene en los numerosos cambios de atuendo, muchos de los mismos realizados a la vista de la audiencia; en ese aspecto, es encomiable el esplendoroso vestuario diseñado por Louise Bourret. Claro está que Harris igualmente apasiona con su potente voz entonando entre otras canciones I Have Two Loves, The Times They Are A‑Changin, Bei Mir Bist Du Shein y sobre todo La Vie en Rose cantada en dúo con la grabación realizada por Josephine; todo ello acompañado por la música dirigida por el remarcable pianista de jazz Taurey Butler.
Si bien no existen más palabras para calificar el increíble “tour de force” de Harris en los 100 minutos de permanente presencia en el escenario, es fundamental destacar la estupenda puesta escénica de Sean Cheesman quien ha sabido captar la verdadera esencia del espectáculo; a su vez como remarcable coreógrafo, permite el lucimiento de la artista en la Danza Banana en donde baila con más de una docena de bananas adheridas a su pollera.
Dicho lo que precede, este grandioso musical ratifica el prestigio del Segal Centre en ofrecer producciones que como la presente enriquecen el nivel cultural de Montreal.