Un Emo­ti­vo Rela­to Humano

LE TEMPS D’UN ÉTÉ. Cana­dá, 2023. Un film de Loui­se Archam­bault. 117 minutos

Des­pués de haber brin­da­do remar­ca­bles fil­mes como lo fue­ron entre otros Gabrie­lle (2013) y Il pleu­vait des oiseaux (2019) aquí nue­va­men­te Loui­se Archam­bault rati­fi­ca sus con­di­cio­nes de nota­ble cineas­ta con Le temps d’un été, abor­dan­do con deli­ca­de­za el urti­can­te tema de las per­so­nas sin hogar.

Una esce­na de LE TEMPS D’UN ÉTÉ

Fac­tor de vital impor­tan­cia es el guión de Marie Vien quien habien­do sido volun­ta­ria en un orga­nis­mo dedi­ca­do a auxi­liar a per­so­nas iti­ne­ran­tes, su expe­rien­cia per­mi­tió que los per­so­na­jes esbo­za­dos en este film revis­tan máxi­ma autenticidad.

La his­to­ria intro­du­ce al cura Marc (Patri­ce Robi­tai­lle) quien asis­ti­do por la reli­gio­sa Moni­que (Éli­se Guil­bault) está a car­go de una parro­quia en Mon­treal don­de el núme­ro de feli­gre­ses ha dis­mi­nui­do, ade­más de tener fac­tu­ras impa­gas que no está en con­di­cio­nes de can­ce­lar y sin­tién­do­se exhaus­to en su tra­ba­jo lo moti­va a que­rer cerrar el tem­plo. Asi­mis­mo Marc rea­li­za des­de lar­go tiem­po una labor altruis­ta ayu­dan­do a los iti­ne­ran­tes de la zona alber­gán­do­los en su iglesia.

La situa­ción cobra un vuel­co favo­ra­ble para este hom­bre cuan­do se impo­ne que un millo­na­rio que aca­ba de falle­cer y que ha sido emplea­dor de su difun­to padre le ha lega­do una man­sión ubi­ca­da en la peque­ña y pin­to­res­ca loca­li­dad de Sain­te-Blan­di­ne-sur-Mer, en la pro­vin­cia de Que­bec. Esa heren­cia moti­va a que el cura acom­pa­ña­do de la her­ma­na Moni­que deci­da lle­var de vaca­cio­nes en una camio­ne­ta a esos des­po­seí­dos seres para que pue­dan dis­fru­tar de la estadía.

La lle­ga­da a des­tino no es del todo com­pla­cien­te para los aldea­nos de la zona quie­nes miran con rece­lo a los inte­gran­tes del gru­po; a eso se agre­ga algu­nas esca­ra­mu­zas que se pro­du­cen entre Marc y Fra­nçois (Sébas­tien Ricard), uno de los luga­re­ños que había cui­da­do duran­te lar­go tiem­po de esa man­sión a la cual con­si­de­ra­ba suya, aun­que la beli­co­si­dad exis­ten­te no lle­ga a cobrar con­si­de­ra­ble impacto.

Si bien estos seres mar­gi­na­dos tie­nen en común la ausen­cia de un domi­ci­lio fijo, en este rela­to Archam­bault des­ta­ca las dife­ren­tes face­tas de los mis­mos que los han hecho iti­ne­ran­tes. Uno de los per­so­na­jes es el ex abo­ga­do Jean-Pie­rre (Guy Nadon) que habién­do­lo per­di­do todo en su vida sin embar­go mani­fies­ta su preo­cu­pa­ción por ayu­dar al pró­ji­mo; otro caso es el del refu­gia­do con­go­lés Julien (Cedric Keka Sha­ko) que habien­do expe­ri­men­ta­do dra­má­ti­cos inci­den­tes vivi­dos por su fami­lia en El Con­go son las razo­nes por las que bus­ca obte­ner la resi­den­cia legal en Cana­dá. Otro per­so­na­je es Sam (Mar­tin Dubreuil) quien como ex mili­tar en Afga­nis­tán pade­ce el post trau­má­ti­co sín­dro­me. No menos impor­tan­te son los casos de, la autóc­to­na mucha­cha Mia­li (Océa­ne Kitu­ra Bohé­mier-Too­too) a quien su novio la plan­tó deján­do­la en cin­ta, el joven Sebast (Jus­tin Ley­ro­lles-Bou­chard) quien por su tris­te infan­cia estu­vo bajo la super­vi­sión de la DPJ (Direc­ción de Pro­tec­ción de la Juven­tud), Angel (Marc-André Leclair), esca­pan­do de su medio debi­do a su tran­se­xua­li­dad y Molo (Pie­rre Ver­vi­lle) quien está afec­ta­do de una seria enfermedad..

Nutri­do de un exce­len­te elen­co, éste es un muy buen film que abor­da un tema de rigu­ro­sa actua­li­dad don­de por el momen­to no exis­te solu­ción a la visa; no obs­tan­te a tra­vés de la fic­ción la direc­to­ra con­jun­ta­men­te con la guio­nis­ta logran que su tra­ba­jo impac­te por su noble con­te­ni­do huma­ni­ta­rio y el sen­ti­mien­to de soli­da­ri­dad que emer­ge de su narración.

Com­bi­nan­do ade­cua­da­men­te momen­tos dra­má­ti­cos con otros de espon­tá­neo humor, la rea­li­za­do­ra gene­ra esce­nas genui­na­men­te con­mo­ve­do­ras sazo­na­das en algu­nas ins­tan­cias de poe­sía, tenien­do una agra­da­ble músi­ca de fon­do don­de se escu­cha entre otros temas la céle­bre can­ción Halle­lu­jah de Leo­nard Cohen. Jor­ge Gutman