Fil­mes Vis­tos en el TIFF 2023 (1)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

The Tea­chers Loun­ge (Ale­ma­nia)

Una seve­ra crí­ti­ca al sis­te­ma edu­ca­cio­nal impe­ran­te en una escue­la de Ale­ma­nia es lo que ofre­ce el direc­tor Ilker Çatak en este mag­ní­fi­co film. En una satis­fac­to­ria com­bi­na­ción de la acer­ta­da direc­ción y del remar­ca­ble guión escri­to por el rea­li­za­dor y Johan­nes Dunc­ker se apre­cia un impac­tan­te dra­ma mati­za­do de sus­pen­so que ha sido muy bien aco­gi­do en opor­tu­ni­dad de su estreno mun­dial en el fes­ti­val de Ber­lín del año en curso.

The Tea­chers Lounge

La his­to­ria pre­sen­ta a Car­la Novak (Leo­nie Benesch) que en su pri­mer tra­ba­jo como docen­te impar­te mate­má­ti­cas y edu­ca­ción físi­ca a estu­dian­tes que cur­san el sép­ti­mo año de estu­dios. Con entu­sias­mo e idea­lis­mo la joven pro­fe­so­ra se esme­ra en brin­dar la mejor edu­ca­ción a sus alumnos.

El fac­tor que impul­sa la acción es una serie de robos que han teni­do lugar en la sala de pro­fe­so­res lo que moti­va a que la direc­to­ra del esta­ble­ci­mien­to esco­lar Bet­ti­na Bohm (Anne-Kath­rin Gum­mich) jun­to con otros docen­tes comien­cen a revi­sar los bol­sos de los estu­dian­tes; de inme­dia­to acu­san a Ali (Can Roden­bos­tel), un alumno de ros­tro moreno pro­ve­nien­te de una fami­lia de inmi­gran­tes de Tur­quía que a su vez sufre el bull­ying de sus com­pa­ñe­ros. Sor­pren­di­da y frus­tra­da por el pro­ce­di­mien­to rea­li­za­do Car­la defien­de a Ali y al pro­pio tiem­po tra­tan­do de inves­ti­gar por su cuen­ta el pro­ble­ma sos­pe­cha que la ladro­na es la seño­ra Kuhn (Eva Löbau), una de las secre­ta­rias de la escue­la; eso pro­du­ce un gran revue­lo, sobre todo en Oskar (Leo­nard Stett­nisch), el hijo de Kuhn, uno de los alum­nos más des­ta­ca­dos del curso.

Como una bola de nie­ve que se va agran­dan­do, la acti­tud de Car­la moti­va a que resul­te mar­gi­na­li­za­da por sus cole­gas, repren­di­da por la direc­to­ra Bohm sin­tien­do que su acu­sa­ción daña la ima­gen de la ins­ti­tu­ción, reci­ba la agre­si­vi­dad de algu­nos de sus alum­nos lide­ra­dos por Oskar, asi como el encono de cier­tos padres; inclu­so lo que acon­te­ce alcan­za difu­sión en el perió­di­co de la escue­la. A medi­da que el rela­to pro­gre­sa la ten­sión va incre­men­tán­do­se has­ta lle­gar a un des­en­la­ce con­vin­cen­te que resul­ta­ría indis­cre­to revelar.

En su cuar­ta pelí­cu­la, el direc­tor acer­ta­da­men­te ilus­tra el ámbi­to esco­lar como un micro­cos­mos de lo que acon­te­ce en el medio social don­de los rumo­res y las noti­cias fal­sas pue­den afec­tar la vida de per­so­nas ino­cen­tes que por empe­ñar­se en la bús­que­da de la ver­dad ter­mi­nan destruidas.

A los méri­tos de la rea­li­za­ción y de la rique­za del guión se aña­de el irre­pro­cha­ble elen­co en el que los acto­res ofre­cen com­ple­ta auten­ti­ci­dad a los per­so­na­jes que les ha toca­do com­po­ner; entre los mis­mos, se dis­tin­gue Benesch quien en el rol pro­ta­gó­ni­co man­tie­ne una pos­tu­ra tran­qui­la y nada impe­tuo­sa para no afec­tar a sus alum­nos, a pesar de la angus­tia que está vivien­do por den­tro. En los ren­glo­nes téc­ni­cos se des­ta­ca la bue­na ban­da sono­ra de Mar­vin Miller, deci­di­da­men­te fun­cio­nal al cli­ma de inquie­tud e incer­ti­dum­bre del relato.

La exce­len­cia de este pro­vo­ca­ti­vo film sin duda será apre­cia­da por los ciné­fi­los del TIFF.

Per­fect Days (Japón)

El remar­ca­ble rea­li­za­dor, escri­tor y autor ger­mano Wim Wen­ders efec­túa un triun­fal retorno des­pués de cier­to tiem­po de ausen­cia con esta pelí­cu­la mini­ma­lis­ta que cons­ti­tu­ye una bella car­ta de amor a Japón. Des­pués de su expe­rien­cia en ese país en la déca­da del 80 con bue­nos docu­men­ta­les como lo fue­ron Tok­yo-Ga (1985) y Note­book on Cities and Clothes (1989) aho­ra abor­da un rela­to de fic­ción que trans­cu­rre en la capi­tal de Japón.

Per­fect Days

En su guión com­par­ti­do con Taku­ma Taka­sa­ki, Wen­ders intro­du­ce a Hira­ya­ma (Koji Yakusho), un apo­sa­do hom­bre de media­na edad que vive solo en un peque­ño depar­ta­men­to de la ciu­dad. De mane­ra ruti­na­ria, por las maña­nas al des­per­tar­se se ocu­pa de poner su vivien­da en orden y des­pués de los aseos per­ti­nen­tes se diri­ge en su mini­ván hacia su lugar de tra­ba­jo que con­sis­te en la lim­pie­za los baños públi­cos de un sec­tor de Tokio en don­de cuen­ta con la cola­bo­ra­ción de su errá­ti­co ayu­dan­te Takashi (Tokio Emo­to). Todo hace pre­su­mir que él es un hom­bre feliz de la vida; así se lo ve dis­fru­tan­do de la bue­na lec­tu­ra, escu­chan­do en casets temas musi­ca­les de Lou Reed, Van Morri­son, entre otros, mien­tras con­du­ce su vehícu­lo, con­cu­rrien­do a bares loca­les, toman­do fotos en los par­ques y sola­zán­do­se con algu­nas vis­tas de la arqui­tec­tó­ni­ca urbe.

Aun­que sin diá­lo­gos duran­te la pri­me­ra de sus dos horas de metra­je, la acer­ta­da for­ma en que Wen­ders expo­ne a su per­so­na­je impi­de que el rela­to pue­da abu­rrir. Pos­te­rior­men­te se escu­cha­rá la voz de Hira­ya­ma en sus encuen­tros con un hom­bre divor­cia­do (Tomo­ka­zu Miu­ra) y con la visi­ta que reci­be de su sobri­na Niko (Ari­sa Nakano), en don­de aso­ma­rán algu­nos indi­cios de su pasa­do y las razo­nes para lle­var ese dis­tin­ti­vo esti­lo de vida.

Con una estu­pen­da pues­ta escé­ni­ca resul­ta sen­ci­llo empa­ti­zar con Hira­ya­ma quien com­ple­ta­men­te ale­ja­do del mun­do tec­no­ló­gi­co actual es un indi­vi­duo que dis­fru­ta con las cosas sim­ples de la vida. Con­tan­do con la extra­or­di­na­ria actua­ción de Yakusho que mere­ci­da­men­te le valió el pre­mio al mejor actor en el fes­ti­val de Can­nes, el direc­tor brin­da un lumi­no­so film silen­cio­so, medi­ta­ti­vo e impreg­na­do de poe­sía y que den­tro de su sen­ci­llez sedu­ce al espectador.

La Chi­me­ra (Ita­lia-Fran­cia-Sui­za)

La direc­to­ra y guio­nis­ta ita­lia­na Ali­ce Rohr­wa­cher, des­pués de haber rea­li­za­do cua­tro nota­bles fil­mes, Cor­po Celes­te (2011), Le Mera­vi­glie (2014), Laz­za­ro Feli­ce (2018) y Futu­ra (2021), vuel­ve a ofre­cer en La Chi­me­ra, otro tra­ba­jo que des­pier­ta inte­rés median­te el dis­tin­ti­vo esti­lo que sue­le emplear.

La acción trans­cu­rre en la déca­da del 80 en la región de Tos­ca­na; allí regre­sa Arthur (Josh O’Connor), un anti­guo arqueó­lo­go inglés pero bien inte­gra­do a la cul­tu­ra ita­lia­na quien recien­te­men­te ha sali­do de la cár­cel y que aho­ra habi­ta en un subur­bio de Tus­cia, en el mar Tirreno. Pron­ta­men­te se rela­cio­na con un gru­po de com­pin­ches dedi­ca­dos a pro­fa­nar tum­bas en bus­ca de reli­quias a fin de ser ven­di­das clan­des­ti­na­men­te en el mer­ca­do de arte. En tal sen­ti­do Arthur, valién­do­se de un palo bifur­ca­do apli­ca su don espe­cial que le per­mi­te detec­tar los sitios pre­ci­sos para exca­var las tum­bas don­de se hallan valio­sos teso­ros ente­rra­dos por la gen­te de la anti­gua civi­li­za­ción etrus­ca, antes de haber sido asi­mi­la­da por la socie­dad romana.

Alter­nan­do su acti­vi­dad arqueo­ló­gi­ca con su vida per­so­nal, Arthur visi­ta a Flo­ra (Isa­be­lla Ros­se­lli­ni) que vive en una aris­to­crá­ti­ca villa y es la madre de Ben­ja­mi­na (Yle Via­ne­llo) ya falle­ci­da por quien él sin­tió una gran pasión; con todo en la medi­da que él la ubi­ca en sus sue­ños, esa ilu­sión apa­ren­te­men­te irrea­li­za­ble aspi­ra con­cre­tar­la reu­nién­do­se con ella espi­ri­tual­men­te. Entre tan­to Arthur esta­ble­ce­rá un víncu­lo sen­ti­men­tal con Ita­lia (Carol Duar­te), la emplea­da domés­ti­ca de Flora.

Resul­ta atrac­ti­vo vis­lum­brar cómo Rohr­wa­cher logra ensam­blar las dos his­to­rias, don­de los ves­ti­gios del pasa­do reper­cu­ten en el pre­sen­te y lo terre­nal se con­ju­ga con lo sobre­na­tu­ral, infun­dien­do a su rela­to un tono surrea­lis­ta y oní­ri­co no exen­to de ternura.

La foto­gra­fía de Hélè­ne Lou­vart cap­tan­do las imá­ge­nes en 35 mm, Super 16 y 16 mm y con diver­sos encua­dres de pan­ta­lla se aso­cia muy bien a los dife­ren­tes cli­mas emo­cio­na­les que tra­sun­ta el rela­to. A los méri­tos de la bue­na pues­ta escé­ni­ca de Rohr­wa­cher, la pelí­cu­la se valo­ri­za por su mag­ní­fi­co elen­co en don­de ade­más del efi­caz desem­pe­ño de O’Connor, Ros­se­lli­ni y espe­cial­men­te de Duar­te, en roles de apo­yo salen airo­sos Vin­cen­zo Nemo­la­to, Gui­liano Man­to­va­ni, Lou Roy Leco­lli­net, así como la her­ma­na de la cineas­ta Alba Rohr­wa­cher carac­te­ri­zan­do un sin­gu­lar personaje.

Les Filles d’Olfa (Túnez-Fran­cia-Ara­bia Saudita-Alemania)

Con bue­nos ante­ce­den­tes en fil­mes docu­men­ta­les y de fic­ción, la cineas­ta tune­ci­na Kaouther Ben Hania adop­ta en esta opor­tu­ni­dad un sin­gu­lar híbri­do mez­clan­do ambos géne­ros. Su rela­to explo­ra a Olfa Ham­rou­ni, una mujer tune­ci­na y madre de cua­tro hijas, en don­de dos de ellas, Gho­fra­ne y Rah­ma, en ese enton­ces de 16 y 15 años res­pec­ti­va­men­te, desaparecieron.

Les Filles D’Olfa

La cáma­ra de Ben Hania pene­tra en 2023 en la inti­mi­dad del hogar de Olfa a fin de repro­du­cir la vida de esa fami­lia. Para ello acu­de a actri­ces pro­fe­sio­na­les para per­so­ni­fi­car a Gho­fra­ne (Ichraq Matar) y Rah­ma (Nour Karoui) y en cier­tas ins­tan­cias a Olfa (Hend Sabri) en tan­to que Eya y Tays­sir se repre­sen­tan a sí mismas.

A tra­vés de ese sin­gu­lar meca­nis­mo, Olfa cuen­ta su vida deta­llan­do el trau­ma reci­bi­do por par­te de su madre, su boda con un mari­do al que no qui­so y que lue­go lle­gó a dejar­lo para unir­se a otro hom­bre y cómo su acti­tud ambi­gua adop­ta­da para con sus hijas lle­gó a influir en sus vidas. Asi­mis­mo se repro­du­ce la diná­mi­ca exis­ten­te entre las cua­tro her­ma­nas don­de no fal­tan momen­to de humor y ale­gría. En la recons­truc­ción efec­tua­da pue­de con­tem­plar­se cómo en cier­tas oca­sio­nes las hijas son ata­ca­das por su madre como así tam­bién los abu­sos sufri­dos por el aman­te de Olfa (Majd Mastoura).

Refle­jan­do la con­di­ción de la mujer ára­be den­tro del patriar­ca­do impe­ran­te, Gho­fra­ne y Rha­ma desean eman­ci­par­se y para ello esca­pan del hogar para pos­te­rior­men­te adop­tar una acti­tud radi­cal; sin deve­lar el des­en­la­ce se lle­ga a saber qué es lo que acon­te­ció con ellas, dón­de se encuen­tran y en qué con­di­cio­nes trans­cu­rren sus vidas.

Aun­que no es la pri­me­ra vez que el cine ape­la a un dra­ma­tis­mo fic­cio­nal en el mar­co de un docu­men­tal, en esta oca­sión la direc­to­ra no logra ple­na­men­te ensam­blar esta his­to­ria lle­gan­do a situa­cio­nes que en algu­nas ins­tan­cias des­con­cier­tan y resul­tan con­tra­dic­to­rias. No obs­tan­te lo apun­ta­do, hay esce­nas que legí­ti­ma­men­te con­mue­ven y glo­bal­men­te con­si­de­ra­do, el film intere­sa en la com­ple­ja rela­ción materno-filial ilus­tra­da por la rea­li­za­do­ra, como así tam­bién, por medio de extrac­tos de archi­vos, per­mi­te impo­ner­se de la recien­te his­to­ria de Túnez con sus aten­ta­dos terro­ris­tas y cómo eso ha afec­ta­do a la población.

Insi­de the Yellow Cocoon Shell (Viet­nam-Sin­ga­pur-Fran­cia-Espa­ña)

Pre­mia­da en Can­nes con la Cáma­ra de Oro, que se atri­bu­ye a la mejor ópe­ra pri­ma pre­sen­ta­da en cual­quie­ra de las sec­cio­nes del fes­ti­val, esta pelí­cu­la del novel direc­tor viet­na­mi­ta Pham Thien An cons­ti­tu­ye un jus­to reco­no­ci­mien­to por su nota­ble calidad.

Insi­de the Yellow Cocoon Shell

El rea­li­za­dor que es a su vez el guio­nis­ta y edi­tor del film pre­sen­ta a Thien (Le Phong Vu), un agnós­ti­co edi­tor de video que tra­ba­ja en Sai­gón sin que su vida resul­te dema­sia­do exci­tan­te. Un cam­bio ines­pe­ra­do se pro­du­ce cuan­do se impo­ne de la muer­te de su cuña­da Hanh en un acci­den­te de moto­ci­cle­ta en el cual Dao (Ngu­yen Thinh), su hiji­to de cin­co años, logró sal­var­se. En la medi­da que su her­mano mayor Tam y padre del niño ha des­apa­re­ci­do des­de lar­go tiem­po, es Thien quien se encar­ga tem­po­ral­men­te de cui­dar al peque­ño, así como tras­la­dar el cadá­ver de la occi­sa a la aldea don­de vivió y a su vez tra­tar de loca­li­zar a Tam.

A lo lar­go del via­je va pro­du­cién­do­se una meta­mor­fo­sis en Thien en la medi­da que su ambi­güe­dad con res­pec­to a la fe cede lugar a un pro­fun­do vuel­co espi­ri­tual; en tal sen­ti­do la con­ver­sa­ción que man­tie­ne con su sobrino refle­xio­nan­do sobre la vida y la muer­te adquie­re rele­van­cia. Duran­te el tra­yec­to man­tie­ne con­tac­to con un vete­rano de gue­rra de Viet­nam, aho­ra ocu­pa­do de los suda­rios fune­ra­rios, revi­vien­do el pasa­do del país así como se encuen­tra con Thao (Ngu­yen Thi Truc Quynh), una anti­gua novia que aho­ra es mon­ja y ense­ña en una escue­la católica.

Más allá de su tra­ma, lo des­ta­ca­ble es la mane­ra impe­ca­ble en que la pues­ta escé­ni­ca de Pham apo­ya­da por la exce­len­te foto­gra­fía de Dinh Duy Hung per­mi­te que a tra­vés de exten­sos pla­nos secuen­cia se obten­gan valio­sas imá­ge­nes que van sur­gien­do a lo lar­go del via­je des­de la ciu­dad hacia el cam­po y que están al ser­vi­cio de lo que se está narran­do; así la flo­ra y la fau­na que rodean a los via­je­ros, el gor­jeo de los pája­ros, el soni­do de las cas­ca­das y en gene­ral la sere­ni­dad que ofre­ce el pano­ra­ma, lle­gan a fascinar.

En esen­cia el joven cineas­ta ofre­ce un subli­me film mís­ti­co y pro­fun­da­men­te espi­ri­tual que no obs­tan­te su len­to rit­mo col­ma las expec­ta­ti­vas del ciné­fi­lo exigente.

Nota: Las fotos han sido sumi­nis­ta­das por el TIFF