Mag­ní­fi­co Legado

TES­TA­MENT. Cana­dá, 2023. Un film escri­to y diri­gi­do por Denys Arcand. 115 minutos

El estreno de un nue­vo film de Denys Arcand siem­pre des­pier­ta expec­ta­ti­va debi­do a exce­len­tes tra­ba­jos ofre­ci­dos, entre otros títu­los, El Decli­ve del Impe­rio Ame­ri­cano (1987) Jesús de Mon­treal (1989) y Las Inva­sio­nes Bár­ba­ras (2003), que le han mere­ci­do un impor­tan­te reco­no­ci­mien­to inter­na­cio­nal. Por ello resul­ta gra­ti­fi­can­te com­pro­bar que con Tes­ta­ment, su déci­mo quin­to film, haya logra­do una exce­len­te come­dia dra­má­ti­ca que segui­rá enri­que­cien­do su filmografía.

Sophie Lorain y Rémy Girard

Por sép­ti­ma vez en su carre­ra Arcand con­vo­có a su actor feti­che Rémy Girard para asu­mir el rol pro­ta­gó­ni­co. El pro­mi­nen­te actor ani­ma a Jean-Michel Bou­chard, un escri­tor sep­tua­ge­na­rio aun­que ya olvi­da­do que en el cre­púscu­lo de su vida expe­ri­men­ta una gran desa­zón com­pro­ban­do la reali­dad del mun­do actual al que le cues­ta adaptarse.

Vivien­do en Mon­treal en una resi­den­cia para gen­te de la ter­ce­ra edad diri­gi­da por Suzan­ne (Sophie Lorain), aún se mues­tra acti­vo tra­ba­jan­do dos días por sema­na en las ofi­ci­nas del Archi­vo Nacio­nal. Sin haber teni­do pare­ja ni hijos, ya nada le res­ta de su fami­lia y es así que en los paseos que sue­le hacer en uno de los cemen­te­rios de la ciu­dad con la voz en off deja saber que muy pron­to acom­pa­ña­rá a los que allí se encuen­tran. En torno a los mis­te­rios de la vida él expe­ri­men­ta un pesar cuan­do uno de los ami­gos ciclis­tas de la resi­den­cia (Denis Bou­chard) mue­re de un ful­mi­nan­te ata­que car­día­co, no obs­tan­te haber lle­va­do una exis­ten­cia com­ple­ta­men­te sana en mate­ria de ali­men­ta­ción y sin pro­ble­ma alguno has­ta ese momen­to; eso hace que su ape­na­da viu­da (Guy­lai­ne Trem­blay) resuel­va ven­gar­se para que de ahí en más no se pri­ve del alcohol, taba­co ni de cual­quier pro­duc­to alimenticio.

Arcand valién­do­se de su mag­ní­fi­co guión no deja de sati­ri­zar las cere­mo­nias de las entre­gas de pre­mios, como suce­de cuan­do Jean-Michel es uno de los dis­tin­gui­dos por su tra­yec­to­ria lite­ra­ria pero deja­do de lado por los orga­ni­za­do­res del even­to al no per­mi­tir­le el uso de la pala­bra como lo han hecho los res­tan­tes pre­mia­dos por ser más cono­ci­dos. Asi­mis­mo el des­en­can­to de nues­tro anti­hé­roe se mani­fies­ta al com­pro­bar cómo el amor por la lec­tu­ra es des­es­ti­ma­do dado que el espa­cio de la resi­den­cia dedi­ca­do a la biblio­te­ca es reem­pla­za­do por la ins­ta­la­ción de jue­gos de video, en tan­to que los libros son des­ti­na­dos al reci­cla­je por­que nadie los quie­re; es así que él se pre­gun­ta si la cul­tu­ra popu­lar de Cana­dá sólo se sim­bo­li­za por el Cir­que de Soleil y Céli­ne Dion.

Siguien­do con las obser­va­cio­nes de Arcand a tra­vés de su alter ego refle­ja asi­mis­mo los cam­bios gene­ra­cio­na­les don­de la inti­mi­dad del indi­vi­duo que­da rele­ga­da a un segun­do plano por la pro­li­fe­ra­ción de las redes socia­les. Como otra obser­va­ción de los nue­vos tiem­pos con la nue­va iden­ti­dad gené­ri­ca, Jean-Michel es infor­ma­do por Suzan­ne el cam­bio de nom­bre de la ancia­na Stépha­nie por el de Steph.

Más allá de las situa­cio­nes men­cio­na­das, el rela­to cobra un giro dra­má­ti­co cuan­do la ruti­na del esta­ble­ci­mien­to se ve alte­ra­da por la pre­sen­cia de un gru­po de mani­fes­tan­tes que ins­ta­la­dos en los jar­di­nes exte­rio­res de la resi­den­cia asu­me la defen­sa de la pobla­ción autóc­to­na de Cana­dá; así los inte­gran­tes dejan saber que no se move­rán del lugar has­ta el momen­to en que sea remo­vi­do el mural de uno de los salo­nes del esta­ble­ci­mien­to. En el mis­mo se exhi­be al explo­ra­dor Jac­ques Car­tier lle­ga­do a la región en 1541, fren­te a hom­bres y muje­res de las Pri­me­ras Nacio­nes; en tal sen­ti­do el gru­po con­si­de­ra ofen­si­vo que se supon­ga que Car­tier haya sido el des­cu­bri­dor de Que­bec, cuan­do ya esta­ba pobla­do por los nati­vos indí­ge­nas y ade­más por­que cons­ti­tu­ye un agra­vio mos­tran­do a las muje­res con sus pechos des­nu­dos. El inci­den­te que adquie­re amplia reper­cu­sión públi­ca inquie­ta seve­ra­men­te a las auto­ri­da­des de Que­bec moti­van­do a que la Minis­tra de la Salud (Caro­li­ne Néron) se ocu­pe de inme­dia­to en reme­diar la gra­ve situación.

Sin entrar en deta­lles ulte­rio­res sobre cómo el pro­ble­ma será resuel­to, el rela­to asi­mis­mo reve­la la impor­tan­cia que adquie­re la comu­ni­ca­ción cuan­do alguien vive en com­ple­ta sole­dad; es así que para com­ba­tir­la Jean-Michel reci­be sema­nal­men­te la visi­ta de Fla­vie (Marie-Mai), una joven mujer que a mane­ra de tera­peu­ta le ofre­ce peque­ños ges­tos afec­ti­vos. Asi­mis­mo el con­te­ni­do humano que Arcand impri­me al rela­to se cons­ta­ta en la gran pena que sien­te Suzan­ne quien por exi­gir dema­sia­do a su hija Rosa­lie (Char­lot­te Aubin) ella des­apa­re­ció hace 14 años del hogar sin saber dón­de se encuen­tra; la noble­za de Jean-Michel moti­va a que él, con la ayu­da de una cole­ga del archi­vo, logre ubi­car­la gene­ran­do la uni­fi­ca­ción fami­liar don­de Suzan­ne com­prue­ba que es aho­ra abue­la de su nie­ti­to de 8 meses.

En mate­ria de actua­ción que­da refle­ja­da la gran com­pli­ci­dad exis­ten­te entre Arcand y Girard; es así que este gran actor trans­mi­te aca­ba­da­men­te la huma­ni­dad que su per­so­na­je tras­cien­de y que aun­que des­ilu­sio­na­do de lo que la era digi­tal ofre­ce, final­men­te encuen­tra en el amor una razón para con­tem­plar de mane­ra posi­ti­va lo que le res­ta por vivir. A su lado se des­ta­can la soli­dez de Lorain, Marie Mai en su acer­ta­do debut acto­ral, así como el res­to del mag­ní­fi­co repar­to agra­cia­do con la pre­sen­cia del dra­ma­tur­go Robert Lepa­ge y de Yves Jac­ques en una bre­ve y son­rien­te escena.

Sin duda la ambi­ción posi­ti­va de Arcand hace que su film explo­re adi­cio­na­les temas como el del nacio­na­lis­mo de Que­bec de anta­ño com­pa­ra­do con el actual. Pero lo con­cre­to es que su insu­pe­ra­ble pues­ta escé­ni­ca, el valio­so guión impreg­na­do de jugo­sos diá­lo­gos y un elen­co de pri­mer nivel con­for­man un mag­ní­fi­co dra­ma humano.

Aun­que sin supo­ner si aca­so éste será su últi­mo film, alu­dien­do a su títu­lo Arcand nos brin­da un remar­ca­ble tes­ta­men­to des­cri­bien­do con extra­or­di­na­ria luci­dez la gene­ra­ción de los baby boo­mers rea­li­zan­do esfuer­zos para invo­lu­crar­se en esta revo­lu­cio­na­ria era digi­tal. Jor­ge Gutman