Una Eté­rea Experiencia

ALL OF US STRAN­GERS. Gran Bre­ta­ña-Esta­dos Uni­dos, 2023. Un film escri­to y diri­gi­do por Andrew Haigh. 105 minutos

Una his­to­ria de amor entre­mez­cla­da con otra par­cial­men­te surrea­lis­ta es lo que se apre­cia en All Of Us Stran­gers, un con­mo­ve­dor dra­ma del direc­tor bri­tá­ni­co Andrew Haigh.

Paul Mes­cal y Andrew Scott

Con la adap­ta­ción efec­tua­da de la nove­la japo­ne­sa Stran­gers de Tai­chi Yama­da publi­ca­da en 1987, el guión del rea­li­za­dor ambien­ta la acción en Lon­dres. En un moderno blo­que de depar­ta­men­tos ubi­ca­do en el sec­tor este de la ciu­dad habi­ta Adam (Andrew Scott), un guio­nis­ta gay de 42 años de edad que está pro­cu­ran­do escri­bir un libre­to basa­do en su infan­cia y la rela­ción man­te­ni­da con sus padres. A todo ello gol­pea en su puer­ta Harry (Paul Mes­cal), un vecino del mis­mo edi­fi­cio, más joven y extra­ver­ti­do que Adam, que tra­ta de vin­cu­lar­se con él; si bien Adam se mues­tra reluc­tan­te, final­men­te logra invi­tar­lo a su departamento.

Lo que al prin­ci­pio podría suge­rir que el rela­to se cen­tra en la rela­ción amo­ro­sa de dos per­so­nas homo­se­xua­les que tra­tan de apa­ci­guar su sole­dad e inse­gu­ri­dad, lo que pro­si­gue adquie­re mayor tras­cen­den­cia. Tra­tan­do de que­brar el blo­queo que lo aque­ja para escri­bir su guión, des­pués de haber revi­sa­do vie­jas fotos de su niñez, Adam via­ja a la ciu­dad de Dor­king, ubi­ca­da en los subur­bios de Lon­dres, para visi­tar la casa de sus padres en don­de vivió has­ta que un trá­gi­co acci­den­te de auto los mató, que­dan­do en con­se­cuen­cia huér­fano a los 12 años.

A par­tir de allí, Adam vis­lum­bra un encuen­tro con sus pro­ge­ni­to­res (Jamie Bell y Clai­re Foy) de edad simi­lar a la que él tie­ne aho­ra. Den­tro de un medio social con­ser­va­dor pre­va­le­cien­te en la déca­da del 80 en el que la homo­fo­bia no enca­ja en un mun­do hete­ro­se­xual y dis­cri­mi­na­to­rio, es aho­ra que Adam pre­sen­tán­do­se ante sus pro­ge­ni­to­res desea cono­cer su opi­nión de tener un hijo gay. Gran­de es su con­fort cuan­do en las con­ver­sa­cio­nes con sus padres ellos le demues­tran su pro­fun­do amor acep­tán­do­lo tal cual es y alen­tán­do­lo en su carrera.

Más allá de si lo que atra­vie­sa el guio­nis­ta es un pro­duc­to de su ima­gi­na­ción, un sue­ño, o la viven­cia de una eté­rea expe­rien­cia, que­da en cla­ro que a tra­vés de los años él no pudo cica­tri­zar las heri­das emo­cio­na­les pro­du­ci­das por la pér­di­da de sus padres y es por eso que nece­si­ta lograr con ellos la cone­xión huma­na para miti­gar su trau­ma. De algún modo su esta­do emo­cio­nal reper­cu­ti­rá en la rela­ción man­te­ni­da con Harry cuan­do lo lle­va a su hogar de infan­cia para que él conoz­ca a sus padres; es en esta secuen­cia don­de nue­va­men­te entra en jue­go el surrea­lis­mo de esta historia.

Abar­can­do una temá­ti­ca en la que la sole­dad se entre­mez­cla con la muer­te, el dolor y la reafir­ma­ción iden­ti­ta­ria, el rea­li­za­dor ha logra­do un muy humano rela­to que desem­bo­ca en un poé­ti­co aun­que ambi­guo final suje­to a doble interpretación.

Ade­más de la esme­ra­da direc­ción de Haigh, el plan­tel acto­ral con­tri­bu­ye a real­zar los méri­tos de la his­to­ria narra­da. Los cua­tro inte­gran­tes del elen­co se lucen en sus res­pec­ti­vos per­so­na­jes; así la vul­ne­ra­bi­li­dad emo­cio­nal que Scott trans­mi­te en Adam, la sen­si­bi­li­dad y tris­te­za de Harry a tra­vés de su pasa­do expre­sa­da por Mes­cal y la cali­dez ema­na­da de los padres de Adam a tra­vés de la sober­bia carac­te­ri­za­ción de Bell y Foy, per­mi­ten gene­rar amplia empa­tía en el espectador.

Final­men­te resul­ta aus­pi­cio­so el comien­zo de un nue­vo año cine­ma­to­grá­fi­co con este film de indis­cu­ti­ble cali­dad. Jor­ge Gutman