Excep­cio­nal Melan­có­li­co Drama

CERRAR LOS OJOS Espa­ña-Argen­ti­na, 2023. Un film de Víc­tor Eri­ce. 169 minutos.

El céle­bre rea­li­za­dor Víc­tor Eri­ce que ofre­ció títu­los tan valio­sos como El Espí­ri­tu de la Col­me­na (1973), El Sur (1983) y El Sol del Mem­bri­llo (1992), des­pués de 31 años de ausen­cia retor­na con Cerrar los Ojos, un excep­cio­nal melan­có­li­co dra­ma. Sin duda algu­na el octo­ge­na­rio cineas­ta emer­ge más lúci­do que nun­ca, per­mi­tien­do que el ciné­fi­lo goce con la his­to­ria pro­pues­ta por él con la cola­bo­ra­ción de Michel Gaztambide.

Las pri­me­ras imá­ge­nes del rela­to trans­cu­rren des­pués de la Segun­da Gue­rra en un majes­tuo­so cas­ti­llo ubi­ca­do en algún lugar no espe­ci­fi­ca­do de la Fran­cia rural; allí está radi­ca­do su millo­na­rio pro­pie­ta­rio (Josep María Pou), un judío espa­ñol refu­gia­do que le soli­ci­ta a un com­pa­trio­ta suyo (José Coro­na­do) que tra­te de loca­li­zar y traer de retorno a su hija des­apa­re­ci­da en el con­flic­to béli­co y que aho­ra se encuen­tra en Shanghái.

Mano­lo Solo

Para gran sor­pre­sa del espec­ta­dor, lo que has­ta ese momen­to obser­vó en la pan­ta­lla era la fil­ma­ción de una pelí­cu­la (La Mira­da del Adiós) que en 1990 esta­ba diri­gien­do el cineas­ta espa­ñol Miguel Garay (Mano­lo Solo) y que no pudo con­cluir­la por­que repen­ti­na­men­te des­apa­re­ció su pro­ta­go­nis­ta Julio Are­nas (José Coro­na­do), sin dejar hue­lla alguna..

Con estos ante­ce­den­tes la acción se des­pla­za a Espa­ña en 2012 don­de en un pro­gra­ma tele­vi­si­vo de gran audien­cia titu­la­do Casos sin Resol­ver, Garay es invi­ta­do para que sumi­nis­tre deta­lles de aquel pro­yec­to malo­gra­do y ofrez­ca algu­nos datos del actor des­apa­re­ci­do quien a su vez había sido su gran ami­go. Ese pro­gra­ma moti­va a que Garay, que des­pués de su pelí­cu­la incon­clu­sa dejó de fil­mar y se des­pla­zó a una aldea de pes­ca­do­res de Anda­lu­cía para vivir, tra­te de inves­ti­gar cuál ha sido el para­de­ro de su ami­go; entre algu­nos de sus con­tac­tos se encuen­tra el edi­tor y archi­vis­ta del film (Mario Par­do), Ana (Ana Torrent), la hija del des­apa­re­ci­do actor, así como una can­tan­te ami­ga (Sole­dad Vila­mil) que ha sido aman­te de Are­nas. Si bien la bús­que­da de Garay en prin­ci­pio resul­ta infruc­tuo­sa, una tra­ba­ja­do­ra social se comu­ni­ca con la res­pon­sa­ble del pro­gra­ma de tele­vi­sión para brin­dar valio­sa infor­ma­ción sobre el actor.

Aquí comien­za la segun­da y apa­sio­nan­te his­to­ria del rela­to que de nin­gún modo con­vie­ne divul­gar, excep­to men­cio­nar que el ciné­fi­lo que­da­rá com­ple­ta­men­te con­cen­tra­do con el desa­rro­llo de los acon­te­ci­mien­tos has­ta cul­mi­nar en un remar­ca­ble y con­mo­ve­dor des­en­la­ce en don­de la memo­ria y el olvi­do adquie­ren relevancia.

Ade­más de las imá­ge­nes y diá­lo­gos remar­ca­ble­men­te con­ce­bi­dos, Eri­ce con­tó con un sen­sa­cio­nal elen­co. En el mis­mo cabe resal­tar la hip­nó­ti­ca y magis­tral actua­ción de Solo ‑posi­ble­men­te el alter ego de Eri­ce- así como la mag­ní­fi­ca expre­si­vi­dad des­ti­la­da por Coro­na­do; igual­men­te, para quie­nes aplau­die­ron en 1973 a la peque­ña Ana Torrent de 7 años de edad en El Espí­ri­tu de la Col­me­na, resul­ta­rá nos­tál­gi­co y cau­ti­van­te con­tem­plar aho­ra a la vete­ra­na actriz, nue­va­men­te de la mano del gran cineasta.

La magia del cine, tal como había sido con­ce­bi­da por los her­ma­nos Augus­te y Louis Lumiè­re, ha sido mara­vi­llo­sa­men­te revi­vi­da por Eri­ce en esta extra­or­di­na­ria pelí­cu­la his­pa­na. Jor­ge Gutman