FNC 2024 (Pri­me­ra Parte)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Des­de el 9 has­ta el 20 de octu­bre, la ciu­dad de Mon­treal es la sede del Fes­ti­val du Nou­veau Ciné­ma (FNC) que en su 53ª edi­ción ofre­ce­rá 102 lar­go­me­tra­jes y 98 cor­tos. En la atrac­ti­va pro­gra­ma­ción se encuen­tran nume­ro­sos fil­mes que han sido des­ta­ca­dos en los fes­ti­va­les de ‑Ber­lín, Can­nes, Locarno y Toron­to, así como lo más rele­van­te del cine que­be­quen­se y del res­to de Canadá.

El film que inau­gu­ra el Fes­ti­val es Une Lan­gue Uni­ver­se­lle del cineas­ta cana­dien­se Matthew Ran­kin que reci­bió el pre­mio del públi­co en la Quin­ce­na de Cineas­tas de Can­nes, en tan­to que el de clau­su­ra es Misé­ri­cor­de, del rea­li­za­dor fran­cés Alain Gui­rau­die con la actua­ción de Félix Kysyl y Cathe­ri­ne Frot.

Para una infor­ma­ción com­ple­ta de la pro­gra­ma­ción, salas de exhi­bi­ción y acti­vi­da­des alu­si­vas, el sitio a con­sul­tar es nouveaucinema.ca

He aquí el comen­ta­rio de algu­nas de las pelí­cu­las que han sido visionadas.

Los Domin­gos Mue­ren Más Per­so­nas (Argen­ti­na-Ita­lia-Espa­ña)

Des­pués de haber rea­li­za­do algu­nos cor­to­me­tra­jes y el docu­men­tal Flo­ra no es un Can­to a la Vida (2019), Iair Said debu­ta con su pri­mer lar­go­me­tra­je de fic­ción que ade­más de haber­lo guio­ni­za­do es asi­mis­mo su protagonista.

Iair Said y Rita Cortese

Con remi­nis­cen­cia de algu­nas de las pelí­cu­las de Woody Allen, esta come­dia dra­má­ti­ca cen­tra su aten­ción en un per­so­na­je neu­ró­ti­co. David (Said), es un trein­ta­ñe­ro argen­tino gay de la comu­ni­dad judía que resi­de tem­po­ral­men­te en Ita­lia hacien­do un post gra­do en comu­ni­ca­cio­nes; en la pri­me­ra esce­na, llo­ra deses­pe­ra­da­men­te por­que su pare­ja lo aban­do­nó. Habien­do reci­bi­do la noti­cia de que su tío de Bue­nos Aires ha falle­ci­do resuel­ve par­tir de inme­dia­to a su ciu­dad natal don­de en el aero­puer­to es reci­bi­do por sus fami­lia­res inclu­yen­do su her­ma­na Eli­sa (Julia­na Gat­tas), su pri­ma Sil­via (Anto­nia Zegers) ‑hija del difun­to- y su madre Dora (Rita Cor­te­se). Ahí se sabe que su padre no está pre­sen­te por­que des­de hace tiem­po se halla inter­na­do en un hos­pi­tal en esta­do de coma.

Se igno­ra cuál ha sido el víncu­lo de David con los suyos antes de haber­se ausen­ta­do a Euro­pa, pero lo curio­so es que des­pués del entie­rro de su parien­te, en vez de diri­gir­se en pri­mer tér­mino al hos­pi­tal para visi­tar a su padre, tal, como lo desea­ría su madre, á el más le preo­cu­pa rea­li­zar los trá­mi­tes a fin de obte­ner su licen­cia de conducir.

A tra­vés de suce­si­vas esce­nas se nota el ímpe­tu de David impo­si­bi­li­ta­do de repri­mir sus impul­sos sexua­les ya sea con su ins­truc­tor de mane­jo o bien vien­do la posi­bi­li­dad de poder inti­mar con un vecino del lugar en que habi­ta. Más allá de reunio­nes fami­lia­res, inclu­yen­do la cele­bra­ción de las pas­cuas judías así como el cum­plea­ños de su sobri­ni­ta, el guión de Said resal­ta la vul­ne­ra­bi­li­dad de este indi­vi­duo así como su irres­pon­sa­bi­li­dad y tor­pe­za mane­jan­do en esta­do som­no­lien­to el coche de su madre. No menos impor­tan­te es la situa­ción de Dora quien aman­do apa­sio­na­da­men­te a su mari­do con­si­de­ra que la euta­na­sia pue­de cons­ti­tuir el medio para que mue­ra dig­na­men­te dado que ya no es más que un vege­tal suje­to a un apa­ra­to electrónico.

Den­tro del mar­co des­crip­to que­dan evi­den­cia­dos tópi­cos vin­cu­la­dos con la angus­tia exis­ten­cial, el enve­je­ci­mien­to, temor a la muer­te por par­te de David, así como en el caso de Rita alber­gan­do el sen­ti­mien­to emo­cio­nal de la muer­te asis­ti­da y la ausen­cia del com­pa­ñe­ro de toda una vida.

Median­te un esque­ma sen­ci­llo y mini­ma­lis­ta, la his­to­ria bien urdi­da por el rea­li­za­dor segre­ga un dejo de tris­te­za, dejan­do un abier­to des­en­la­ce. Aun­que resul­ta difí­cil poder con­gra­ciar­se con un per­so­na­je inma­du­ro, tor­pe y pleno de con­tra­dic­cio­nes, Said logra una muy bue­na carac­te­ri­za­ción de su anti­hé­roe, así como Cor­te­se vuel­ca nota­ble auten­ti­ci­dad a su per­so­na­je que des­ti­lan­do ter­nu­ra resul­ta fácil de empatizar.

Simón de la Mon­ta­ña (Argen­ti­na-Chi­le-Uru­guay)

Tras cua­tro cor­to­me­tra­jes, Fede­ri­co Luis debu­ta en el lar­go­me­tra­je abor­dan­do el deli­ca­do tema de la dis­ca­pa­ci­ta­ción inte­lec­tual en un gru­po de jóvenes.

Pehuén Pedre y Loren­zo Ferro

El guión del rea­li­za­dor com­par­ti­do con Tomás Murphy y Agus­tín Tos­cano ubi­ca la acción en algu­na peque­ña ciu­dad de Argen­ti­na pró­xi­ma a la Cor­di­lle­ra de los Andes. En su comien­zo se obser­va a varios jóve­nes con retra­so men­tal que duran­te una excur­sión a la mon­ta­ña tra­tan de salir a flo­te fren­te a una vio­len­ta tor­men­ta de vien­to y entre ellos se halla Simón (Loren­zo Ferro) de 22 años de edad y su ami­go Pehuén (Pehuén Pedre). Tras una elip­sis vemos a este gru­po ubi­ca­dos en un cen­tro que aco­ge a débi­les men­ta­les y en prin­ci­pio todo hace pen­sar que por los tics que adop­ta Simón, él igual­men­te sufre de simi­lar ano­ma­lía. Sin tener un cer­ti­fi­ca­do de dis­ca­pa­ci­dad que lo habi­li­te para poder con­cu­rrir a ese lugar, Pehuén tra­ta de ayu­dar­lo para que lo obtenga.

Habi­tan­do con su madre (Lau­ra Nevo­le) y su padras­tro (Agus­tín Tos­cano) quien lo emplea como su ayu­dan­te de mudan­zas, que­da la duda por saber si Simón real­men­te es o no un dis­ca­pa­ci­ta­do men­tal dado que con los suyos no lo demues­tra; sin embar­go, esa incer­ti­dum­bre se acre­cien­ta por su volun­tad de que­rer con­vi­vir con el gru­po men­cio­na­do. En ese accio­nar, el film efec­túa un retra­to de esa gen­te exhi­bien­do sus dife­ren­tes nive­les de ano­ma­lía como así tam­bién el impul­so sexual de alguno de ellos, inclu­yen­do el de la joven Colo (Kia­ra Supi­ni) que se sien­te atraí­da por Simón aun­que él tra­ta de evi­tar un acer­ca­mien­to íntimo.

Sien­do fre­cuen­te­men­te cri­ti­ca­do por su madre, Simón da mues­tras de una com­ple­ta inma­du­rez e irres­pon­sa­bi­li­dad; eso se mani­fies­ta en una secuen­cia con­du­cien­do alo­ca­da­men­te el auto­mó­vil de la fami­lia, expo­ne su vida como las de Pehuén, Colo y otros inte­gran­tes del gru­po que via­jan con él.

Sin saber si Simón es o no un far­san­te simu­la­dor, la pelí­cu­la per­mi­te refle­xio­nar sobre has­ta dón­de lle­ga la barre­ra que deli­mi­ta la acti­tud nor­mal o anor­mal de un ser humano para que se lo con­si­de­re men­tal­men­te discapacido..

El film se bene­fi­cia de la exce­len­te actua­ción de Ferro quien ya había impre­sio­na­do gra­ta­men­te en el per­so­na­je pro­ta­gó­ni­co de El Ángel (2018) de Luis Orte­ga; en esta opor­tu­ni­dad, sobre­sa­le expre­san­do las con­tra­dic­cio­nes del com­por­ta­mien­to de su per­so­na­je poco agra­da­ble; a su lado se dis­tin­guen Pedre y Supi­ni, quie­nes al igual que los res­tan­tes intér­pre­tes jóve­nes, sin ser pro­fe­sio­na­les trans­mi­ten con ple­na natu­ra­li­dad los per­so­na­jes asig­na­dos en el guión.

Aun­que imper­fec­ta por intro­du­cir algu­nas secuen­cias inne­ce­sa­rias como en el caso de una gra­tui­ta vio­len­ta esce­na en su tra­mo final, la ópe­ra pri­ma de Luis es meri­to­ria; en tal sen­ti­do los valo­res del film han sido reco­no­ci­dos por el jura­do de la Sema­na de la Crí­ti­ca del fes­ti­val de Can­nes al haber­lo pre­mia­do como el mejor exhi­bi­do en esa sección.

Pepe (Repú­bli­ca Dominicana-Namibia-Alemania-Francia)

El des­ta­ca­do direc­tor domi­ni­cano Nel­son Car­los de los San­tos Arias cuyo pre­vio film Coyo­te (2017) fue muy elo­gia­do, retor­na aho­ra con una pelí­cu­la radi­cal y sin duda trans­gre­so­ra que por su ori­gi­na­li­dad y esme­ra­da pues­ta escé­ni­ca, fue dis­tin­gui­da con el pre­mio a la mejor direc­ción en el últi­mo fes­ti­val de Berlín.

El Hipo­pó­ta­mo PEPE

Basa­do en su pro­pio e inge­nio­so guión ins­pi­ra­do en un hecho real, San­tos Arias rela­ta la curio­sa his­to­ria de Pepe, un hipo­pó­ta­mo que des­de el comien­zo se sabe que fue aba­ti­do en Colom­bia aun­que eso no impi­de para que la bes­tia recuen­te la vida de sus ances­tros así cómo trans­cu­rrió la suya.

Todo pare­ce­ría indi­car que Pepe ha sido uno de los muchos ani­ma­les que abun­da­ron en el zoo­ló­gi­co pri­va­do que poseía Pablo Esco­bar, el pode­ro­so tra­fi­can­te de dro­gas. En base a ello la fan­ta­sio­sa tra­ma abar­ca dos par­tes que aun­que dife­ren­cia­das que­dan bien inte­gra­das. En la pri­me­ra de las mis­mas, se obser­va a un gru­po de turis­tas ale­ma­nes que hacien­do safa­ri en Nami­bia, un guía les va rela­tan­do las cos­tum­bres y com­por­ta­mien­tos de los ani­ma­les que allí habitan.

En su segun­da mitad se sabe que varios de esos hipo­pó­ta­mos fue­ron tras­la­da­dos a Colom­bia y que cua­tro de ellos fue­ron colo­ca­dos en un camión para su tras­la­do a la enor­me hacien­da de Esco­bar y su pos­te­rior ubi­ca­ción en la región del río Mag­da­le­na, pró­xi­ma a Mede­llín; es allí que Pepe nació. El pro­ble­ma sur­ge cuan­do Can­de­la­rio (Jor­ge Pun­ti­llón Gar­cía), un pes­ca­dor de la zona se topa con Pepe en el río y de inme­dia­to aler­ta a las auto­ri­da­des loca­les del peli­gro que pue­de oca­sio­nar. De allí en más, el rela­to refle­ja a modo de viñe­tas anec­dó­ti­cas sobre lo que acae­ce con los habi­tan­tes de la zona, inclu­yen­do las que­re­llas de Can­de­la­rio con su mujer Beta­nia (Sor María Ríos), cin­co chi­cas que com­pi­ten en un con­cur­so de belle­za, algu­nos peli­gro­sos caza­do­res, como asi­mis­mo los gen­dar­mes del lugar.

La pre­sen­cia del paqui­der­mo, a quien se le con­si­de­ra maligno, moti­va­rá su des­tino final, sien­do el pri­me­ro y úni­co ejem­plar de su espe­cie liqui­da­do en el con­ti­nen­te americano.

En esen­cia, tal como se anun­cia en el film, el espec­ta­dor asis­te a un cine de ima­gi­na­ción bien cons­trui­do que per­mi­te refle­xio­nar sobre lo que acon­te­ce cuan­do los ani­ma­les son sepa­ra­dos de su hábi­tat natu­ral y suje­tos a gen­te que des­co­no­cien­do sus cos­tum­bres los eli­mi­nan, gene­ran­do un nega­ti­vo impac­to ecológico.

Una His­to­ria de Amor y Gue­rra (Méxi­co)

Para quien no cono­ce la his­to­ria polí­ti­ca de Méxi­co, este film de San­tia­go Mohar Vol­kow le resul­ta­rá bas­tan­te extra­ño. Según se anti­ci­pa en las notas de pren­sa, la pelí­cu­la guio­ni­za­da por el rea­li­za­dor inten­ta enfo­car el colo­nia­lis­mo que ha afec­ta­do al país y sus con­se­cuen­cias. Sin embar­go esa exa­mi­na­ción es obje­to de un rela­to absur­do por natu­ra­le­za y ridícu­lo en su ejecución.

Una esce­na del film

Argu­men­tal­men­te, la tra­ma gira en torno de Pepe Sán­chez Cam­pos (Andrew Leland Rogers), un encum­bra­do millo­na­rio empre­sa­rio que está a pun­to de con­traer matri­mo­nio con Cons­tan­za (Lucía Gómez Roble­do), una joven per­te­ne­cien­te a una encum­bra­da fami­lia, cuyo pri­mo Teo (Darío Yaz­bek Ber­nal) está fuer­te­men­te ena­mo­ra­do de ella. Asi­mis­mo, Pepe desea urba­ni­zar una tie­rras per­te­ne­cien­tes al pue­blo autóc­tono del lugar para cons­truir un cen­tro comer­cial a la vez que resi­den­cial; sin embar­go, la comu­ni­dad indí­ge­na local se opo­ne fir­me­men­te al pro­yec­to y es así que el acau­da­la­do indi­vi­duo debe enfren­tar­se con la revo­lu­cio­na­ria nati­va Jus­ti­na Ven­gan­za (Móni­ca del Car­men) quien apo­ya­da por Engels (Aldo Esca­lan­te Ochoa) uno de sus alia­dos, tras­to­ca­rá lo que esta­ba planeado..

Duran­te casi dos infa­ti­ga­bles horas se asis­te a un film reves­ti­do de sáti­ra pero que en reali­dad es com­ple­ta­men­te cari­ca­tu­res­co en su tra­ta­mien­to. El direc­tor tra­ta de lograr un humor que rara­men­te lo con­si­gue expo­nien­do a modo de far­sa las mise­rias del país don­de pare­ce­ría que el poder del dine­ro y la corrup­ción de la cla­se pri­vi­le­gia­da todo lo pue­de. Curio­sa­men­te los úni­cos que se sal­van del tono bur­les­co son los revo­lu­cio­na­rios autóctonos.

A tra­vés de un rela­to estruc­tu­ra­do en capí­tu­los incohe­ren­tes, se asis­te a esce­nas des­ati­na­das y en algu­nos casos de dudo­so gus­to. En suma esta his­to­ria de amor y gue­rra que bus­ca entre­mez­clar el his­tó­ri­co pasa­do y la situa­ción actual de Méxi­co, es obje­to de un tra­ta­mien­to cha­ba­cano y con­se­cuen­te­men­te su visión resul­ta alta­men­te frustrante.

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