WE LIVE IN TIME. Gran Bretaña-Francia, 2024. Un film de John Crowley. 107 minutos
Considerando que su tema puede desbordar en situaciones lacrimógenas, el realizador John Crowley ha tratado de evitar cualquier forzado sentimentalismo en We Live in Time, un drama romántico que se desarrolla en torno de una enfermedad terminal.
Basado en el guión del dramaturgo británico Nick Payne el relato comienza con el diagnóstico recibido por Tobias (Andrew Garfield) y su esposa Almut (Florence Pugh) informando que su cáncer de ovario que estaba en remisión ha resurgido nuevamente con un pronóstico no muy alentador; claro está que siempre existe la posibilidad que intentando la quimioterapia el mal nuevamente se detenga aunque nadie puede asegurarlo. Es así que Almut y su marido deben decidir si seguir el tratamiento con sus desagradables efectos secundarios o bien el de sin tomar acción y tratar de vivir intensamente hasta el momento del irremediable desenlace; se trata de una difícil decisión sobre todo cuando se tiene una hijita como lo es la pequeña Ella (Grace Delaney).
A través de una elipsis, se produce el primer salto en el tiempo donde en principio uno ignora si acaso el relato transcurre en un mundo paralelo o no. En consecuencia la narración adopta la forma de un crucigrama donde el espectador tiene que recordar lo que acaece en 4 diferentes períodos en que la acción transcurre para evitar la confusión.
Tratando de efectuar un seguimiento cronológico, se aprecia la instancia en que Almut conoce a Tobias cuando literalmente lo atropella conduciendo su coche. De inmediato ese involuntario accidente genera un estrecho vínculo que conduce a un bello romanticismo hasta que la aparición de la cruel enfermedad nubla la felicidad de ambos. Frente al deseo de Tobias de tener familia al cual ella inicialmente se resiste, finalmente queda grávida hasta que en una visceral escena de parto se produce el alumbramiento de Ella. Ya en el momento actual, a pesar de la gravedad de su estado, siendo una experta chef Almut decide participar en un concurso de cocina; si bien Tobias no considera prudente que lo haga debido al estrés físico y emocional insumido, ella considera que dicha competición implicará un motivo de plena realización en su última etapa de existencia.
La realización de Crowley es un tanto desdibujada sin que llegue a trascender; eso en gran parte se debe por haber adoptado una innecesaria estructura fracturada que impide al espectador poder involucrarse plenamente en el dramático relato. La nota de gracia de este film radica en la estupenda actuación de Pugh y Garfield quienes generan una notable química en la caracterización de sus personajes; en tanto que la actriz transmite la angustia vivida por la mujer que sabe de antemano lo que habrá de acontecerle, Garfield a su vez refleja en su rostro la enorme pena y la fragilidad emocional de un marido que prontamente verá sucumbir a su amada mujer. Jorge Gutman