Crónica de Jorge Gutman
INCENDIES – Texto: Wajdi Mouawad — Dirección:Elkahna e Ines Talbi – Elenco: Sabrina Bégin Tejeda, Denis Bernard, Ariane Castellanos, Neill Elias, Reda Guerinik, Dominique Pétin y Antoine Yared.- Escenografía: Anick La Bissonnière — Vestuario: Sophie El-Assaadt — Iluminación: Leticia Hamaoui – Musica: Ilyaa Ghafouri y Radwan Ghazi Moumneh – Duración: 2 horas 15 minutos sin entreacto. Representaciones: Hasta el 30 de noviembre de 2024 en el Théâtre Duceppe
Gran expectativa ha generado la presentación de Incendies, la pujante obra teatral del excelso dramaturgo libanés-canadiense Wajdi Mouawad que concibió en 2003. Es de recordar que esta pieza fue adaptada al cine en 2010 por el remarcable cineasta Denis Villeneuve y que en su momento fue merecidamente aclamada en el Festival de Venecia de ese año.
Es ahora que las hermanas directoras Elkahna e Ines Talbi decidieron ofrecer una versión moderna con tinte feminista de la misma. Si bien ambas contaron con el apoyo de su autor para tal propósito, el resultado no cobra el mismo vuelo que el remarcable film de Villeneuve.
Básicamente la historia es la misma. El notario Lebel (Denis Bernard) convocó a su despacho a dos hermanos gemelos, Jeanne (Sabrina Bégin Tejeda) y Simon (Neil Elias) que viven en Montreal. Allí les lee el testamento dejado por su madre Nawal Mariwan (Dominique Pétin) quien les solicita que ubiquen a su padre al que los hermanos creían muerto y a un hermano mayor cuya existencia ignoraban; a cada uno de ellos deberán entregarle un sobre cerrado por ella preparado.
El relato que adquiere el carácter de una tragedia griega se desenvuelve entre el presente (en Canadá) y el pasado (supuestamente en el Medio Oriente) y a través de su desarrollo el personaje de Nawai va reviviendo. Mientras prepara el testamento esta intrépida mujer pasa revista a su vida desde sus 15 hasta los 65 años; es así que los hermanos van descubriendo el vía crucis de su madre a través de la violencia sufrida durante la nefasta guerra civil en donde fue violada por un cruel verdugo que originó el nacimiento de su hijo, como asimismo padeciendo de otras indescriptibles atrocidades.
Ciertamente la pieza de Mouawad adquiere plena vigencia actual a través de los sangrientos conflictos que hoy día acontecen en el Medio Oriente como asimismo en otras regiones del mundo. Sin embargo y no obstante sus buenas intenciones, el tratamiento abordado por las realizadoras carece de la energía y pujanza necesaria requerida por el excelente texto del autor; eso es debido a una puesta escénica confusa, dotada de situaciones incomprensibles y además por la incorporación de ciertos diálogos de dudoso gusto; todo ello contribuye a que el relato no ofrezca la emoción necesaria que conmueva a la audiencia.
En lo que concierne al reparto lo más apreciable es la sobresaliente caracterización brindada por Dominique Pétin, donde a diferencia de la versión original en que varias actrices encarnan a Nawal a través de los años, aquí es ella únicamente quien da vida a este personaje. Sumergiéndose en cuerpo y alma en Nawal, Pétin magníficamente refleja la variedad de sentimientos que la anima a lo largo de medio siglo, demostrndo su valentía de no ocultar la verdad sobre la tragedia vivida. Igualmente es apreciable la labor de Denis Bernard como el notario de la familia, brindando cierto humor dentro de un sombrío contexto. Los cinco actores restantes se desempeñan correctamente pero sin llegar a resaltar con la excepción del rol payasesco del verdugo caracterizado por Reda Guerinik que ciertamente resulta discutible.
En los rubros técnicos de producción es destacable la escenografía de Anick La Bissonnière quien ingeniosamente ha recurrido al empleo de grandes cubos que se van uniendo o separando, al servicio del desarrollo de las diferentes escenas.
Pese a los reparos formulados previamente, en esta versión queda reflejada la humanidad desplegada por Mouawad transmitiendo un mensaje de tolerancia y comprensión..