THE BRUTALIST. Estados Unidos-Gran Bretaña, 2024. Un film de Brady Corbet. 215 minutos.
Un film ambicioso, comprometido y ciertamente monumental es lo que se aprecia en The Brutalist del realizador Brady Corbet. Si bien el cineasta probó ser un buen actor en varios filmes, su vuelco detrás de la cámara comenzó satisfactoriamente con The Childhood of a Leader (2015) y prosiguió con Vox Lux (2018); en esta oportunidad demuestra que no se amedrenta en considerar varios temas trascendentes que emergen del relato.
La historia urdida por Corbet en colaboración con Mona Fastvold presenta a László Tóth (Adrien Brody), un remarcable arquitecto judío de origen húngaro formado en la escuela Bauhaus que tras haber sobrevivido la Segunda Guerra Mundial llega a los Estados Unidos en 1947 en tanto que su esposa Erzsébet (Felicity Jones) y su sobrina Zsófia (Raffey Cassidy) quedaron en Hungría. Después de su arribo a New York de inmediato se traslada a Filadelfia donde lo aguarda su primo Attila (Alessandro Nivola), dueño de una mueblería, quien calurosamente lo alberga en su hogar junto con su esposa Audrey (Emma Laird).
Su primera oportunidad de trabajo la obtiene cuando Attila recibe el pedido de Harry Lee (Joe Alwyn) para remodelar la biblioteca de su poderoso padre empresario Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce); es así que diestramente László efectúa su trabajo aplicando su concepción artística y tomando como ayudante a Gordon (Isaach De Bankolé), un padre monoparental. Cuando Harrison regresa a su mansión vuelca su furia ensu hijo por haber encomendado esa tarea y además despide al arquitecto. Eso motivará a que Attila expulse a László de su casa, lo que lo obliga a vivir en un hogar de refugiados.
La suerte del consumado profesional cambia cuando Harrison lo ubica, pidiéndole disculpas, pagándole lo que le debía por su trabajo y en honor a su recientemente fallecida madre, lo contrata para diseñar un enorme centro comunitario en las amplias colinas colindantes, que incluirá una iglesia, un gimnasio, una biblioteca y un gran salón de eventos. Además de una importante remuneración por tal servicio, Harrison le brinda alojamiento en la casa de huéspedes de su inmensa mansión, lo vincula con gente de la alta sociedad con la que alterna, además de brindarle el contacto con un abogado para que lo ayude a tramitar el traslado de su esposa y sobrina a Estados Unidos.
Después de 15 minutos de intermedio que integran el metraje del film, comienza la segunda parte del mismo en 1953 donde László se reencuentra con su amada esposa que se halla en silla de ruedas por haber sufrido de osteoporosis en el campo de concentración y de su sobrina prácticamente muda por los traumáticos efectos de la guerra. A partir de aquí, sin entrar a detallar los pormenores que atraviesa la monumental tarea a su cargo, el relato realísticamente demuestra hasta qué punto el financista del gigantesco proyecto somete al arquitecto a su completa voluntad mediante un vínculo perverso que transgrede la moralidad.
El film fascina por los diversos temas considerados. Entre ellos se destaca el alto precio incurrido en el proceso de la creación artística, la desmitificación del sueño americano, el poder del dinero que todo lo puede, como así también cómo mantener la identidad judía dentro de las circunstancias atravesadas por el protagonista de esta historia.
La objeción que merece The Brutalist es debida a su excesiva duración en la medida que su propósito podría haber sido igualmente logrado con una hora menos de metraje, eliminando secuencias innecesarias a la trama desarrollada. De todos modos es importante resaltar los elementos favorables de este drama donde en primer término se destaca la esmerada puesta escénica de Corbet que en el Festival de Venecia donde el film fue presentado obtuvo el premio a la mejor dirección. Igualmente ponderable es la remarcable actuación de su elenco en el que indudablemente se destacan Adrien Brody transmitiendo la expresividad con la emoción vivida por su personaje así como Pearce capturando la esencia del millonario y supuesto benefactor. En los renglones técnicos de producción es encomiable la excelente fotografía de Lol Crawley captando el estilo arquitectónico del brutalismo con sus grandes edificios sin curvas basados en el empleo de materiales brutos. Jorge Gutman