Peri­pe­cias de un Hipopótamo

PEPE. Repú­bli­ca Domi­ni­ca­na-Ale­ma­nia-Fran­cia-Nami­bia, 2024. Un film escri­to y diri­gi­do por Nel­son Car­lo de los San­tos Arias. 122 minu­tos. Dis­po­ni­ble en la pla­ta­for­ma MUBI

El des­ta­ca­do direc­tor domi­ni­cano Nel­son Car­lo de los San­tos Arias cuyo pre­vio film Coyo­te (2017) fue muy elo­gia­do, retor­na aho­ra con Pepe, una pelí­cu­la radi­cal y sin duda trans­gre­so­ra que por su ori­gi­na­li­dad y esme­ra­da pues­ta escé­ni­ca, fue dis­tin­gui­da con el pre­mio a la mejor direc­ción en el fes­ti­val de Ber­lín de 2024.

El Hipo­pó­ta­mo PEPE

Basa­do en su pro­pio e inge­nio­so guión ins­pi­ra­do en un hecho que real­men­te acon­te­ció San­tos Arias rela­ta la curio­sa his­to­ria de Pepe, un hipo­pó­ta­mo que des­de el comien­zo se sabe que fue aba­ti­do en Colom­bia aun­que eso no impi­de para que la bes­tia recuen­te la vida de sus ances­tros así cómo trans­cu­rrió la suya ape­lan­do a diver­sos idio­mas (con las voces de Jhon Nar­váez, Fareed Mat­ji­la, Har­mony Ahal­wa y Shi­fa­fu­re Faustinus).

Todo pare­ce­ría indi­car que Pepe ha sido uno de los muchos ani­ma­les que abun­da­ron en el zoo­ló­gi­co pri­va­do que poseía Pablo Esco­bar, el pode­ro­so tra­fi­can­te de dro­gas. En base a ello la fan­ta­sio­sa tra­ma abar­ca dos par­tes que aun­que dife­ren­cia­das que­dan bien inte­gra­das. En la pri­me­ra de las mis­mas, se obser­va a un gru­po de turis­tas ale­ma­nes que hacien­do safa­ri en Nami­bia, un guía les va rela­tan­do las cos­tum­bres y com­por­ta­mien­tos de los ani­ma­les que allí habitan.

En su segun­da mitad se sabe que varios de esos hipo­pó­ta­mos fue­ron trans­por­ta­dos a Colom­bia y que cua­tro de ellos fue­ron colo­ca­dos en un camión para su tras­la­do a la enor­me hacien­da de Esco­bar y su pos­te­rior ubi­ca­ción en la región del río Mag­da­le­na, pró­xi­ma a Mede­llín; es allí don­de Pepe nació. El pro­ble­ma sur­ge cuan­do Can­de­la­rio (Jor­ge Pun­ti­llón Gar­cía), un pes­ca­dor de la región, se topa con el ani­mal en el río y de inme­dia­to aler­ta a las auto­ri­da­des loca­les del peli­gro que pue­de oca­sio­nar. De allí en más, el rela­to refle­ja a modo de viñe­tas anec­dó­ti­cas sobre lo que acae­ce con los habi­tan­tes de la zona, inclu­yen­do entre otras secuen­cias las que­re­llas de Can­de­la­rio con su mujer Beta­nia (Sor María Ríos), así como la orga­ni­za­ción de un con­cur­so de belle­za con cin­co chi­cas compitiendo..

La pre­sen­cia del paqui­der­mo, a quien se con­si­de­ra maligno, moti­va­rá su des­tino final, sien­do el pri­me­ro y úni­co ejem­plar de su espe­cie liqui­da­do en el con­ti­nen­te americano.

En esen­cia, el espec­ta­dor asis­te a un cine de ima­gi­na­ción, nada con­ven­cio­nal que tran­si­tan­do entre el docu­men­to y la fic­ción está muy bien cons­trui­do y satis­fac­to­ria­men­te edi­ta­do por San­tos Arias. Si bien la ori­gi­nal his­to­ria se pres­ta a la dis­cu­sión des­pués de su pro­yec­ción, lo cier­to es que per­mi­te refle­xio­nar sobre lo que acon­te­ce cuan­do los ani­ma­les son sepa­ra­dos de su hábi­tat natu­ral y suje­tos a gen­te que des­co­no­cien­do sus cos­tum­bres los eli­mi­nan, gene­ran­do un nega­ti­vo impac­to eco­ló­gi­co. Jor­ge Gutman