THE GREAT BEAUTY (La Grande Bellezza). Italia, 2013. Un film de Paulo Sorrentino
Sin duda provocativo y audaz en su intento de emular al genial Federico Fellini de “La Dolce Vita” y “Roma”, el realizador italiano Paolo Sorrentino enfoca a un periodista de edad madura que reflexionando sobre su vida va deambulando por Roma en forma errática al propio tiempo que nos enseña un poco sobre la fauna humana que alterna en las desbordantes fiestas que acostumbra ofrecer ciertos estratos de la alta sociedad romana.
Así como Fellini consideró a Marcelo Mastroianni su alter ego en su valiosa filmografía, algo parecido ocurre con Sorrentino utilizando a Toni Servillo como su portavoz para ilustrar lo que se propone. Este actor anima a Jep Bambardella, un individuo que a los 65 años de edad se siente desengañado reflejando su crisis existencial debido a una existencia permanentemente a la deriva que se revela insustancial y desaprovechada. Como autor de un único libro escrito durante su juventud, nunca volvió a concebir otro, admitiendo de hecho su condición de fracasado novelista; tampoco pudo trascender en su trabajo profesional de periodista y en cuanto a su vida íntima personal lamenta no haber constituido un hogar con hijos. Cínicamente desencantado, él no está seguro si acaso podría atribuir parte de su fracaso a la ciudad donde vive al no haberle ofrecido la oportunidad que creyó haberse merecido y/o al marco social que lo rodea; al sumergirse noche tras noche en decadentes fiestas realizadas en suntuosos palacios romanos, lo único que consigue es un entretenimiento engañoso con música estridente y conversaciones huecas que a la postre le dejan una sensación de vacío y aburrimiento emergente de la frivolidad y caos moral imperante.
Sobre la base de lo que precede, el film constituye una visión satírica sobre la época en que vivimos aunque concentrado en escenas vertidas en forma no lineal e independientes donde no existe ilación entre las mismas. A través de ellas van apareciendo numerosos personajes, entre otros, la editora de Jep (Giovanna Vignola), su mejor amigo (Carlo Verdone) que es un dramaturgo, una colega de exaltante ego (Galatea Ranzi), una rubia con quien mantiene un ocasional vínculo sexual, y una hermosa stripper (Sabrina Ferilli) de quien está enamorado y con quien comparte algunos paseos románticos. En algunos episodios, el film se nutre de escenas fantásticas en donde la jirafa de un mago y un conjunto de flamencos otorgan el toque de magia circense fellinesca que deslumbra a su protagonista.
Es evidente la intención de Sorrentino de abordar ciertos temas de filosóficas connotaciones. Así, por ejemplo Jep trata, aunque sin logarlo, de encontrar respuestas a algunas de sus inquietudes teológicas en su encuentro con un cardenal (Roberto Herlitzka); el significado de la vida y su trascendencia está presente a través de una religiosa de 104 años (Giusi Merli), una suerte de Madre Teresa que dedicó su vida entera a asistir a los niños pobres de África; cuando ella le pregunta a Jep la razón por la que desperdició su vocación de escritor, él no atina a hallar una respuesta, aunque ella influirá para que reoriente su camino incierto.
Dada la estructura del film, las diferentes viñetas sin cohesión no permiten que el drama tenga protagonismo así como tampoco la emoción necesaria para sacudir al espectador, salvo la escena en que Jep asiste al funeral de la mujer que aunque casada con otro hombre lo amó en toda su vida y fue la musa inspiradora de su única novela.
Si bien el realizador ha tratado de ofrecer una visión personal sobre los vicios que aquejan a la sociedad italiana de hoy, ese objetivo no siempre es alcanzado: con todo, lo que otorga valor a este melancólico film, además de la notable interpretación de Servillo quien se posesiona magníficamente de su personaje, son sus esplendorosas imágenes que dan sentido al título del film. En efecto, su gran belleza visual está permanentemente presente y en tal sentido, aunque la película resulte demasiado larga y desigual en su exposición, constituye una experiencia sensorial única que justifica su visión. Jorge Gutman