Irrea­lis­ta Come­dia Dramática

GERON­TOPHI­LIA. Cana­dá, 2013. Un film de Bru­ce Labruce

Así como muchas veces el cine incur­sio­nó en his­to­rias de amor hete­ro­se­xual entre jóve­nes y per­so­nas de edad madu­ra, rara vez lo ha hecho median­te una rela­ción homo­se­xual como es el caso de Geron­tophi­lia.

Para esta pelí­cu­la, el rea­li­za­dor cana­dien­se Bru­ce Labru­ce se ha ins­pi­ra­do en anéc­do­tas que le han sido con­fia­dos por jóve­nes mucha­chos sobre sus pri­me­ras rela­cio­nes sexua­les con gen­te ancia­na; de allí en más ela­bo­ró un guión escri­to con Daniel Allen Cox sobre este tema tra­tan­do de insu­flar­le los códi­gos pro­pios del dra­ma romántica.

 Pier-Gabriel Lajoie y Walter Borden

Pier-Gabriel Lajoie y Wal­ter Borden

Lake (Pier-Gabriel Lajoie) es un joven de 18 años que man­tie­ne un víncu­lo sen­ti­men­tal aun­que no muy pro­fun­do con su ami­ga Desiree (Katie Boland). Cuan­do desem­pe­ñán­do­se como bañe­ro de una pis­ci­na local tra­ta de sal­var la vida a tra­vés de un beso en la boca a un anciano que se está aho­gan­do, logra una exci­ta­ción sexual des­cu­brien­do una atrac­ción hacia per­so­nas del mis­mo sexo que lle­gó a desconocer.

Pos­te­rior­men­te, obtie­ne un empleo de verano en una resi­den­cia para gen­te de la ter­ce­ra edad. Allí lle­ga a cono­cer a Pea­body (Wal­ter Bor­den), un hom­bre de 82 años que pade­ce de una gra­ve enfer­me­dad y de quien inme­dia­ta­men­te se sien­te fuer­te­men­te atraí­do. Al des­cu­brir que el vie­jo indi­vi­duo se encuen­tra medi­ca­men­ta­do en exce­so, deci­de ocu­par­se per­so­nal­men­te de él y es así que en un abrir y cerrar de ojos, el espec­ta­dor com­prue­ba cómo Lake encuen­tra en Pea­body el oscu­ro obje­to de su deseo con quien satis­fa­rá sus urgen­cias sexuales.

Este film es el típi­co ejem­plo que ilus­tra cla­ra­men­te como un tema que en prin­ci­pio podría resul­tar váli­do de abor­dar que­da total­men­te des­vir­tua­do ante las seve­ras incon­gruen­cias del guión. Cual­quier espec­ta­dor inclu­yen­do con un míni­mo de espí­ri­tu crí­ti­co no podrá acep­tar que en un dra­ma rea­lis­ta, un enfer­me­ro cie­rre la puer­ta de la habi­ta­ción de un pacien­te y man­ten­ga con él una rela­ción sexual. Por si esto fue­ra poco, resul­ta aún más incon­ce­bi­ble que de una resi­den­cia para ancia­nos con nume­ro­sos emplea­dos des­ti­na­dos a man­te­ner el con­trol de lo que ocu­rre, Lake logre sacar­lo del edi­fi­cio y empren­der un via­je a lo lar­go de Cana­dá don­de el anciano enfer­mo pare­ce­ría haber­se reco­bra­do total­men­te del mal que lo aque­ja­ba. Si aca­so se tra­ta­ra de un film cómi­co habría teni­do gra­cia la reac­ción de celos que expe­ri­men­ta Lake duran­te el “road trip” cuan­do en un bar gay don­de hacen una para­da un des­co­no­ci­do tra­ba una con­ver­sa­ción con Peabody.

Si algo cabe res­ca­tar de este irrea­lis­ta rela­to es que LaBru­ce afor­tu­na­da­men­te evi­ta expli­ci­tar los actos sexua­les tra­tan­do en lo posi­ble de mos­trar cómo exis­te una comu­ni­ca­ción afec­ti­va entre sus dos pro­ta­go­nis­tas. De todos modos, si la inten­ción ha sido de ilus­trar una his­to­ria como la de Harold y Mau­de pero en un con­tex­to homo­se­xual, el film fra­ca­sa en su inten­to a pesar del áni­mo tras­gre­sor y sub­ver­si­vo que lo alienta.

Aun­que Bor­den y Lajoie actúan satis­fac­to­ria­men­te, poco pue­den hacer para sal­var la esque­má­ti­ca des­crip­ción de sus per­so­na­jes que care­cen de la gra­vi­ta­ción emo­cio­nal nece­sa­ria para que resul­ten creí­bles. Jor­ge Gutman