El Cos­to Emo­cio­nal de la Per­fec­ción Musical

WHI­PLASH. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film escri­to y diri­gi­do por Damien Chazelle

Si hubie­ra que men­cio­nar un film de 2014 que impac­te de mane­ra rotun­da y vis­ce­ral, sin duda sería Whi­plash. Aun­que el cine ha con­si­de­ra­do más de una vez las dife­ren­tes mani­fes­ta­cio­nes que pue­den adop­tar los víncu­los que se esta­ble­cen entre pro­fe­so­res y alum­nos, pocas veces esa rela­ción alcan­zó el nivel de extre­ma cru­de­za que se apre­cia en este film que mere­ció en el fes­ti­val de Sun­dan­ce el Gran Pre­mio del Jura­do y el del público.

 Miles Teller y J.K. Simons

Miles Teller y J.K. Simons

El prin­ci­pal méri­to de este exce­len­te dra­ma es la nota­ble carac­te­ri­za­ción de carac­te­res logra­da por el talen­to­so rea­li­za­dor Damien Cha­ze­lle en la ela­bo­ra­ción del guión. En esen­cia, el film expo­ne el encuen­tro de dos per­so­na­li­da­des cuya rela­ción se desa­rro­lla en un nivel de inten­sa ten­sión. La acción que se desa­rro­lla en la ciu­dad de Nue­va York pre­sen­ta a Andrew (Miles Teller), un mucha­cho de apro­xi­ma­da­men­te 20 años apa­sio­na­do de la bate­ría que estu­dia en un con­ser­va­to­rio de músi­ca muy com­pe­ti­ti­vo. Sus espe­cia­les dotes son apre­cia­das por Teren­ce Flet­cher (J.K. Simons), quien es uno de los más impor­tan­tes pro­fe­so­res de jazz de la aca­de­mia; por esa razón es inme­dia­ta­men­te invi­ta­do a que par­ti­ci­pe en un pres­ti­gio­so con­jun­to musi­cal del esta­ble­ci­mien­to. A par­tir de ese momen­to sur­ge un víncu­lo sado­ma­so­quis­ta entre el pro­fe­sor y su alumno, en la medi­da que Flet­cher uti­li­za su ins­tin­ti­va natu­ra­le­za bru­tal para exi­gir de sus estu­dian­tes y fun­da­men­tal­men­te de Andrew esfuer­zos sobre­hu­ma­nos para que él pue­da tocar a la perfección.

Si en prin­ci­pio uno podría com­pren­der la volun­tad del maes­tro de obte­ner los máxi­mos valo­res poten­cia­les del alumno al que ins­tru­ye, en el caso pre­sen­ta­do por Cha­ze­lle el edu­ca­dor se com­por­ta con un exa­cer­ba­do sadis­mo que prác­ti­ca­men­te des­tru­ye el equi­li­brio emo­cio­nal de Andrew. No sería exa­ge­ra­do seña­lar que la for­ma des­car­na­da y humi­llan­te con que lo tra­ta podría ase­me­jar­se a la fero­ci­dad que los terri­bles guar­dia­nes del régi­men nazi lo hacían con los pri­sio­ne­ros de los cam­pos de con­cen­tra­ción o bien a las prue­bas de resis­ten­cia a las que los sol­da­dos son some­ti­dos en el ejér­ci­to por sus superiores.

La inten­sa vio­len­cia emo­cio­nal con­te­ni­da en el rela­to logra trans­mi­tir­se de un modo tan rea­lis­ta que uno se olvi­da que está asis­tien­do a una his­to­ria de fic­ción para en cam­bio supo­ner­la com­ple­ta­men­te ver­da­de­ra; pre­ci­sa­men­te, el gra­do de rea­lis­mo de lo que se pre­sen­cia lle­ga a un extre­mo tal en don­de esa vir­tud pue­de lle­gar a inco­mo­dar al obser­va­dor por la extre­ma­da dure­za que se pre­sen­ta en la bata­lla psi­co­ló­gi­ca enta­bla­da entre sus dos per­so­na­jes centrales.

Aun­que el libre­to des­cri­ba mag­ní­fi­ca­men­te a Andrew y Flet­cher, tal esfuer­zo habría que­da­do miti­ga­do de no haber con­ta­do con dos acto­res que se entre­gan en cuer­po y alma a dichos per­so­na­jes. Resul­ta impo­si­ble dejar de admi­rar el esfuer­zo físi­co que rea­li­za Andrew, a tra­vés de Miles Teller, con las esco­bi­llas emplea­das para gol­pear los pla­ti­llos a fin de lograr el jus­to tono reque­ri­do por la músi­ca eje­cu­ta­da; al pro­pio tiem­po uno no pue­de dejar de sen­tir­se ape­na­do por la sin­ce­ri­dad de un joven que con sudor, dolor y lágri­mas sufre los emba­tes inflin­gi­dos por su abu­si­vo ins­truc­tor pero que al pro­pio tiem­po no pue­de aban­do­nar­lo por­que su entre­ga por la músi­ca y el jazz supera lo indes­crip­ti­ble; más aún, su gra­do de dedi­ca­ción es tan gran­de que has­ta renun­cia a la posi­bi­li­dad de pro­se­guir una rela­ción sen­ti­men­tal con una bue­na chi­ca (Melis­sa Benoist) por­que podría sig­ni­fi­car­le un obs­tácu­lo a su carre­ra. A J.K.Simmons por su par­te le corres­pon­de dar vida a un ingra­to per­so­na­je quien con un sadis­mo mali­cio­so bus­ca la exce­len­cia de su alumno recu­rrien­do a méto­dos huma­na­men­te deni­gran­tes para lograr su pro­pó­si­to; en tal sen­ti­do este actor logra una admi­ra­ble carac­te­ri­za­ción de su rol.

Final­men­te, el gran elo­gio va para Cha­ze­lle quien ade­más de rela­tar mag­ní­fi­ca­men­te una tris­te his­to­ria gra­ti­fi­ca al espec­ta­dor con la exce­len­cia de la músi­ca de jazz que en su núme­ro final alcan­za una dimen­sión incon­men­su­ra­ble como pocas veces se ha vis­to en cine.

Con­clu­sión: Un film exce­len­te. Jor­ge Gutman