El Pin­tor de la Luz

MR. TUR­NER. Gran Bre­ta­ña, 2014. Un film escri­to y diri­gi­do por Mike Leigh

Un nue­vo film de Mike Leigh siem­pre gene­ra expec­ta­ti­vas por­que se tra­ta de un rea­li­za­dor bri­tá­ni­co de gran ver­sa­ti­li­dad que abor­dan­do tra­ge­dias per­so­na­les, dra­mas socia­les o come­dias lige­ras, nun­ca ha defrau­da­do a su públi­co. En este caso, una vez más con­fir­ma su sapien­cia de gran cineas­ta al haber recrea­do la obra de Joseph Mallord William Tur­ner (1775 – 1851), un impor­tan­te pre­cur­sor de la pin­tu­ra impresionista.

Timothy Spall

Timothy Spall

Con­si­de­ra­do como uno de los gran­des artis­tas de su tiem­po Tur­ner fue cono­ci­do como el “pin­tor de la luz” debi­do a la lumi­no­si­dad des­ple­ga­da en sus tra­ba­jos al óleo así como en sus excep­cio­na­les acua­re­las enfo­can­do espe­cial­men­te la mag­ni­fi­cen­cia de los pai­sa­jes mari­nos como uno de sus temas pre­di­lec­tos. Tenien­do estos ele­men­tos en con­si­de­ra­ción, Leigh evi­ta el rela­to bio­grá­fi­co para cen­trar­se en los últi­mos 25 años de su exis­ten­cia; sin caer en lo solem­ne o aca­dé­mi­co; median­te una estruc­tu­ra epi­só­di­ca con esce­nas muy bien cons­trui­das, per­mi­te que el espec­ta­dor se com­pe­ne­tre de lleno en la extra­ña y com­ple­ja per­so­na­li­dad de Tur­ner (Timothy Spall).

Entre varios de los tópi­cos abor­da­dos por el guión se encuen­tra la tier­na rela­ción que el artis­ta man­tu­vo con su anciano padre William (Paul Jes­son) con quien com­par­tió su hogar duran­te muchos años y que prác­ti­ca­men­te fue su úni­co ami­go, de allí que en opor­tu­ni­dad de su muer­te expre­se un sen­ti­do dolor. Pero con la excep­ción de su pro­ge­ni­tor, es poco la afi­ni­dad de Tur­ner con los miem­bros de su fami­lia don­de en una esce­na que­da evi­den­cia­do su com­ple­to desin­te­rés hacia la mujer (Ruth Sheen) que ha sido la madre de sus dos hijas así como la dis­tan­cia man­te­ni­da con ellas y con su nie­ti­ta de pocos meses. Otros deta­lles que tras­cien­den del film es la difi­cul­tad del pin­tor en rela­cio­nar­se con el sexo feme­nino, lo que se mani­fies­ta en la for­ma tor­pe y brus­ca de uti­li­zar sexual­men­te a su abne­ga­da y sumi­sa emplea­da domés­ti­ca Han­nah Danby (Dorothy Atkin­son) que sien­te afec­to por él, o bien en opor­tu­ni­dad de abor­dar a una pupi­la de un pros­tí­bu­lo; un víncu­lo más pla­cen­te­ro y humano es el que final­men­te esta­ble­ce con Sophia Caro­li­ne Booth, la bon­da­do­sa pro­pie­ta­ria (Marion Bai­ley) de un peque­ño depar­ta­men­to que alqui­la en Mar­ga­te al bor­de del mar, quien se con­vier­te en la com­pa­ñe­ra con quien encon­tra­rá el gran solaz de su vida.

Los deta­lles que ante­ce­den no exclu­yen esce­nas don­de que­dan expues­tas la labor del pin­tor con­cre­ta­da en algu­nas de sus obras maes­tras del perío­do rese­ña­do como lo son The Figh­ting Teme­rai­re (1839) y Rain, Steam and Sped (1844) No menos intere­san­te resul­ta sus encuen­tros, entre otros, con el pin­tor Ben­ja­min Robert Hay­don (Mar­tin Sava­ge), el influ­yen­te e impul­si­vo crí­ti­co de arte John Rus­kin (Joshua McGui­re) y la mate­má­ti­ca astró­no­ma Mary Somer­vi­lle (Les­ley Man­vi­lle) que se une al gran maes­tro para un tra­ba­jo de refrac­ción luminaria.

La rique­za de este film es debi­da en gran par­te a la estu­pen­da carac­te­ri­za­ción que Spall rea­li­za de Tur­ner. Este actor, que mere­ci­da­men­te obtu­vo el pre­mio a la mejor actua­ción mas­cu­li­na en el Fes­ti­val de Can­nes de este año, se sumer­ge de lleno en la piel de un hom­bre enig­má­ti­co, extra­va­gan­te, hura­ño y cas­ca­rra­bias, que pare­ce gru­ñir cuan­do habla y que sola­men­te pue­de expre­sar­se mara­vi­llo­sa­men­te en sus tra­ba­jos de gran con­te­ni­do espi­ri­tual; es así que uno no pue­de menos que admi­rar la pres­ta­ción de este intér­pre­te al haber sido capaz de lograr el jus­to equi­li­brio de un hom­bre pro­fun­da­men­te des­agra­da­ble y diso­cia­do de la reali­dad con el del artis­ta capaz de haber crea­do obras pic­tó­ri­cas de subli­me belleza.

Los dise­ños de pro­duc­ción de Suzie Davies con una logra­da ambien­ta­ción de Gran Bre­ta­ña en la pri­me­ra mitad del siglo 19 y la excep­cio­nal labor foto­grá­fi­ca de Dick Pope repro­du­cien­do la mag­ni­fi­cen­cia de los cua­dros del gran maes­tro valo­ri­zan la cali­dad artís­ti­ca de esta producción.

Con­clu­sión: Un film de subli­me belle­za resal­tan­do la obra de uno de los más gran­des pin­to­res bri­tá­ni­cos a tra­vés de la excep­cio­nal inter­pre­ta­ción de Timothy SpallJor­ge Gutman