La Bue­na Matanza

GOOD KILL. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film escri­to y diri­gi­do por Andrew Niccol

La tur­bu­len­cia emo­cio­nal de un ofi­cial del ejér­ci­to ame­ri­cano par­ti­ci­pan­do en la lucha con­tra los tali­ba­nes es uno de los aspec­tos que con­si­de­ra el rea­li­za­dor Andrew Nic­col en Good Kill. Aun­que el tema no resul­ta nove­do­so, lo que lo tor­na un poco dife­ren­te de otras mues­tras del géne­ro es la vin­cu­la­ción de los dro­nes ‑avio­nes no tri­pu­la­dos y tele­di­ri­gi­dos- como arma de com­ba­te con las reper­cu­sio­nes psi­co­ló­gi­cas que dicha tec­no­lo­gía involucra.

Ethan Hawke

Ethan Haw­ke

El rela­to de Nic­col que trans­cu­rre en 2010 se cen­tra en Tom Egan (Ethan Haw­ke), un mayor de la fuer­za aérea de Esta­dos Uni­dos quien des­de un lugar desér­ti­co de Las Vegas, en una sala de con­trol ubi­ca­da en una barran­ca, com­ba­te con­tra los tali­ba­nes de Afga­nis­tán jun­to con su cole­ga Air­man Vera Sua­rez (Zoe Kra­vitz) y el apo­yo de dos téc­ni­cos (Jake Abel, Dylan Kenin); la misión con­sis­te en cum­plir las órde­nes del coman­dan­te Johns (Bru­ce Green­wood) quien a su vez reci­be ins­truc­cio­nes pro­ve­nien­tes de los cuar­te­les cen­tra­les de la CIA para deter­mi­nar quién o quié­nes serán las pró­xi­mas víc­ti­mas. De este modo, ubi­ca­do fren­te a una con­so­la, y como si se tra­ta­ra de un video­jue­go, Tom solo debe opri­mir un botón para que en el espa­cio de diez segun­dos el misil lan­za­do des­de el dron haga impac­to en el móvil enemi­go ubi­ca­do a miles de kiló­me­tros de distancia.

Como en otros rela­tos sobre este tema, que­dan cla­ros los dis­cu­ti­bles cri­te­rios emplea­dos por la CIA al deci­dir quien será el obje­ti­vo de la “bue­na matan­za”, don­de en muchos casos pri­ma la mera sos­pe­cha sin tener la prue­ba evi­den­te de si hay terro­ris­tas de por medio; más aún, la orden de matar no exclu­ye la posi­bi­li­dad de que per­so­nas ino­cen­tes cir­cun­dan­tes pue­dan ser abatidas.

Para­le­la­men­te, el rela­to ilus­tra los efec­tos cola­te­ra­les que esta des­car­na­da gue­rra gene­ra en Tom; com­ple­ta­men­te exte­nua­do inter­na­men­te, la natu­ra­le­za de la tarea que duran­te 12 horas dia­rias debe cum­pli­men­tar lle­ga a afec­tar su esta­bi­li­dad men­tal. Todo ello lo va apar­tan­do invo­lun­ta­ria­men­te del gru­po fami­liar don­de duran­te el tiem­po que trans­cu­rre en el hogar se sien­te poco menos que extra­ño, ponien­do de este modo a prue­ba la rela­ción man­te­ni­da con su atrac­ti­va espo­sa Molly (January Jones).

El méri­to del rea­li­za­dor es haber plan­tea­do sin con­des­cen­den­cia algu­na y con mira­da crí­ti­ca algu­nos de los dile­mas mora­les de una gue­rra des­hu­ma­ni­za­da y sin fin don­de se impo­ne la nece­si­dad de ata­car antes de ser ata­ca­do, median­te el empleo de una tec­no­lo­gía éti­ca­men­te cuestionable.

Con­clu­sión: Muy bien diri­gi­do, Nic­col ofre­ce un film intere­san­te; con todo, cabe obje­tar la insis­ten­te repe­ti­ción de las secuen­cias de los ata­ques vir­tua­les que resien­ten leve­men­te la flui­dez del rela­to. De todos modos, la exce­len­te actua­ción de Haw­ke carac­te­ri­zan­do a un indi­vi­duo afec­ta­do psi­co­ló­gi­ca­men­te por el tra­ba­jo que rea­li­za, cons­ti­tu­ye otra de las razo­nes para la apre­cia­ción de este film.
 Jor­ge Gutman