Las Tri­qui­ñue­las de un Sim­pá­ti­co Bribón

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

LES FOUR­BE­RIES DE SCA­PIN.  Autor; Moliè­re – Direc­ción: Carl Béchard – Elen­co: Simon Beau­lé-Bul­man, Marie-Ėve Beau­lieu, Carol Ber­ge­ron, Benoît Briè­re, Patri­ce Coque­reau, Lyndz Dan­tis­te, David-Ale­xan­dre Des­prés, Mar­ce­lle Hudon, Alain Lava­llée, Sébas­tien René, André Robi­tai­lle, Cathe­ri­ne Sénart, Tatia­na Zin­ga Botao – Esce­no­gra­fía; Gene­viè­ve Lizot­te — Ves­tua­rio: Marc Séné­cal – Ilu­mi­na­ción: Erwann Ber­nard – Músi­ca Ori­gi­nal: Carol Ber­ge­ron — Ani­ma­ción Visual: Mar­ce­lle Hudon – Coreo­gra­fía: Ber­nard Bour­gault — Dura­ción: 2 horas con un entre­ac­to de 20 minu­tos. Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 17 de febre­ro de 2018 en el Théâ­tre du Nou­veau Mon­de (www.tnm.qc.ca)

André Robi­tai­lle y Benoît Briè­re (Foto de Yves Renaud)

Tra­tan­do de miti­gar el frío inver­nal de Mon­treal, el TNM no pudo haber sido más opor­tuno al pre­sen­tar una obra que ale­gra los cora­zo­nes a tra­vés de la genui­na risa que aflo­ra per­ma­nen­te­men­te. Den­tro del pro­lí­fi­co reper­to­rio del inmor­tal Moliè­re Les Four­be­ries de Sca­pin estre­na­da en 1671 es posi­ble­men­te la más gra­cio­sa por él con­ce­bi­da ade­más de ser una de las más repre­sen­ta­das en el mun­do. Esta des­en­fa­da­da pie­za ins­pi­ra­da en la com­me­dia dell’ar­te ita­lia­na podrá care­cer de la mor­daz crí­ti­ca social que el autor brin­da, por ejem­plo, en Tar­tuf­fe o Le Misanth­ro­pe; sin embar­go aquí des­ta­ca algu­nos aspec­tos de la con­di­ción huma­na cen­tra­dos en la inter­re­la­ción diná­mi­ca esta­ble­ci­da entre padres e hijos e igual­men­te prue­ba cómo el inge­nio pue­de ven­cer a la imbecilidad.

André Robi­tai­lle y Benoît Briè­re (Foto de Yves Renaud)

Para quie­nes no estén fami­lia­ri­za­dos con su tema bas­ta anti­ci­par que su tra­ma hace refe­ren­cia a dos ami­gos de Nápo­les, que en ausen­cia de sus auto­ri­ta­rios padres que están de via­je se ena­mo­ran per­di­da­men­te de dos chi­cas. Uno de ellos es Léan­dre (Simon Beau­lé-Bul­man) quien está embe­le­sa­do con Zer­bi­net­te (Cathe­ri­ne Sénart) una supues­ta gita­na egip­cia, y el otro joven es Octa­ve (Sébas­tien René) que se ha casa­do a escon­di­das con Hya­cinthe (Marie-Ėve Beau­lieu), una humil­de huér­fa­na. El con­flic­to se pre­sen­ta cuan­do los ricos comer­cian­tes de sus padres retor­nan y desean des­an­dar esos amo­res por­que tie­nen sus pro­pios pro­yec­tos matri­mo­nia­les para sus hijos. Es en este meo­llo don­de entra a jugar Sca­pin (André Robi­tai­lle), el ave­za­do y píca­ro cria­do de Léan­dre, quien es soli­ci­ta­do por los mucha­chos para que les ayu­de a resol­ver el pro­ble­ma con sus res­pec­ti­vos progenitores.

(Foto de Yves Renaud)

Esta exce­len­te far­sa es una demos­tra­ción de la inge­nio­si­dad cómi­ca de Moliè­re; aho­ra bien, como en los gran­des clá­si­cos del tea­tro uni­ver­sal hay que tener en cuen­ta que para su repre­sen­ta­ción es nece­sa­rio con­tar con un sóli­do direc­tor escé­ni­co que mue­va los dis­tin­tos engra­na­jes reque­ri­dos por el tex­to así como con efi­cien­tes acto­res que trans­mi­tan la rique­za del mis­mo. Afor­tu­na­da­men­te Carl Béchard, ha logra­do una pues­ta en esce­na meticu­losa impri­mien­do un rit­mo ágil que nun­ca decae y en don­de nin­gún deta­lle ha que­da­do libra­do al azar; al mis­mo tiem­po, ha sabi­do obte­ner de su homo­gé­neo elen­co el entu­sias­mo, ener­gía y la saga­ci­dad nece­sa­ria para que la gra­cia de sus per­so­na­jes que­da­ra bien resal­ta­da, sobre todo en lo que ata­ñe al due­lo acto­ral de su trío protagónico.

André Robi­tai­lle, casi per­ma­nen­te­men­te en esce­na a lo lar­go de dos horas, ofre­ce el mejor papel de su carre­ra como el héroe popu­lar dota­do de múl­ti­ples recur­sos, quien con su labia es capaz de urdir tre­tas, men­tir, escon­der, mani­pu­lar, y has­ta lle­gar a embau­car a unos para satis­fa­cer a otros, a la mane­ra de un moderno Robin Hood; en todo caso su per­so­na­li­dad siem­pre atra­yen­te per­mi­te que sus peca­di­llos resul­ten per­do­na­bles: Todo eso es trans­mi­ti­do mara­vi­llo­sa­men­te por Robi­tai­lle al sumer­gir­se de lleno en la piel de este per­so­na­je cama­leó­ni­co don­de el espec­ta­dor se olvi­da que está vien­do al actor logran­do en cam­bio una total comu­nión con Scapin.

No menos impor­tan­te es la inter­pre­ta­ción de Benoît Briè­re quien como el obs­ti­na­do y ridícu­lo Géron­te, el padre de Léan­dre, des­plie­ga una ener­gía y des­tre­za admi­ra­ble con sus asom­bro­sas pirue­tas físi­cas y ver­ba­les. En una de las esce­nas más fes­te­ja­das de la obra, se nota la gran com­pli­ci­dad que Briè­re man­tie­ne con Robi­tai­lle cuan­do Sca­pin lo ins­ta a ence­rrar­se en una bol­sa para pro­te­ger­lo de supues­tos enemi­gos y ter­mi­na molién­do­lo a palos. Por su par­te, Patri­ce Coque­reau derro­cha viva­ci­dad ani­man­do a Argan­te, el absur­do y cari­ca­tu­res­co padre de Octave.

Entre otros aspec­tos, el espec­tácu­lo se valo­ri­za por la logra­da coreo­gra­fía de Ber­nard Bour­gault que per­mi­te el luci­mien­to de una dece­na de bai­la­ri­nes dan­zan­do rít­mi­ca­men­te al comien­zo de cada uno de los dos actos de la pie­za. Tan­to la esce­no­gra­fía de Gene­viè­ve Lizot­te, el ves­tua­rio de épo­ca de Marc Séné­cal y la músi­ca de Carol Ber­ge­ron, se aso­cian ade­cua­da­men­te al espí­ri­tu de esta pieza.

Con el men­sa­je brin­da­do por Moliè­re de que el amor juve­nil ter­mi­na triun­fan­te, el públi­co asis­te a una deli­cio­sa fábu­la satí­ri­ca que el TNM ha con­se­gui­do mon­tar magníficamente.