KILLING THEM SOFTLY. Estados Unidos, 2012. Un film escrito y dirigido por Andres Dominik
Basado en el libro Cogan’s Trade (2002) del autor estadounidense George V Higgins sobre el submundo del crimen organizado, el director neocelandés Andrew Dominik lo adaptó tratando de extraer lo mejor del mismo. Si bien el escritor es un experto conocedor del tema debido a su vasta literatura escrita sobre la materia, lo que se ve en pantalla no constituye aporte mayor a lo visto ya en muchas otras ocasiones.
Aunque la novela original transcurre en Boston en 1974, Dominik decidió ubicar la historia en Nueva Orleans en el otoño de 2008, en pleno campaña electoral donde la candidatura del futuro presidente Obama representaba la esperanza de un mejor porvenir, atendiendo al gran colapso económico que experimentaba el país. Esa crisis es utilizada como telón de fondo para la trama del film tratando de demostrar que el clima de incertidumbre también afectó también al bajo mundo, o al menos a los personajes de esta historia.
En una apretada síntesis puede señalarse que el conflicto inicial de la trama se origina cuando una noche dos ladronzuelos de poca envergadura – Frankie (Scoot McNairy) y Russell (Ben Mendelsohn), con sus rostros cubiertos se apropian del dinero que se está apostando en una timba ilegal de póquer integrada por mafiosos y organizada por Markie Trattman (Ray Liotta). Como consecuencia de esa acción y para restablecer el orden necesario llega a la ciudad Mickey (James Gandolfini), un gran patrón de la organización que decididamente dispuesto a que los ladrones sean identificados e inmediatamente ejecutados; esta delicada tarea le será encomendada a Jackie Cogan (Brad Pitt) quien es un sicario, frío y sereno que utiliza un método de eficaz alcance consistente en matar con precisión a sus víctimas para que no experimenten dolor, según lo anticipa el título del film. Como cabía esperar, los responsables del robo pagarán con sus vidas; con todo ese es solo el comienzo de una serie de múltiples asesinatos que descarnadamente se irán sucediendo a lo largo del relato.
A diferencia de otras películas del género, ésta es una de crímenes donde en términos de “acción movida” no es mucho lo que acontece como que tampoco es abundante lo que se ofrece desde el punto de vista de historia o intriga. En cambio, el director prefirió privilegiar la ambientación en donde transcurren los hechos, pintando la negrura del microcosmos o mundo marginal de sus personajes donde ningún código ético o moral los rigen salvo la violencia sangrienta que anima a sus personajes. De este modo, la mayor parte del film transcurre en largas escenas de diálogos y otras monologadas que, aunque de interés, no alcanzan a que el film adquiera resonancia. Si acaso la crueldad expuesta tuviera un foco de referencia o estuviese al servicio de una historia de gran originalidad como la que Quentin Tarantino ofreció en Pulp Fiction hace ya 18 años, quizá el esfuerzo de Dominick habría valido la pena.
A las observaciones precedentes habría que agregar la insistencia de las informaciones televisivas en los que el candidato presidencial Obama explica al electorado el difícil momento económico-financiero que el país y el mundo están atravesando. Ese hecho no solamente resulta fatigante sino que termina distrayendo, sin quedar bien reflejado la intención de establecer un paralelo de la crisis del capitalismo con el submundo de matones aquí ilustrados, donde la inmoralidad imperante parecería constituir su común denominador; en tal sentido, la respuesta que un decepcionado Jackie pronuncia al concluir el film (“Estados Unidos no es un país, es un negocio”) podrá impactar en algunos espectadores, pero como crítica al funcionamiento del sistema resulta vacía, fuera de contexto y contrariamente a lo que Francis Ford Coppola ilustrara maravillosamente en The Godfather (1972) y The Godfather II (1974).
Trabajando por segunda vez con el director Pitt ofrece una extraordinaria caracterización del cínico, impiadoso y pseudo filósofo asesino; similares elogios merece el elenco que lo rodea (Gandolfini, Liotta, Richard Jenkins, entre otros).
Conclusión: Aunque estilísticamente interesante y con una irreprochable actuación, la propuesta de Dominick no alcanza a cristalizar en este relato frío y de extremada violencia. Jorge Gutman