Un Film Controvertido

HOLY MOTORS. Fran­cia, 2012. Un film escri­to y diri­gi­do por Leos Carax 

Des­pués de 13 años de ausen­cia en que reali­zó Pola X, el pro­vo­ca­ti­vo direc­tor Leos Carax retor­na al cine con Holy Motors, un film que pre­sen­ta­do en pri­mi­cia mun­dial en el últi­mo fes­ti­val de Can­nes des­per­tó dife­ren­tes reac­cio­nes entre la crí­ti­ca especializada. 

Lo que pro­po­ne Carax es pro­vo­car al espec­ta­dor con una his­to­ria que en algu­nas cir­cuns­tan­cias alcan­za nive­les deli­ran­tes pero que no lle­ga a satis­fa­cer ple­na­men­te. Si bien la pre­mi­sa ini­cial podría cali­fi­car­se de ori­gi­nal en el sen­ti­do de enfo­car los diver­sos roles que muchas veces el ser humano tie­ne que asu­mir en la rela­ción coti­dia­na esta­ble­ci­da con el pró­ji­mo, en este caso Carax no se pro­po­ne efec­tuar una inda­ga­ción psi­co­ló­gi­ca o social de lo que acon­te­ce con su per­so­na­je central.

Denis Lavant

Denis Lavant

El pro­ta­go­nis­ta de la his­to­ria es un tal Mon­sieur Oscar (Denis Lavant) quien al comien­zo del film abor­da una limu­si­na blan­ca con­du­ci­da por Celi­ne (Edith Scob), su cola­bo­ra­do­ra y per­so­na de abso­lu­ta con­fian­za. Duran­te el trans­cur­so de un día, atra­ve­san­do los dis­tin­tos barrios de París debe cum­plir con una serie de encar­gos por los que debe­rá encon­trar a dife­ren­tes “clien­tes”; para cada uno de los mis­mos debe adop­tar una per­so­na­li­dad dis­tin­ta que lo obli­ga a trans­for­mar su indu­men­ta­ria así como sus ras­gos físi­cos. Entre algu­nos de los roles que encar­na figu­ra la de un rico ban­que­ro, una mujer por­dio­se­ra, un padre preo­cu­pa­do por su hija, un mons­truo satí­ri­co y el líder de una ban­da de acor­deo­nis­tas de músi­ca rock. 

En esen­cia, toda la alu­ci­na­to­ria narra­ción está basa­da en una suce­sión de viñe­tas don­de no hay vin­cu­la­ción entre las mis­mas. Aun­que es inne­ga­ble que el film cuen­ta con algu­nos momen­tos de apre­cia­bles hallaz­gos visua­les –ampa­ra­dos en bue­na medi­da por la bella foto­gra­fía de Caro­li­ne Cham­pe­tier e Yves Cape- hay situa­cio­nes lími­tes que solo podrán con­ten­tar a los fie­les de Carax y/o a quie­nes cons­die­ren diver­ti­do o inge­nio­so salir al encuen­tro de los per­so­na­jes carac­te­ri­za­dos por Oscar. 

Lavant, uno de los acto­res pre­fe­ri­dos del direc­tor, ofre­ce una exce­len­te inter­pre­ta­ción en las dife­ren­tes per­so­na­li­da­des que le toca repre­sen­tar, en espe­cial como Mon­sieur Mer­de y la rela­ción que man­tie­ne con una sen­sual mode­lo ani­ma­da por Eva Men­des. El res­to del elen­co se desem­pe­ña correc­ta­men­te, inclu­yen­do la bre­ve par­ti­ci­pa­ción del vete­rano Michel Pic­co­li como el jefe de Oscar. 

Con­clu­sión: Tra­tán­do­se de una fan­ta­sía surrea­lis­ta deci­di­da­men­te con­tro­ver­ti­da, los méri­tos del tra­ba­jo de Carax depen­de­rán del jui­cio de cada espec­ta­dor para apro­bar­lo como un rea­li­za­dor ambi­cio­so y visio­na­rio o, por el con­tra­rio, como un direc­tor indul­gen­te y pre­ten­cio­so que vuel­ca sus esfuer­zos en un film com­ple­ta­men­te banalJor­ge Gutman