Pano­ra­ma de Africa

VUE D’AFRIQUE

Des­de el 26 de abril has­ta el 5 de mayo se desa­rro­lla la vigé­si­ma nove­na edi­ción de Vue d’Afrique en el com­ple­jo Excen­tris de Mon­treal, con excep­ción del film inau­gu­ral que se habrá de exhi­bir en el Cine Impe­rial. 

Este fes­ti­val que está con­sa­gra­do al cine afri­cano y creo­le es el más impor­tan­te que se rea­li­za fue­ra del con­ti­nen­te de Afri­ca. Con más de un cen­te­nar de fil­mes per­te­ne­cien­tes a 30 paí­ses, la mues­tra se inau­gu­ra con la exhi­bi­ción de la pelí­cu­la bel­ga Kinsha­sa Kids de Marc-Henry Wajn­berg. Este film se basa en la situa­ción ata­ra­ve­sa­da por apro­xi­ma­da­men­te 30 mil niños erran­tes en las calles de Kinsha­sa de la Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go quie­nes son acu­sa­dos de hechi­ce­ría y tra­tan de sobre­vi­vir des­pués de haber sido expul­sa­dos por sus fami­lias. A par­tir de ese hecho el film regis­tra con nota­ble auten­ti­ci­dad el caso de José (José Mawan­da), uno de esos chi­cos, quien reu­nien­do a un gru­po de ami­gos, en con­jun­to deci­den for­mar una ban­da musi­cal para ale­jar a la mala suer­te que les ace­cha y com­ba­tir la pobre­za, ayu­da­dos por un empre­sa­rio y músi­co local (Beb­son Elemba).

Una escena de KINSHASA KIDS

Una esce­na de KINSHA­SA KIDS

En Vir­gin Mar­ga­ri­da, el rea­li­za­dor Luci­nio Aze­ve­do efec­túa un retra­to del des­tino de muje­res pre­su­mi­ble­men­te pros­ti­tui­das ubi­ca­das en cam­pos de reedu­ca­ción des­pués de la gue­rra de libe­ra­ción de Mozam­bi­que. Cam­bian­do de tono, Win­ter of Dis­con­tent de Ibrahim Batout dra­ma­ti­za los comien­zos de la revo­lu­ción de Egip­to de enero de 2011, con toda la atmós­fe­ra de angus­tia e incer­ti­dum­bre rei­nan­te. Otro film atra­yen­te es Para­dis Amer de Chris­tian Fau­re fil­ma­do en la isla de Mayot­te, des­cri­bien­do el comien­zo de una his­to­ria de amor entre dos niños. Ren­gai­ne de Rachid Djaï­da­ni, con­si­de­ra cier­tos tópi­cos espi­no­sos al tran­si­tar por el deli­ca­do terreno de la exclu­sión, racis­mo y reli­gión; la his­to­ria gira en torno de un joven negro cris­tiano vivien­do en París que desea casar­se con una chi­ca musul­ma­na que debe enfren­tar la opo­si­ción de su her­mano por trans­gre­dir la tra­di­ción cul­tu­ral don­de el matri­mo­nio entre negros y ára­bes es con­si­de­ra­do tabú. En la copro­duc­ción fran­co-por­tu­gue­sa La répu­bli­que des enfants pro­ta­go­ni­za­da por Danny Glo­ver, la direc­to­ra Flo­ra Gomez de Gui­nea Bis­sau con­ci­be una suer­te de fábu­la ubi­can­do su acción en un peque­ño país afri­cano don­de un gru­po de niños sol­da­dos deci­de for­mar su pro­pio país. 

En la sec­ción dedi­ca­da al cine docu­men­tal se des­ta­ca el film hai­tiano Depor­ted don­de las rea­li­za­do­ras Rache­le Magloi­re y Can­tal Rég­nault entre­vis­tan a ciu­da­da­nos cana­dien­ses y ame­ri­ca­nos que son depor­ta­dos a Hai­tí, su país de ori­gen, debi­do a deli­tos come­ti­dos; esta­ble­ci­dos aho­ra en Port-au-Prin­ce deben comen­zar una nue­va vida en un ambien­te des­co­no­ci­do a la vez que hos­til. El docu­men­tal sui­zo Capi­tai­ne Tho­mas San­ka­ra de Chris­tophe Cupe­lin des­cri­be el des­tino trá­gi­co del pre­si­den­te de Bur­ki­na Fas­so Tho­mas San­ka­ra quien fue ase­si­na­do en 1987 al ser trai­cio­na­do por su mejor ami­go. De gran inte­rés es Éco­les en Haï­ti de Didier Mau­ro don­de el rea­li­za­dor abor­da los pro­ble­mas socio­eco­nó­mi­cos de Hai­tí agra­va­dos por el terri­ble sis­mo de 2010 y su reper­cu­sión en la esco­la­ri­za­ción de los niños; el resul­ta­do es un ajus­ta­do retra­to de la socie­dad hai­tia­na con­tem­po­rá­nea. En el docu­men­tal de Gran Bre­ta­ña copro­du­ci­do con Zim­bab­we Robert Mugabe…what hap­pe­ned? el direc­tor Simon Bright echa una mira­da crí­ti­ca a la acción de su pre­si­den­te que tras la pro­cla­ma de la recon­ci­lia­ción cuan­do asu­mió el poder en 1980, hoy día lan­za una gue­rra civil con­tra su pro­pio país, des­tru­yen­do en gran par­te lo que había cons­trui­do al prin­ci­pio de su man­da­to. Un docu­men­to social impor­tan­te es La plaie et le couteau, don­de la direc­to­ra Agnès-Maritza Boul­mer median­te nume­ro­sas entre­vis­tas rea­li­za­das, con­si­de­ra las impli­ca­cio­nes de la muti­la­ción geni­tal de la mujer en varios paí­ses de Áfri­ca Occi­den­tal. y Sui­za. El film Yas­mi­na y Moham­med de Régi­ne Aba­dia narra la sor­pren­den­te his­to­ria del nove­lis­ta Moham­med Mou­les­sehoul que publi­ca sus obras uti­li­zan­do el nom­bre de su seño­ra Yas­mi­na Kha­dra. 

El fes­ti­val fina­li­za el 5 de mayo con la pro­yec­ción del film de Arnold Anto­nin Herby, le Jazz et la musi­que haï­tien­ne, sobre la músi­ca popu­lar de dan­za urba­na hai­tia­na así como su rela­ción con la músi­ca lati­na y el jazz. Para una infor­ma­ción com­ple­ta sobre la pro­gra­ma­ción y los hora­rios res­pec­ti­vos pre­sio­nar aquíJor­ge Gutman

Un Via­je Psi­co­dé­li­co de Amne­sia e Hipnotismo

TRAN­CE. Gran Bre­ta­ña, 2013. Un film de Danny Boyle 

Nadie duda de la ver­sa­ti­li­dad e inge­nio­si­dad de Danny Boy­le don­de la mayor par­te de sus pelí­cu­las exuda una arro­lla­do­ra ener­gía así como una ori­gi­na­li­dad que goza del favor popu­lar, como fue el caso de Slum­dog Millo­nai­re (2008) que obtu­vo el Oscar al mejor film del año ade­más de haber sido recom­pen­sa­do como mejor rea­li­za­dor. De allí la gran expec­ta­ti­va que su últi­mo film Tran­ce logró gene­rar; sin embar­go, lo que brin­da aquí des­ilu­sio­na, no por­que el film sea malo sino por­que en su inten­ción de pro­por­cio­nar un ver­ti­gi­no­so cru­ci­gra­ma psi­co­ló­gi­co, Boy­le se extra­li­mi­ta incor­po­ran­do tan­tas varian­tes al rela­to que a la pos­tre frus­tra a cual­quier cru­ci­gra­mis­ta deseo­so de colo­car las pie­zas en su lugar. 

El pun­to de par­ti­da es intere­san­te don­de Simon (James McA­voy), un subas­ta­dor de arte que tra­ba­ja en una pres­ti­gio­sa fir­ma de rema­tes de Lon­dres, expli­ca acer­ca de las medi­das de segu­ri­dad que se deben adop­tar para evi­tar cual­quier inten­to de robo de las obras artís­ti­cas. Pre­ci­sa­men­te, en el momen­to en que subas­ta el famo­so cua­dro de Fran­cis­co de Goya Vue­lo de Bru­jas (1797), valua­do en más de 25 millo­nes de libras, se pro­du­ce un gol­pe maes­tro por par­te de una ban­da delic­ti­va lide­ra­da por Franck (Vin­cent Cas­sel). En ese momen­to de gran revue­lo cuan­do Simon se apres­ta a guar­dar el famo­so lien­zo en una caja de segu­ri­dad, reci­be un gol­pe en la cabe­za por el que debe ser hos­pi­ta­li­za­do. Tiem­po des­pués, cuan­do Franck y sus secua­ces com­prue­ban que el paque­te roba­do con­tie­ne úni­ca­men­te el mar­co, el espec­ta­dor se ente­ra de que Simon for­ma par­te de la pan­di­lla y que él esta­ba obran­do a modo de “entre­ga­dor”. Una nota al mar­gen de esta bre­ve sinop­sis es indi­car que el cua­dro de Goya se halla en el Museo del Pra­do de Madrid; en todo caso esta licen­cia no afec­ta el desa­rro­llo de la trama.

Vincent Cassel

Vin­cent Cassel

Como con­se­cuen­cia del acci­den­te sufri­do, des­pués de haber sido dado de alta, Simon sufre de amne­sia y no pue­de infor­mar­le a Franck dón­de ocul­tó la famo­sa tela de Goya. Es allí que Franck deci­de con­tra­tar a Eli­za­beth, una doc­to­ra exper­ta en hip­no­sis (Rosa­rio Daw­son) para que some­ta a Simon en un tran­ce y pue­da son­sa­car­le la infor­ma­ción deseada. 

Sería indis­cre­to reve­lar algo más. Sola­men­te cabe aña­dir que a par­tir de aquí el inten­to de Eli­za­beth de pene­trar en la men­te de Simon pro­du­ce un víncu­lo entre los tres pro­ta­go­nis­tas que si bien al prin­ci­pio intri­ga, len­ta­men­te el pro­ce­so comien­za a per­der efec­to. Así, las con­ti­nua­das vuel­tas de tuer­ca del guión con­du­cen al espec­ta­dor a tra­vés de un via­je psi­co­dé­li­co de memo­ria y olvi­do don­de el rela­to quie­re demos­trar su inte­li­gen­cia a cos­ta de mani­pu­lear per­ma­nen­te­men­te al obser­va­dor; como resul­ta­do, uno pier­de toda ila­ción cro­no­ló­gi­ca, no dife­ren­cia la fan­ta­sía de la reali­dad y tra­tan­do de esfor­zar­se de lle­nar las situa­cio­nes fal­tan­tes de este rom­pe­ca­be­zas cine­ma­to­grá­fi­co se lle­ga a com­pro­bar que el esfuer­zo resul­ta esté­ril, por­que el rela­to vuel­ca el table­ro cons­tan­te­men­te. En tér­mi­nos narra­ti­vos, el des­en­la­ce decep­cio­na por­que cuan­do algu­nas situa­cio­nes lle­gan a ser reve­la­das, ya nadie cree en las mismas. 

Acor­de con lo que ante­ce­de y a pesar de las bue­nas actua­cio­nes, nin­guno de los tres per­so­na­jes posee pro­fun­di­dad algu­na o ante­ce­den­tes que per­mi­tan lle­gar a cono­cer­los; ni Simon lle­ga a con­ven­cer como un exper­to en arte, ni Franck es plau­si­ble como el líder del gru­po y en cuan­to a Eli­za­beth –a pesar de su gla­mour- tam­po­co con­ven­ce como efi­caz hipnotizadora. 

Con­clu­sión: Mucho rui­do y pocas nue­ces para un film de amne­sia e hip­no­tis­mo don­de la fal­ta de cohe­ren­cia malo­gra la intri­ga narra­ti­va. A su favor, cabe reco­no­cer su diná­mi­co rit­mo, una ecléc­ti­ca ban­da sono­ra y muy en espe­cial el rigu­ro­so tra­ba­jo del direc­tor de foto­gra­fía Anthony Dod Mantle; sin embar­go, eso no com­pen­sa la fal­ta de sus­pen­so en este dra­ma impreg­na­do de fal­sas notas.  Jor­ge Gutman

Un Buen Film Depor­ti­vo, Social y Político

42. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film escri­to y diri­gi­do por Brian Helgeland 

Jack (“Jac­kie”) Robin­son (1919 –1972) fue un juga­dor de béis­bol de Esta­dos Uni­dos que ha mar­ca­do una épo­ca en la his­to­ria depor­ti­va de los Esta­dos Uni­dos al haber­se con­ver­ti­do en el pri­mer juga­dor afro­ame­ri­cano en par­ti­ci­par en un equi­po de pri­mer nivel de este depor­te. Los acon­te­ci­mien­tos que rodea­ron ese even­to más otros adi­cio­na­les sobre el movi­mien­to de los dere­chos civi­les vin­cu­la­dos con este jue­go son abor­da­dos por el direc­tor Brian Hel­ge­land de mane­ra cla­ra, direc­ta, sobria y ele­gan­te, aun­que qui­zá con un poco de didac­tis­mo. Lo que impor­ta es que duran­te poco más de dos horas el espec­ta­dor que nun­ca haya prac­ti­ca­do ni cono­ci­do el béis­bol apre­cia­rá este film como un docu­men­to social de gran tras­cen­den­cia que enfo­ca el lado oscu­ro de Esta­dos Uni­dos al haber man­te­ni­do la segre­ga­ción racial duran­te la mayor par­te del siglo pasado. 

El film comien­za en las pos­tri­me­rías de la segun­da gue­rra mun­dial mos­tran­do en los noti­cie­ros la ale­gría y eufo­ria de una nación que retor­na a la nor­ma­li­dad. Inme­dia­ta­men­te la acción se des­pla­za al des­pa­cho de Branch Ric­key (Harri­son Ford), el áspe­ro y hones­to pre­si­den­te y geren­te gene­ral del famo­so equi­po Brooklyn Dod­gers quien comu­ni­ca al entorno que lo rodea sobre su inten­ción de incor­po­rar a la liga pro­fe­sio­nal de béis­bol a Jack Robin­son (Chad­wick Bose­man); se tra­ta de un joven negro de 26 años que tie­ne como ante­ce­den­tes un buen desem­pe­ño e inte­gri­dad pro­fe­sio­nal en el Ame­ri­can Negro Lea­gue de Kan­sas City. A pesar de que su deci­sión cau­sa gran estu­por, lo lle­ga a con­tra­tar no sin antes impo­ner a Robin­son la con­di­ción de que de nin­gún modo debe­rá reac­cio­nar fren­te a las dia­tri­bas racis­tas que even­tual­men­te pudie­ran salir­le al paso. Al prin­ci­pio es asig­na­do al equi­po del Mon­treal Royals don­de el geren­te del mis­mo y otros juga­do­res lo des­pre­cian, del mis­mo modo que dis­ta de ser bien­ve­ni­do por el per­so­nal del hotel don­de debe­ría hos­pe­dar­se, obli­gán­do­lo a tener que alo­jar­se en el seno de una fami­lia negra. Su excep­cio­nal desem­pe­ño como beis­bo­lis­ta hará que al prin­ci­pio de 1947 for­me par­te inte­gran­te del famo­so Brooklyn Dod­gers por­tan­do la famo­sa cami­se­ta con el núme­ro “42”.

Gran par­te del film refle­ja has­ta qué pun­to Robin­son ha teni­do que enfren­tar y sopor­tar la hos­ti­li­dad debi­do al des­pia­da­do racis­mo de sus com­pa­ñe­ros y el fana­tis­mo del públi­co, sin poder defen­der­se ni ata­car; sola­men­te se sen­tía apo­ya­do por las con­ti­nua­das reco­men­da­cio­nes de Ric­key de no cejar ni dejar­se inmu­tar para demos­trar en la can­cha de jue­go fren­te al mun­do sus nota­bles con­di­cio­nes de juga­dor; el otro con­fort lo obtie­ne por par­te del cari­ño y apo­yo brin­da­do por su joven y amo­ro­sa mujer Rachel (Nico­le Beharie). 

Qui­zá la esce­na más dolo­ro­sa de pre­sen­ciar pero ilus­tra­ti­va de has­ta dón­de pue­de lle­gar el sen­ti­mien­to de odio racis­ta es cuan­do en un par­ti­do don­de su equi­po enfren­ta al Fila­del­fia Phi­llies, su geren­te Ben Chap­man (Alan Tudyk) pro­vo­ca a Robin­son con los más pon­zo­ño­sos insul­tos racia­les para que éste reac­cio­ne; ese ten­so momen­to en que el juga­dor deci­de guar­dar la cal­ma fren­te al públi­co tes­ti­go, aun­que explo­tan­do de indig­na­ción inte­rior, está mag­ní­fi­ca­men­te logra­do ilus­tran­do la impo­ten­cia de una per­so­na dolo­sa­men­te humi­lla­da sin poder tomar acción algu­na para protegerse. 

Aun­que el desa­rro­llo del jue­go abar­ca bue­na par­te del rela­to, el film es un docu­men­to social y polí­ti­co que cala hon­da­men­te en el espec­ta­dor. A pesar de que a títu­lo indi­vi­dual Robin­son haya logra­do final­men­te ganar­se un amplio reco­no­ci­mien­to a nivel popu­lar, sobre todo por haber con­tri­bui­do a que los Dod­ger obtu­vie­ra el títu­lo de cam­peón mun­dial en 1955, no menos cier­to es que la dis­cri­mi­na­ción, segre­ga­ción e injus­ti­cia huma­na siguió pre­va­le­cien­do en los Esta­dos Uni­dos has­ta fina­les de la déca­da del 60.

Harrison Ford y Chadwick Boseman

Harri­son Ford y Chad­wick Boseman

El film cuen­ta con un exce­len­te repar­to y se carac­te­ri­za por su bajo per­fil. En nin­gún momen­to el rea­li­za­dor tra­tó de sobre­di­men­sio­nar o exa­ge­rar los logros de Robin­son y en tal sen­ti­do obtu­vo de Bose­man un tra­ba­jo com­pe­ten­te don­de evi­tan­do la sobre­ac­tua­ción trans­mi­te muy bien el dolor de quien por el color de su piel es obje­to de des­pre­cio y recha­zo. No menos impor­tan­te es el tra­ba­jo, diría atí­pi­co, de Ford quien en el mejor papel de su carre­ra ofre­ce una inter­pre­ta­ción estu­pen­da del hom­bre blan­co que hará lo impo­si­ble para que su pro­te­gi­do negro sal­ga airo­so del camino que le cabe recorrer. 

Con­clu­sión: Un muy buen docu­men­to que sin duda sor­pren­de­rá a la joven gene­ra­ción de la era Oba­ma sobre lo que sig­ni­fi­có ser negro en la Amé­ri­ca del siglo pasa­do. Jor­ge Gutman

Un Buen Dra­ma Emocional

THE PLA­CE BEYOND THE PINES. Esta­dos Uni­dos, 2012. Un film de Derek Cianfrance 

Des­pués de haber impre­sio­na­do gra­ta­men­te con Blue Valen­ti­ne (2010), un pro­fun­do dra­ma emo­cio­nal sobre la desin­te­gra­ción de un matri­mo­nio, el rea­li­za­dor Derek Cian­fran­ce vuel­ve a ofre­cer otra his­to­ria ínti­ma que aun­que no alcan­ce un nivel pare­jo a lo lar­go de sus casi dos horas y media de dura­ción, atra­pa el inte­rés por cier­tos pro­ble­mas mora­les plan­tea­dos y por el nivel de cali­dad de su elenco. 

Ryan Gos­ling ani­ma a Luke, un moto­ci­clis­ta acró­ba­ta iti­ne­ran­te que des­pués de haber esta­do tiem­po atrás en Sche­nec­tady, una peque­ña loca­li­dad del esta­do de Nue­va York, al regre­sar al lugar se ente­ra de que es padre de un niño de pocos meses de edad, pro­duc­to de la rela­ción que había man­te­ni­do con Romi­na (Eva Men­dez), mese­ra de un res­tau­ran­te local. Sor­pren­di­do, y due­ño de una sen­si­bi­li­dad que le impul­sa a cum­plir con su deber de padre en lo que al man­te­ni­mien­to finan­cie­ro se refie­re, deci­de dejar su tra­ba­jo poco esta­ble y redi­tua­ble para bus­car algún empleo local, lo que logra al ser emplea­do por un mecá­ni­co de la zona (Ben Men­delshonn); sin embar­go, el peque­ño nego­cio no per­mi­te que Luke obten­ga un sala­rio impor­tan­te por lo que deci­de aten­der al con­se­jo de su patrón quien le indi­ca que hay mane­ras más lucra­ti­vas de hacer dine­ro, como por ejem­plo asal­tan­do esta­ble­ci­mien­tos ban­ca­rios. Todo mar­cha bien en un comien­zo has­ta que en uno de esos gol­pes maes­tros, el des­tino hace que se tope con Avery (Brad­ley Cooper), un hones­to poli­cía local.

Ryan Gosling

Ryan Gos­ling

En la segun­da par­te del film, el rela­to se cen­tra en Avery quien es pro­cla­ma­do héroe por su acción des­ple­ga­da como ofi­cial poli­cial. Gra­dua­do en leyes, casa­do y con un hijo de un año de edad, tra­ta de com­ba­tir la injus­ti­cia del lugar y es así que se encuen­tra en difi­cul­tad cuan­do com­prue­ba la corrup­ción e inmo­ra­li­dad de algu­nos de sus com­pa­ñe­ros de tra­ba­jo (Ray Liot­ta); ade­más, se lle­ga a saber ‑por la con­fe­sión rea­li­za­da a su tera­peu­ta- que arras­tra un gran sen­ti­mien­to de cul­pa por haber mata­do a un delin­cuen­te en acto de servicio. 

El tra­mo final de esta his­to­ria que trans­cu­rre 15 años des­pués vin­cu­la nue­va­men­te al asal­tan­te ban­ca­rio con el ínte­gro poli­cía a tra­vés de sus res­pec­ti­vos hijos (Dane DeHaan, Emory Cohen); como com­pa­ñe­ros de escue­la, estos ado­les­cen­tes man­tie­nen una par­ti­cu­lar rela­ción basa­da en los con­tac­tos que uno de ellos tie­ne con tra­fi­can­tes de dro­gas, y la habi­li­dad del otro de trans­for­mar la mer­ca­de­ría ile­gal en dine­ro fácil. 

La inten­ción del film es resal­tar el modo en que la acti­tud de los adul­tos en el pasa­do reper­cu­ti­rá en la con­duc­ta de una nue­va gene­ra­ción. A pesar de que las pri­me­ras dos sec­cio­nes del film están narra­das en for­ma impe­ca­ble, man­te­nien­do bue­na ten­sión y sus­pen­so gene­ra­do por los acon­te­ci­mien­tos que tie­nen lugar, el capí­tu­lo final care­ce de una con­clu­sión rea­lis­ta en fun­ción de lo que el film pre­via­men­te expu­so. De todos modos, la obser­va­ción seña­la­da no alcan­za a des­me­re­cer la cali­dad de sus dos pri­me­ros seg­men­tos tenien­do en cuen­ta su inte­li­gen­te estruc­tu­ra­ción y sobre todo la ori­gi­nal for­ma en que el foco del rela­to se tras­la­da de Luke a Avery. 

Aun­que todo el elen­co se desem­pe­ña muy bien, indu­da­ble­men­te Gos­ling y Cooper se dis­tin­guen mara­vi­llo­sa­men­te como los dos per­tur­ba­dos pro­ta­go­nis­tas del relato. 

Con­clu­sión: Que­da como balan­ce un ambi­cio­so estu­dio sobre la res­pon­sa­bi­li­dad pater­nal, el ver­da­de­ro sen­ti­do del heroís­mo y la for­ma en que las accio­nes huma­nas por mejor inten­cio­na­das que fue­ran, pue­den con­du­cir a situa­cio­nes no bus­ca­das dejan­do una mar­ca inde­le­ble e impo­si­ble de olvi­darJor­ge Gutman

El Tiem­po del Olvido

OBLI­VION. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film de Joseph Kosinski

Tom Cruise

Tom Crui­se

Anti­ci­pán­do­se en dos meses al ini­cio del verano, la tem­po­ra­da esti­val de cine ya comen­zó en Amé­ri­ca del Nor­te con el estreno de Obli­vion del rea­li­za­dor Joseph Kosins­ki. Siguien­do los pasos ya tran­si­ta­dos en Tron: Legacy (2010), Kosins­ki no inno­va ni agre­ga sor­pre­sa algu­na que no se hubie­se con­tem­pla­do en otros títu­los del géne­ro (espe­cial­men­te The Matrix y/o Total Recall); con todo, habrá que reco­no­cer que para los aman­tes de este tipo de fil­mes, esta pelí­cu­la habrá de sumer­gir­los en una expe­rien­cia visual úni­ca y es pre­ci­sa­men­te allí don­de resi­den sus prin­ci­pa­les méritos. 

El film aglu­ti­na todos los ele­men­tos pro­pios de la cien­cia fic­ción pre­sen­tan­do un uni­ver­so en don­de que­dan expues­tos los con­flic­tos de huma­nos y aliens, los via­jes a tra­vés del tiem­po y del olvi­do, la bús­que­da de iden­ti­dad, pre­sen­cia de pla­ne­tas diez­ma­dos y colo­ni­za­dos y otros ele­men­tos que el rea­li­za­dor ima­gi­nó en el guión por él con­ce­bi­do y tenien­do en men­te que Tom Crui­se sería su pro­ta­go­nis­ta. En efec­to, el popu­lar actor vuel­ca su caris­ma con com­ple­ta natu­ra­li­dad y su pre­sen­cia gra­vi­ta posi­ti­va­men­te en el desa­rro­llo del relato. 

La acción se ubi­ca en 2077 don­de des­pués de que la Tie­rra ha gana­do la vic­to­ria con­tra des­truc­ti­vas fuer­zas extra­te­rres­tres que la han deja­do diez­ma­da por ata­ques nuclea­res, la mayor par­te de la pobla­ción que ha logra­do sal­var­se se ha tras­la­da­do a Titán, una de las lunas de Saturno. Entre­tan­to, el pilo­to y téc­ni­co Jack Har­per (Crui­se) jun­to con su asis­ten­te Vika (Andrea Rise­bo­rough) aun resi­den en la super­fi­cie de la Tie­rra y se encuen­tran en una base flo­tan­te con la misión de man­te­ner ale­ja­dos a los inva­so­res hos­ti­les que aún per­ma­ne­cen ocul­tos, con­tan­do para ello con la ayu­da de inva­lua­bles dro­nes que se encuen­tran pro­gra­ma­dos para ase­gu­rar tam­bién el abas­te­ci­mien­to del agua. Esta pri­me­ra par­te del film, prác­ti­ca­men­te con pocos diá­lo­gos, se nutre de la pre­sen­cia de Jack y Vika, y Sally (Melis­sa Leo) quien sigue la mar­cha de lo que está acon­te­cien­do des­de el con­trol cen­tral. En tér­mi­nos estric­ta­men­te cine­ma­to­grá­fi­cos, es don­de el film regis­tra sus más bellas escenas. 

Inme­dia­ta­men­te des­pués, el rela­to cam­bia de tono cuan­do la memo­ria de Jack, que ha que­da­do eli­mi­na­da para evi­tar que fuer­zas hos­ti­les pue­dan extraer­le infor­ma­ción en caso de ser cap­tu­ra­do, comien­za a aso­ciar­se con imá­ge­nes román­ti­cas man­te­ni­das en el pasa­do con una bella y mis­te­rio­sa mujer, a tra­vés de Julia (Olga Kury­len­ko), una sobre­vi­vien­te de la gue­rra. A par­tir de allí Jack que no pue­de no pue­de dejar de pen­sar acer­ca de su pasa­do comien­za a cavi­lar sobre el futu­ro de la huma­ni­dad. En esta segun­da mitad, la his­to­ria se vuel­ve más dia­lo­ga­da, con cier­tas esce­nas de acción bien logra­das y con algu­nas con­no­ta­cio­nes huma­nis­tas e impli­ca­cio­nes mora­les que son tra­ta­das esque­má­ti­ca­men­te. Con más per­so­na­jes que entran en el esce­na­rio, como es el caso de Mor­gan Free­man lide­ran­do un gru­po de rebel­des, el film intro­du­ce varias sub­tra­mas que se dejan ver pero sin ofre­cer una intri­ga o sus­pen­so especial. 

Como ya se men­cio­nó, el film des­lum­bra con sus mara­vi­llo­sos deta­lles visua­les. En tal sen­ti­do es remar­ca­ble la mag­ní­fi­ca labor de Clau­dio Miran­da en su con­di­ción de direc­tor de foto­gra­fía así como la del dise­ña­dor de pro­duc­ción Darren Gil­ford quie­nes auna­ron sus esfuer­zos para ofre­cer imá­ge­nes des­lum­bran­tes que se con­vier­ten en las ver­da­de­ras pro­ta­go­nis­tas de este mode­ra­do entre­te­ni­mien­to. Jor­ge Gutman