De Perú a la Poli­ne­sia en Balsa

KON-TIKI. Norue­ga, 2012. Un film de Joa­chim Roen­ning y Espen Sandberg

La haza­ña del etnó­gra­fo norue­go Thor Heyer­dahl (1914 – 2002) quien reali­zó uno de los via­jes más auda­ces del siglo pasa­do al atra­ve­sar el Océano Pací­fi­co en bal­sa des­de Amé­ri­ca del Sur has­ta la Poli­ne­sia, es el tema de Kon-Tiki. Los direc­to­res Joa­chim Roen­ning y Espen Sand­berg tra­tan de dra­ma­ti­zar algu­nos de los inci­den­tes de esa tra­ve­sía que ya fue tra­ta­do por el cine en el exce­len­te docu­men­tal de 1951, gana­dor del pre­mio Oscar.

Kon-Tiki

En esta ver­sión, el públi­co tie­ne opor­tu­ni­dad de con­tem­plar un rela­to muy bien fil­ma­do y visual­men­te intere­san­te aun­que lo que se extra­ña es la ausen­cia de emo­ción; hay aquí una des­crip­ción de los hechos, sin que exis­ta una mar­ca­da carac­te­ri­za­ción de la figu­ra pro­ta­gó­ni­ca y de la bre­ve tri­pu­la­ción que acom­pa­ñó al intré­pi­do aven­tu­re­ro a empren­der el inusi­ta­do viaje.

Des­de su infan­cia Heyer­dahl se sin­tió incli­na­do a asu­mir ries­gos y así el film en su pró­lo­go ilus­tra un inci­den­te don­de cuan­do niño Thor estu­vo a pun­to de per­der la vida. Años des­pués ya adul­to (Pal Sve­rre Hagen) y encon­trán­do­se con su novia en la Poli­ne­sia Thor obtie­ne algu­nos indi­cios que le hacen sos­pe­char que la pobla­ción nati­va no pro­ve­nía de Asia como se creía sino que había sido colo­ni­za­da por explo­ra­do­res sud­ame­ri­ca­nos que lle­ga­ron des­de el este hacía más de 1500 años en la épo­ca pre­co­lom­bi­na. De ahí en más él comien­za una inten­sa inves­ti­ga­ción que con el correr de los años lo lle­va a com­ple­tar un estu­dio de gran rigu­ro­si­dad con­fir­man­do su teo­ría; sin embar­go, encon­trán­do­se en Nue­va York nin­gún edi­tor acep­ta su pun­to de vis­ta como tam­po­co publi­car su tra­ba­jo; menos aún logra que los cien­tí­fi­cos de la Natio­nal Geo­graphic Society estén con­ven­ci­dos de su argumentación.

Obs­ti­na­do y con la fir­me deci­sión de demos­trar que su teo­ría es váli­da, el antro­pó­lo­go deci­de efec­tuar un via­je des­de Perú has­ta la Poli­ne­sia, siguien­do la direc­ción este-oes­te y utilizan­do una bal­sa idén­ti­ca a la que supues­ta­men­te emplea­ron los expe­di­cio­na­rios de esa épo­ca. Lue­go de lle­gar a Lima se dedi­ca a cons­truir la embar­ca­ción valién­do­se de las ilus­tra­cio­nes deja­das por los colo­ni­za­do­res espa­ño­les. Jun­to con un gru­po de 5 per­so­nas que deci­den acom­pa­ñar­lo, la gran haza­ña comien­za el 28 de abril de 1947 cuan­do Kon-Tiki –el nom­bre de la bal­sa- deja el puer­to de El Callao para inter­nar­se mar aden­tro en el Pací­fi­co; des­pués de 101 días de tra­ve­sía y habien­do reco­rri­do 4300 millas náu­ti­cas, la expe­di­ción logra exi­to­sa­men­te lle­gar a Raroia, en las islas del archi­pié­la­go Tua­mo­tu, el 7 de agos­to de 1947. La haza­ña del popu­lar héroe cau­só admi­ra­ción y su libro Kon-Tiki, rela­tan­do los por­me­no­res de esta extra­or­di­na­ria aven­tu­ra, fue tra­du­ci­do a 70 idio­mas con una ven­ta que superó los 50 millo­nes de ejemplares

Aun­que lo que se des­cri­be es apa­sio­nan­te, en tér­mi­nos cine­ma­to­grá­fi­cos, los rea­li­za­do­res no logran que el rela­to tras­cien­da dra­má­ti­ca­men­te. Por ejem­plo, en una secuen­cia en que Thor tele­fó­ni­ca­men­te le comu­ni­ca des­de Lima a su seño­ra Liv (Agnes Kit­tel­sen) que por el momen­to no regre­sa­rá a Norue­ga a fin de empren­der su via­je oceá­ni­co, no hay nin­gu­na emo­ción que trans­mi­ta el des­agra­do que cau­sa en la mujer la acti­tud adop­ta­da por su mari­do. Por otra par­te, tenien­do en cuen­ta que la mayor par­te del rela­to trans­cu­rre en alta mar, no hay mayo­res inci­den­tes que creen situa­cio­nes de real peli­gro duran­te el tra­yec­to dado que las oca­sio­na­les tor­men­tas mari­nas o la pre­sen­cia de tibu­ro­nes, no alcan­zan a insu­flar ver­da­de­ro mie­do o espan­to. Sola­men­te hay un momen­to de ten­sión cuan­do Her­man (Anders Baas­mo Chris­tian­sen), uno de los miem­bros del gru­po, plan­tea a Heyer­dahl su aprehen­sión con res­pec­to al esta­do de dete­rio­ro de la bal­sa, obte­nien­do de éste una res­pues­ta poco amis­to­sa. Sin situa­cio­nes anec­dó­ti­cas ni notas de humor que mati­cen el rela­to, Kon Tiki adquie­re un carác­ter des­crip­ti­vo pero sin la emo­ción nece­sa­ria para que pudie­ra alcan­zar mayor relevancia.

Con­clu­sión: Con una exce­len­te foto­gra­fía, el film es visual­men­te apre­cia­do, pero su insu­fi­cien­cia dra­má­ti­ca cons­pi­ra para satis­fa­cer como debie­raJor­ge Gutman