ICARE – Autor: Olivier Kemeid – Creación y puesta en escena: Michel Lemieux y Victor Pilon – Elenco: Robert Lalonde, Renaud Lacelle-Bourdon y Noëlla Huet – Personajes Virtuales: Pascale Bussières, Maxime Denommée y Loïk Martineau Decorados, Vestuario y Accesorios: Anne-Séguin Poirier – Iluminación: Alain Lortie – Música Original: Maxim Lepage. Duración : 1h20 (sin entreacto). Representaciones: Hasta el 8 de febrero de 2014 en el Théâtre du Nouveau Monde (www.tnm.qc.ca)
Crónica de Jorge Gutman
El Teatro du Nouveau Monde presenta como tercera producción de la temporada oficial 2013 – 2014 un drama fantástico basado en la mitología griega de Ícaro. El relato se centra en Dédalo, un arquitecto, quien tratando de huir de la isla de Creta donde se encuentra retenido con su hijo Ícaro fabrica unas alas en base a plumas y cera para que ambos puedan volar y abandonar su cautiverio. A pesar de las advertencias de su padre para que Ícaro evite volar demasiado alto a fin de no arriesgar la fragilidad de las alas expuestas al sol que pueden derretirse, el joven desoye sus consejos y al elevarse más allá de lo conveniente se produce lo previsto, precipitándose en el vacío para morir ahogado en el mar que hoy día lleva su nombre.
Hasta el presente y a pesar de que diversas expresiones artísticas reflejaron esta famosa leyenda, no se había trasladado al teatro y es por esa razón que la compañía del TNM decidió afrontar el gran desafío de actualizar el mito en su transposición a la escena. La misión perseguida ha sido lograda maravillosamente gracias a la imaginación y esfuerzo conjunto de tres extraordinarios artistas. Por una parte se encuentran Michel Lemieux y Victor Pilon quienes como insuperables expertos de haber realizado trabajos anteriores entremezclando el teatro, la danza, la música y las artes fílmicas, han concebido para esta ocasión una producción que desde el aspecto creativo y visual iluminan el escenario de manera asombrosa; así, la dirección escénica no hace más que causar admiración por el nivel de creatividad logrado. Pero todo este esfuerzo habría resultado incompleto de no haber contado con un autor que pudiera trasladar a nuestros tiempos la relación entre un padre y su hijo y el dolor que involucra el haberlo perdido; ese propósito está ampliamente cubierto por la escritura de Olivier Kemeid quien como profundo conocedor de relatos antiguos ha sabido elaborar un texto capaz de traducir la esencia del drama mitológico.
En la medida que esta obra adquiere resonancia inusitada gracias al desarrollo de la tecnología que introduce personajes virtuales además de combinar el arte de la palabra teatral con la imagen del cine, el gran riesgo asumido se encontraba en aquello de que “los árboles no permiten ver el bosque”. Afortunadamente, la audaz parafernalia de las imágenes en tercera dimensión que asoman a lo largo del desarrollo del texto, de ninguna manera llega a eclipsarlo; más aún, esta obra constituye la precursora de haber explorado la posibilidad de que el teatro pueda alcanzar niveles hasta ahora no transitados al demostrar cómo las palabras combinadas con imágenes pueden generar un resultado sobresaliente sin desvirtuar la esencia de lo que se desea transmitir.
En cuanto a la interpretación, Robert Lalonde brinda una estupenda caracterización en el rol de un hombre profundamente herido por la muerte de su hijo; esa relación con él mantenida, a veces un tanto conflictiva pero decididamente afectiva llega a emocionar. Aunque el rol del padre gravita aquí más que el de Icaro, Renaud Lacelle-Bourdon evidencia su talento como el joven animado de ambición y esperanza con su ilusión de llegar a volar. Introduciendo ingeniosamente la música, aparece un tercer personaje interpretado por la mezzo-soprano Noëlla Huet, quien adoptando el aire de una corifea, en lugar de guiar el coro como en las antiguas tragedias griegas, constituye el hilo conductor de la trama a través de su bella voz entonando canciones en lengua antigua. Finalmente, una mención especial para los personajes virtuales que estupendamente se insertan visualmente en la trama bajo la forma de hologramas, expresando los recuerdos, fantasmas y alucinaciones que surgen de la memoria laberíntica de Dédale.
En resumen, ver esta obra constituye una experiencia visual, sensorial y emocional maravillosa que reafirma el alto nivel de creatividad artística del teatro francófono de Quebec. Sinceras felicitaciones para todo el equipo del TNM.