4000 MILES. Autor: Amy Herzog – Dirección: Roy Surette — . Elenco: Clare Coulter, Nathan Barrett, Li Li, Liana Montoro — Decorados y Vestuario: Barbra Matis – Iluminación: Luc Prairie – Duración: 100 minutos (sin entreacto) — Representaciones: hasta el 20 de abril de 2014 en el Teatro Centaur. (http://www.centaurtheatre.com/)
Crónica de Jorge Gutman
En ocasión de su estreno en el teatro del Lincoln Center de Nueva York en 2011, esta obra de Amy Herzog logró un gran éxito de público y crítica del cual no resulta extraño en tanto que su autora se inspiró para escribir esta obra en la personalidad de su abuela fallecida el año pasado y por lo tanto su contenido transmite autenticidad. La autora le rinde un emotivo tributo al haber pergeñado una trama bien construida, con diálogos adecuadamente dosificados y absolutamente convincentes, donde quedan reflejados y valorados los indestructibles lazos familiares.
No siempre resulta fácil testimoniar las relaciones generacionales cuando existe una diferencia de 70 años de edad entre las partes. Sin embargo aquí queda bien delineada la personalidad de sus dos personajes principales representados por una abuela de 91 años de edad y su nieto de 21 años en un encuentro bastante singular con resultados inesperados. Ella es Lily (Clara Coulter) que a pesar de su avanzada edad vive aún sin compañía alguna en su confortable vivienda del Greenwich Village neoyorkino; él es Leo (Nathan Barrett) su nieto que habiendo dejado su hogar para radicarse en Seattle decide pedalear la distancia de 4000 millas en su bicicleta para llegar a visitarla en forma inesperada nada menos que a las 3 de la mañana.
La excelente caracterización de los personajes es una de las razones por las que esta pieza logra empatizar con el público. Así inmediatamente la personalidad de la abuela un tanto cascarrabias y rezongona pero de gran corazón y la del nieto hippie, desorganizado, desprolijo y absolutamente informal, quedan expuestas para establecer el gran contraste que inicialmente existe entre las partes y que motivará que en principio la idea de Leo sea la de permanecer escasos dos días. ¿Qué motivará a que esa estadía se prolongue por varias semanas? Es ahí donde el espectador sigue con interés la evolución de esa relación en la medida en que a pesar de las diferencias, reproches y amonestaciones de la anciana para con su nieto pueda emerger un vínculo de significativo amor, comprensión, tolerancia y respeto.
La autora estructura su relato en base a viñetas episódicas más interesada en los caracteres que en el desarrollo de una trama convencional. Eso no es óbice para que a lo largo de su desarrollo vayan sobresaliendo aspectos importantes que contribuirán a solidificar la endeble comunicación inicial. Por una parte Leo aprecia la energía de una anciana vital que en su juventud e incluso hasta la fecha mantiene intacta la antorcha del comunismo como elemento de reivindicación social; también observará que a pesar de su edad y de ciertos olvidos propios de la vejez ella es una digna dama capaz de proveerle algunas lecciones implícitas que influirán en su proceso de maduración. Lily, por su parte, es lo suficiente sagaz para comprender la gran pena que embarga a su nieto al imponerse de un trágico accidente por el que un gran amigo suyo perdió la vida y del cual no puede recuperarse emocionalmente. Gradualmente esas dos almas lograrán comunicarse tiernamente sellando con un dulce abrazo entre ambos esa inquebrantable unidad familiar que llega a conmover profundamente a la platea.
Roy Surette ha logrado una buena realización escénica manteniendo un buen ritmo durante su desarrollo; en tal sentido contó a su favor con un dúo de excelentes actores como Coulter y Barrett que han sabido captar el espíritu que la autora impregnó a la pieza. Dos personajes de apoyo complementan algunas de las escenas que sin ser fundamentales al foco central de ningún modo distraen la atención; en tal sentido tanto la actuación de Liana Montoro como la novia de Leo así como la participación de Li Li animando a una excéntrica estudiante de arte con quien el muchacho planea mantener una relación íntima, redondean adecuadamente el reparto. En los elementos técnicos de producción es destacable la acertada escenografía de Barbra Matis con el cálido living de Vera amoblado de buen gusto con reminiscencia de los años 70 y con abundantes libros que testimonian su nivel intelectual. Igualmente es eficaz la iluminación que refleja distintas horas del día en que transcurre la acción.