Un Malé­fi­co Doble

THE DOU­BLE. Gran Bre­ta­ña, 2013. Un film de Richard Ayoade

Pocos meses des­pués de haber­se estre­na­do Enemy de Denis Ville­neu­ve aho­ra se cono­ce El Doble sobre la mis­ma temá­ti­ca. Si la nove­la del pre­mio Nobel José Sara­ma­go no logró un feliz tras­la­do a la pan­ta­lla, en este caso la adap­ta­ción del libro de Fió­dor Dos­to­yevs­ki tam­po­co lle­ga a satisfacer.

En la obra del escri­tor ruso publi­ca­da en 1846 hay un con­tex­to social que per­mi­te al lec­tor com­pe­ne­trar­se con la tor­tu­ra psi­co­ló­gi­ca de su per­so­na­je prin­ci­pal fren­te a una des­qui­cia­da buro­cra­cia rusa y a un medio social que lo humi­lla, recha­za y des­pre­cia fren­te a la apa­ri­ción de un doble real o ima­gi­na­rio. El film de Richard Ayoa­de pre­fie­re ubi­car a su pro­ta­go­nis­ta en algún lugar no espe­ci­fi­ca­do sin pre­ci­sar en que épo­ca trans­cu­rre; estos dos ele­men­tos cons­pi­ran en par­te para que uno no pue­da ambien­tar­se en el rela­to del film.

 Jesse Eisenberg

Jes­se Eisenberg

En la pri­me­ra esce­na de la adap­ta­ción efec­tua­da por el rea­li­za­dor jun­to a Avi Kori­ne se apre­cia la pre­sen­cia de Simon (Jes­se Eisen­berg) un ser tor­tu­ra­do quien en un trans­por­te públi­co alguien –cuyo ros­tro no se ve- le exi­ge que le ceda el asien­to en que se encuen­tra a pesar de que hay nume­ro­sos otros vacíos pues­to que ellos son los úni­cos pasa­je­ros en el inte­rior del vehícu­lo. Esa esce­na mar­ca el tono del res­to del relato.

Emplea­do de ofi­ci­na, Simon es un indi­vi­duo tími­do, ence­rra­do en sí mis­mo y poco elo­cuen­te que cum­ple dia­ria­men­te sus fun­cio­nes en un ambien­te opre­si­vo en don­de es menos­pre­cia­do. En lo per­so­nal se sien­te atraí­do por Han­na (Mia Wasi­kows­ka), una com­pa­ñe­ra de ofi­ci­na a quien no se atre­ve a con­fe­sar­le sus sen­ti­mien­tos. Todo cam­bia cuan­do James (Eisen­berg), un indi­vi­duo que físi­ca­men­te es igual a Simon, se incor­po­ra a la ofi­ci­na. Con opues­ta per­so­na­li­dad a la de Simon, este “doble” derro­cha gra­cia, es increí­ble­men­te caris­má­ti­co, con­fia­do y segu­ro de sí mis­mo, logran­do fácil­men­te cap­tar la sim­pa­tía y apre­cio de todo el per­so­nal inclu­yen­do el jefe de la sec­ción (Walla­ce Shawn) así como tam­bién logra con­quis­tar a la jovial Han­na. Poco a poco James va apo­de­rán­do­se de la per­so­na­li­dad de Simon lo que pro­du­ce en éste una cri­sis de iden­ti­dad que agra­va aún más su neu­ró­ti­ca per­so­na­li­dad con­vir­tién­do­lo en un com­ple­to miserable.

Si bien la des­hu­ma­ni­za­ción y alie­na­ción en los luga­res de tra­ba­jo así como la pér­di­da de iden­ti­dad de quie­nes resul­tan inca­pa­ces de lle­gar a ser lo que aspi­ran son tópi­cos de pun­zan­te inte­rés, esta his­to­ria resul­ta dema­sia­do ago­bian­te, depri­men­te, fría y que ade­más de repe­ti­ti­va no pro­fun­di­za en la per­so­na­li­dad de Simon. La apa­ri­ción de su doble es un ele­men­to que inten­si­fi­ca la humi­lla­ción y sole­dad en que se encuen­tra, pero nada hace pen­sar que si James no hubie­se exis­ti­do, el anti­hé­roe de esta his­to­ria habría sido dife­ren­te; en eso resi­de el pro­ble­ma mayor del rela­to al no inda­gar en su psi­co­lo­gía y las razo­nes de su esqui­zo­fré­ni­ca per­so­na­li­dad, este per­so­na­je sigue sien­do un enig­ma sin que exis­ta mayor inte­rés para iden­ti­fi­car­se con él.

A su favor cabe reco­no­cer que el rea­li­za­dor ha logra­do crear una ambien­ta­ción claus­tro­fó­bi­ca que se aso­cia al con­te­ni­do del rela­to; pero las logra­das imá­ge­nes, si bien inten­si­fi­ca el cli­ma de opre­sión y pesa­di­lla del rela­to final­men­te no gra­ti­fi­ca al espec­ta­dor. Jor­ge Gutman

El Lado Oscu­ro del Deporte

LA PETI­TE REINE. Cana­dá, 2014. Un film de Ale­xis Durand Brault

Hace pocos tiem­po se cono­ció el exce­len­te docu­men­tal de Alex Gib­ney The Arms­trong Lie narran­do la gran men­ti­ra del cono­ci­do ciclis­ta Lan­ce Arms­trong que defrau­dó la con­fian­za popu­lar duran­te muchos años al haber ocul­ta­do que se valía de sus­tan­cias esti­mu­lan­tes para aumen­tar su ren­di­mien­to físi­co. Es aho­ra que sobre el mis­mo asun­to pero en un rela­to de fic­ción Ale­xis Durand Brault se refie­re a la ex ciclis­ta que­be­quen­se Gene­viè­ve Jean­son que adop­tó una con­duc­ta similar.

Laurence Leboeuf

Lau­ren­ce Leboeuf

Narra­do en for­ma clá­si­ca este film uti­li­za nom­bres dife­ren­tes pero en todo caso está cla­ro que Julie Arse­neau (Lau­ren­ce Lebo­euf) es en reali­dad Jean­son. Como toda fic­ción la dra­ma­ti­za­ción bio­grá­fi­ca de esta ciclis­ta podrá ser obje­to de cier­tas licen­cias, pero su esen­cia, la del ver­gon­zo­so enga­ño, no ha sido alterada.

Julie es una gran ciclis­ta que goza de gran popu­la­ri­dad. Pero des­de la pri­me­ra esce­na es evi­den­te que su extra­or­di­na­rio desem­pe­ño pro­fe­sio­nal ha sido gra­cias al dopa­je que venía efec­tuan­do con la com­pli­ci­dad de un médi­co orto­pe­dis­ta (René-Daniel Dubois) y fuer­te­men­te impul­sa­da por su entre­na­dor JP (Patri­ce Robitaille).

El film gira en torno de dos aspec­tos cen­tra­les. Por una par­te, enfo­ca la gran vul­ne­ra­bi­li­dad de Julie sabien­do que rea­li­za algo impro­pio y que per­ma­nen­te­men­te está suje­ta a que pue­da ser des­cu­bier­ta, sobre todo fren­te a las sos­pe­chas que van reca­yen­do sobre ella. Por la otra, el guión de Sophie Lorain y Cathe­ri­ne Léger enfa­ti­za la rela­ción de amor-odio enta­bla­da entre Julie y su entre­na­dor y aman­te don­de éste la mani­pu­lea emo­cio­nal­men­te ins­tán­do­la a que se dro­gue para lograr el fin pri­mor­dial de ganar a cual­quier pre­cio. Su par­ti­ci­pa­ción en la com­pe­ten­cia inter­na­cio­nal de ciclis­mo que tie­ne lugar en Bél­gi­ca brin­da la emo­ción del cli­max pro­du­ci­do con la amar­ga vic­to­ria obte­ni­da por la ciclis­ta y sus inme­dia­tas consecuencias.

El film man­tie­ne el inte­rés del espec­ta­dor crean­do la nece­sa­ria ten­sión e intri­ga de saber de qué modo Julie lle­ga­rá a caer del pedes­tal en que se encuen­tra. En tal sen­ti­do, Lebo­euf ofre­ce una bri­llan­te inter­pre­ta­ción de su per­so­na­je mos­tran­do con con­vic­ción su sole­dad y vivien­do en una atmós­fe­ra de infer­nal angus­tia por temor a que la ver­dad sea deve­la­da, lo que la obli­ga a adop­tar una doble per­so­na­li­dad para el mun­do exte­rior. Igual reco­no­ci­mien­to acto­ral mere­ce Robi­tai­lle por la gran inten­si­dad que vuel­ca en su papel de un hom­bre des­pia­da­da­men­te abu­sa­dor que ejer­ce una pre­sión mal­sa­na en Julie. En roles de apo­yo se encuen­tran Denis Bou­chard y Josée Des­chê­nes como los padres de la joven que pare­cen o quie­ren igno­rar el dra­ma de Julie.

La peti­te reine es una pelí­cu­la atrac­ti­va pero que deja un des­agra­da­ble sin­sa­bor al espec­ta­dor, tal como acon­te­ció con The Arms­trong Lie, al com­pro­bar cómo la noble­za de un depor­te pue­de ser daña­da median­te el uso de cual­quier sus­tan­cia o dro­ga que aumen­te arti­fi­cial­men­te el desem­pe­ño de un depor­tis­ta en la com­pe­ti­ción. Es por esa razón de que Julie/Geneviève, a pesar de haber sido pre­sio­na­da por su entre­na­dor, no mere­ce con­mi­se­ra­ción o sim­pa­tía algu­na al haber esta­fa­do la bue­na fe del públi­co que la siguió en sus magis­tra­les proezas. Una Aus­tra­lia post apo­ca­líp­ti­ca. Jor­ge Gutman

Una Bue­na Secue­la Animada

HOW TO TRAIN YOUR DRA­GON 2. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film escri­to y diri­gi­do por Dean DeBlois

Tenien­do en con­si­de­ra­ción que Cómo entre­nar a tu dra­gón (2010) cons­ti­tu­yó un nota­ble éxi­to de públi­co y de crí­ti­ca, no es sor­pren­den­te que los estu­dios Dream Works hayan deci­di­do ofre­cer una secue­la a la his­to­ria ins­pi­ra­da en la serie de libros del mis­mo nom­bre de la escri­to­ra bri­tá­ni­ca Cres­si­da Cowell. Tan­to la adap­ta­ción efec­tua­da por Dean DeBlois como su efi­caz rea­li­za­ción hacen de esta con­ti­nua­ción un buen film de ani­ma­ción que ade­más de entre­te­ner y mara­vi­llar por sus logros téc­ni­cos, remi­te un men­sa­je paci­fis­ta para el públi­co joven.

HOW TO TRAIN YOUR DRAGON 2

La acción se desa­rro­lla cin­co años des­pués de la his­to­ria ori­gi­nal en el mis­mo lugar, la fic­ti­cia isla de Berk, don­de vikin­gos y dra­go­nes han logra­do una per­fec­ta inte­gra­ción con­vi­vien­do en armo­nía. Stoic (voz de Gerard Butler), jefe de la tri­bu, aspi­ra a que su hijo Hic­cup (voz de Jay Baru­chel) que ya ha deja­do de ser ado­les­cen­te, lo reem­pla­ce asu­mien­do el lide­raz­go; sin embar­go, tal como se lo hace notar a su novie­ci­ta Astrid (Ame­ri­ca Ferre­ra), el joven no se encuen­tra aún pre­pa­ra­do y pre­fie­re avi­zo­rar nue­vos hori­zon­tes volan­do en el lomo de su fiel dra­gón Tooth­less. En uno de sus via­jes sale al encuen­tro de Eret (voz de Kit Harring­ton), un pira­ta mer­ce­na­rio que tra­ba­ja para Dra­go Blud­vist (voz de Dji­mon Houn­sou); éste se ocu­pa de atra­par dra­go­nes para for­mar un ejér­ci­to enca­be­za­do por el sal­va­je dra­gón Alfa quien es capaz de mani­pu­lar a los más peque­ños de su espe­cie. Fren­te al peli­gro inmi­nen­te, Stoic y Hic­cup deci­den enfren­tar al enemi­go aun­que uti­li­zan­do dife­ren­tes estra­te­gias; mien­tras que el pri­me­ro deci­de pasar al enfren­ta­mien­to arma­do, Hic­cup pre­fie­re uti­li­zar la diplo­ma­cia de la per­sua­sión, aun­que en últi­ma ins­tan­cia esta ten­ta­ti­va resul­ta­rá infructuosa.

Simul­tá­nea­men­te, Hic­cup encuen­tra a Val­ka (voz de Cate Blan­chett) quien resul­ta ser su madre que había aban­do­na­do el hogar cuan­do él era aún bebé y que lo hizo por­que no esta­ba de acuer­do con el espí­ri­tu gue­rre­ro de Stoic. El emo­ti­vo encuen­tro per­mi­te que el joven lle­gue a des­cu­brir la gru­ta secre­ta don­de Val­ka ha vivi­do duran­te 20 años cui­dan­do y pro­te­gien­do a dra­go­nes a los cua­les ha apren­di­do a que­rer­los como tam­bién inte­rio­ri­zán­do­se de los hábi­tos y cos­tum­bres de estos ani­ma­les para mejor comprenderlos.

A medi­da que trans­cu­rre la his­to­ria va adqui­rien­do un carác­ter som­brío por lo que la mis­ma está des­ti­na­da más para ado­les­cen­tes y adul­tos que para niños; de todos modos, ese hecho no afec­ta la esen­cia del film don­de hay varios aspec­tos que se des­pren­den del mis­mo. Así que­da refle­ja­do el sen­ti­do de fami­lia a tra­vés de los pro­fun­dos lazos afec­ti­vos que vin­cu­lan a los per­so­na­jes huma­nos; a su vez, cuan­do el dra­ma gol­pea a la puer­ta y Hic­cup se ve for­za­do a con­ver­tir­se en jefe de la aldea, el cáli­do home­na­je que le rin­de a su padre lle­ga a cun­dir en el áni­mo del espec­ta­dor. No menos impor­tan­te es la comu­ni­ca­ción entre huma­nos y ani­ma­les, don­de espe­cies dife­ren­tes pue­den lle­gar a crear sóli­dos lazos afec­ti­vos. Al pro­pio tiem­po, que­da cla­ro que en la lucha enta­bla­da entre las fuer­zas del bien (Hic­cup) y las del mal (Dra­go) la ambi­ción del poder ili­mi­ta­do sólo pue­de con­du­cir a la destrucción.

Dejan­do de lado su con­te­ni­do, es loa­ble la aten­ción a los más míni­mos deta­lles for­ma­les que DeBlois tuvo en con­si­de­ra­ción para lograr lo que se pro­pu­so; para ello con­tó con la valio­sa cola­bo­ra­ción de Pie­rre-Oli­vier Vin­cent en los dise­ños de pro­duc­ción. Digno de des­ta­car es el modo en que la ani­ma­ción de los dra­go­nes per­mi­te que adquie­ran una espe­cial per­so­na­li­dad como si se tra­ta­ran de perros u otros ani­ma­les domés­ti­cos con quie­nes se pue­de inter­re­la­cio­nar; asi­mis­mo es admi­ra­ble los ras­gos de los per­so­na­jes huma­nos don­de pare­cie­ra que fue­ran carac­te­ri­za­dos por acto­res en vivo. Los efec­tos visua­les cons­ti­tu­yen otro de los fac­to­res que embe­lle­cen al film don­de entre algu­nas de las mara­vi­llas que la vis­ta alcan­za a vis­lum­brar figu­ra la del san­tua­rio de los dra­go­nes cui­da­dos por Val­ka. Final­men­te, en lo que con­cier­ne a la músi­ca se des­ta­ca aquí una bala­da cél­ti­ca (Whe­re No One Goes) ento­na­da en dúo por Val­ka y Stoick que apor­ta nota­ble cali­dez cele­bran­do el encuen­tro entre estos dos personajes.

Con­clu­sión: Una muy satis­fac­to­ria con­ti­nua­ción de la fran­qui­cia dra­go­nia­na que al igual que en su pri­me­ra par­te sigue brin­dan­do un enor­me pla­cer gra­cias al exce­len­te equi­po de pro­duc­ción y a una his­to­ria muy bien urdi­da. Jor­ge Gutman

Un Muy Buen Dra­ma Romántico

THE FAULT IN OUR STARS. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Josh Boone

Basa­do en la exi­to­sa nove­la homó­ni­ma de John Green, The Fault in Our Stars es un cau­ti­van­te dra­ma román­ti­co de ado­les­cen­tes pade­cien­do de cán­cer que cau­ti­va y lle­ga hon­da­men­te al cora­zón a tra­vés de una his­to­ria narra­da con máxi­ma sutileza.

Shailene Woodley y Ansel Elgort

Shai­le­ne Wood­ley y Ansel Elgort

Hazel Lan­cas­ter (Shai­le­ne Wood­ley) es una chi­ca de 16 años vivien­do en India­na quien por espa­cio de varios años ha sobre­lle­va­do un cán­cer de pul­món y que a tra­vés de algu­nas remi­sio­nes y por­tan­do per­ma­nen­te­men­te un res­pi­ra­dor de oxí­geno para su des­pla­za­mien­to le ha per­mi­ti­do seguir vivien­do; de natu­ra­le­za intro­ver­ti­da y con un áni­mo un tan­to depre­si­vo está rodea­da del pro­fun­do amor que sus padres (Lau­ra Dern, Sam Tram­mell) le pro­di­gan, ins­tán­do­la a que asis­ta a las reunio­nes de un gru­po de apo­yo. Allí cono­ce a Augus­tus (Ansel Elgort), un encan­ta­dor mucha­cho que sufre de osteo­sar­co­ma, un cán­cer óseo que moti­vó a que le fue­se ampu­tada una pier­na eli­mi­nan­do a la vez sus aspi­ra­cio­nes depor­ti­vas de beis­bo­lis­ta en la escue­la secun­da­ria. A par­tir de allí comien­za una cáli­da rela­ción amis­to­sa en don­de el inque­bran­ta­ble opti­mis­mo de Augus­tus logra el mila­gro de que Hazel son­ría y que se sien­ta acom­pa­ña­da por alguien de su mis­ma edad con quien pue­de com­par­tir expe­rien­cias simi­la­res; en la medi­da que ambos son per­fec­ta­men­te cons­cien­tes de su fra­gi­li­dad, tra­tan de vivir el día a día con ple­ni­tud, evi­tan­do pen­sar que la muer­te les está ace­chan­do. Des­pués de que ella inter­cam­bia con Augus­tus la lec­tu­ra de una nove­la que tra­ta sobre la for­ma de lidiar con la enfer­me­dad y las expec­ta­ti­vas de vida, ambos alien­tan la espe­ran­za de via­jar jun­tos a Áms­ter­dam don­de vive el autor Peter van Hou­ten (Willem Dafoe) para entre­vis­tar­lo y obte­ner de él algu­nas res­pues­tas no dadas en su libro.

Con mesu­ra y tra­tan­do en la medi­da de lo posi­ble de no des­bor­dar en el sen­ti­men­ta­lis­mo que el tema engen­dra, el rea­li­za­dor Josh Boo­ne des­cri­be cómo la rela­ción de estos jóve­nes se trans­for­ma natu­ral­men­te en genuino amor, a pesar de que en un prin­ci­pio Hazel pre­fie­re seguir man­te­nien­do esa bella amis­tad por temor a que ella mue­ra pron­to y lle­gue herir a su ami­go; cuan­do final­men­te con­cre­tan el via­je a la capi­tal de Holan­da, ‑impul­sa­da por la emo­ción que sien­te al visi­tar la casa en que vivió Anna Frank- espon­tá­nea­men­te besa con pro­fun­da ter­nu­ra a Augus­tus comen­zan­do así un capí­tu­lo nue­vo para esta pare­ja de enamorados.

Como esta his­to­ria es rela­ta­da des­de la pers­pec­ti­va de Hazel con la voz en off, des­de el comien­zo se sabe que la mis­ma no ten­drá final feliz; en con­se­cuen­cia, y a pesar de que el públi­co vis­lum­bra con anti­ci­pa­ción su dra­má­ti­co des­en­la­ce, el rela­to evi­ta en casi todo su desa­rro­llo el tono depre­si­vo para sazo­nar­lo en muchas situa­cio­nes con autén­ti­co humor a la vez que resal­ta con nota­ble huma­ni­dad cómo el amor de estos jóve­nes pue­de insu­flar la expec­ta­ti­va de dis­fru­tar ple­na­men­te cada uno de los momen­tos que comparten.

Las extra­or­di­na­rias carac­te­ri­za­cio­nes cons­ti­tu­yen uno de los mayo­res méri­tos de este film refor­za­das por la excep­cio­nal par­ti­ci­pa­ción de dos estu­pen­dos acto­res que se sumer­gen de lleno en la piel de sus per­so­na­jes. Wood­ley, que ya se había reve­la­do como una intere­san­te actriz en The Des­cen­dants (2010), demues­tra poseer toda la gama de recur­sos dra­má­ti­cos para que su Hazel resul­te tan creí­ble­men­te natu­ral. No menos impor­tan­te es la con­tri­bu­ción del novel actor Egot quien con su caris­má­ti­ca per­so­na­li­dad e irre­duc­ti­ble sim­pa­tía con­quis­ta de inme­dia­to al públi­co a la vez que es capaz de crear una quí­mi­ca de tal enver­ga­du­ra con Wood­ley que cons­ti­tu­ye un ver­da­de­ro pla­cer ver­los inter­ac­tuar. En un rol de apo­yo, Dern se dis­tin­gue como la devo­ta madre que hace lo impo­si­ble por con­ten­tar a su hija a la vez que disi­mu­la su pena fren­te a ella con una tier­na son­ri­sa de com­pren­sión y cariño.

Aun­que en apa­rien­cia este film podría con­si­de­rar­se como una “love story” de ado­les­cen­tes del siglo XXI aque­ja­dos de un mal ter­mi­nal, este rela­to evi­ta los este­reo­ti­pos que sue­len pre­do­mi­nar en este tipo de géne­ro gra­cias a un exce­len­te guión (Scott Neus­tad­ter, Michael H. Weber) agra­cia­do de inge­nio­sos diá­lo­gos y a un sen­si­ble direc­tor que per­mi­te a sus acto­res brin­dar la máxi­ma auten­ti­ci­dad en sus res­pec­ti­vos roles.

Con­clu­sión: Una her­mo­sa pelí­cu­la abor­dan­do un dra­má­ti­co tópi­co con suma deli­ca­de­za que se encuen­tra for­ta­le­ci­da por un buen elen­co enca­be­za­do por dos excep­cio­na­les jóve­nes intér­pre­tes. Jor­ge Gutman

Al Filo del Tiempo

EDGE OF TOMO­RROW. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Doug Liman

Adop­tan­do como refe­ren­cia la nove­la grá­fi­ca All You Need Is Kill de Hiroshi Saku­ra­za­ka, el direc­tor Doug Liman ofre­ce un rela­to de acción den­tro del géne­ro de cien­cia fic­ción que entre­tie­ne lo sufi­cien­te­men­te para todo aquel espec­ta­dor que esté dis­pues­to a dejar a un lado su men­te y sim­ple­men­te dejar­se lle­var por las impro­ba­bles situa­cio­nes del rela­to moti­va­das por una inva­sión alie­ní­ge­na que inva­de el pla­ne­ta Tierra.

 Tom Cruise y Emily Blunt

Tom Crui­se y Emily Blunt

La acción que se desa­rro­lla en un futu­ro no muy lejano comien­za cuan­do el publi­cis­ta ame­ri­cano William Cage (Tom Crui­se) deve­ni­do mili­tar con el ran­go de mayor se encuen­tra en Lon­dres reci­bien­do ins­truc­cio­nes de un gene­ral bri­tá­ni­co (Bren­dan Glee­son) para inter­ve­nir con las fuer­zas alia­das en la lucha con­tra los Mimics; se tra­ta de extra­te­rres­tres que ocu­pan una par­te de la tie­rra inclu­yen­do a Euro­pa con la inten­ción de des­truir­la. Como William no ha teni­do expe­rien­cia en la mate­ria por­que jamás ha com­ba­ti­do no desea par­ti­ci­par, pero su nega­ti­va moti­va a que sea degra­da­do y obli­ga­do como sim­ple sol­da­do a par­ti­ci­par en la gran bata­lla que se habrá de librar en Nor­man­día con­tra el enemi­go exter­mi­na­dor. Al poco tiem­po este anti­hé­roe cobar­de ter­mi­na derro­ta­do y muer­to en el cam­po de lucha.

De allí en más el guión se vale del recur­so ya vis­to en otros fil­mes (Groundhog Day) don­de la acción retro­ce­de al comien­zo para ver a William revi­vi­do y enfren­tan­do nue­va­men­te al gene­ral, aun­que en esta opor­tu­ni­dad con la expe­rien­cia de saber qué es lo que le ha acon­te­ci­do en su últi­mo día de vida ante­rior; a eso se debe agre­gar que nue­va­men­te pasa­rá por los momen­tos del com­ba­te, con el mis­mo des­en­la­ce mor­tal, dan­do lugar a un ciclo de vida, muer­te y resu­rrec­ción, que se va repi­tien­do con­ti­nua­da­men­te. A tra­vés de cada uno de sus nue­vos capí­tu­los de vida, William entra en con­tac­to con la heroí­na sol­da­do Rita Vra­tas­ki (Emily Blunt) que gra­cias a las vic­to­rias logra­das en el pasa­do atra­ve­san­do un fenó­meno simi­lar, reci­be de ella valio­sa infor­ma­ción y jun­tos serán capa­ces de sal­var a la huma­ni­dad de los demo­le­do­res extraterrestres.

Aun­que el mate­rial ofre­ci­do no deja mucho mar­gen para la refle­xión, con todo es posi­ble infe­rir algu­nas con­clu­sio­nes; si el ser humano tuvie­se opor­tu­ni­dad de vol­ver a vivir y mane­jar con­ve­nien­te­men­te el trans­cur­so del tiem­po, esta­ría aler­ta­do para no come­ter erro­res pasa­dos y estar mejor pre­pa­ra­do para afron­tar los incon­ve­nien­tes futu­ros; eso es pre­ci­sa­men­te lo que acon­te­ce con William, don­de a medi­da que va revi­vien­do des­pués de cada muer­te, está mejor pre­pa­ra­do para enfren­tar a las fuer­zas que se le opo­nen, cono­cer sus estra­te­gias y lle­gar a vencerlas.

Más allá de esta expe­rien­cia sin­gu­lar, lo que brin­da inte­rés a este thri­ller es la for­ma en que Liman ha enca­ra­do las repe­ti­cio­nes sin que esa cir­cuns­tan­cia se vuel­va monó­to­na para el espec­ta­dor; eso se debe en par­te a que este rela­to, con­ci­so y bien narra­do den­tro de sus limi­ta­cio­nes, se reve­la lo sufi­cien­te­men­te inge­nio­so al intro­du­cir giros ines­pe­ra­dos en cada una de las men­cio­na­das secuen­cias, así como por el sor­pren­den­te humor sar­cás­ti­co ofre­ci­do en diver­sos gags del rela­to per­mi­tien­do de este modo que el públi­co asis­ta a algo más que lo que el tra­di­cio­nal espec­tácu­lo de acción sue­le ofrecer.
Jor­ge Gutman