CALVARY Irlanda-Gran Bretaña, 2014. Un film escrito y dirigido por John Michael McDonagh
Una película de indudable contenido teológico donde el tema de la fe y la creencia en Dios adquiere especial significación es lo que el realizador y guionista John Michael McDonagh aborda en Calvary de John Michael McDonagh. Decididamente, no se trata de un film de entretenimiento liviano sino más bien una obra densa que deja inmenso campo a la reflexión con respecto a los valores morales y éticos que alientan a la humanidad así como el papel que le cabe desempeñar a la iglesia católica.
La acción se desarrolla en un pequeño pueblo rural de Irlanda donde el Padre James (Brendan Gleeson) está a cargo de la parroquia local. Todo comienza un domingo cuando él recibe la confesión de un penitente; se trata de un hombre –al que ni el espectador ni el sacerdote ven- que durante su infancia sufrió repetidamente la violación de un cura; como denunciarlo no tiene mayor sentido porque el perpetrador ya está muerto, ahora el afectado hombre decide vengarse anunciando que el domingo siguiente matará a su confesor porque siendo un hombre bueno y puro el impacto de su acción llamará la atención pública.
Si bien la idea de que alguien pueda ser exonerado de un pecado aún no cometido resulte inusual, la confesión bien puede estar sustentada en un acto de inestabilidad mental por parte de un individuo que habiendo sufrido un grave daño moral como el descripto, las heridas emocionales aún no están cicatrizadas. De lo que antecede, la audiencia no podrá disociar lo que presencia con el escándalo que durante los últimos años se ha venido registrando en el seno de la iglesia católica por parte de algunos de sus miembros. Pero la situación aquí adquiere connotaciones singulares teniendo en cuenta la nobleza e integridad del amenazado quien es un sacerdote dueño de una profunda fe y vocación religiosa y que dedica todos sus esfuerzos a sembrar el bien en su comunidad.
La circunstancia de no poder revelar el sacramental secreto de confesión del Padre James parecería asemejarse al excelente drama de suspenso I Confess (1953) de Alfred Hitchcock donde un clérigo (Montgomery Clift) atraviesa un problema similar. Sin embargo, y a pesar de que subsiste la incógnita de quien podrá ser el potencial asesino, el relato es algo más que un thriller porque apunta a analizar las características y comportamientos de los habitantes del pueblo.
En el transcurso de cada uno de los días de la fatídica semana el sacerdote va recorriendo el vecindario interactuando con algunos feligreses: entre los mismos se encuentran un engañado carnicero local (Chris O’Dowd) cuya mujer (Orla O’Rourque) mantiene una relación adúltera con un mecánico africano (Isaach De Bankolé), una sufrida viuda (Marie-Josée Croze), un altanero cirujano ateo adicto a la cocaína (Aiden Gillen), un autor americano anciano (M. Emmet Walsh), un millonario ostentoso (Dylan Moran), un cura de la misma parroquia (David Wilmot), el policía inspector (Gary Lydon) así como un asesino serial que se encuentra en prisión (Domhnall Gleeson).
Una inmensa compasión humana es la que anima a este íntegro hombre, cuya personalidad en parte podría tratarse de una réplica del excepcional Papa Francisco, y dentro de ese contexto, como un relato subsidiario a la trama central, se enfocan los momentos de ternura que mantiene con su perturbada hija, producto de un matrimonio que precedió a su incorporación a la iglesia; conversando con ella, afloran importantes aspectos sobre la vida y la muerte.
Dentro de un elenco de primer nivel, Gleeson descuella en el rol central. Imposible de imaginar a otro actor que pudiera traducir con absoluta convicción la placidez externa del Padre James con el tormento interior que siente al comprobar que su enorme fe religiosa no logra ser transmitida a sus descreídos parroquianos. En tal sentido el título del film se ajusta perfectamente al calvario que siente este personaje por no ser capaz de alterar la realidad que lo rodea; de allí que no resulta casual que “Calvario” sea precisamente el nombre de la colina donde Cristo fue crucificado.
Sería imprudente anticipar cómo concluye el film pero en cambio lo que más interesa destacar es que McDonagh inteligentemente deja abierta varias preguntas trascendentales, donde entre ellas la más importante es si acaso la fe en Dios puede realmente representar el camino de la salvación del hombre. Obviamente, cada espectador hallará sus respuestas según sus propias convicciones.
Conclusión: Un drama delicado, sensible, reflexivo y profundo abordando el urticante tema de la fe religiosa de manera ejemplar. Jorge Gutman